Enviado a la página web de Redes Cristianas
Con frecuencia se escucha:“yo no soy político”, “como no soy político pudo hablar con libertad…”. La verdad es que muchos ciudadanos, con satisfacción, se manifiestan como “independientes” y no se dan cuenta de que con esa actitud y falta de compromiso concreto político y social, hacen flaco favor a la democracia, permitiendo que perdure la situación que ellos mismos critican. Además, podemos afirmar que una sociedad que rehúya la vertebración social se convierte, o es ya, una sociedad amorfa y sujeta al abuso y esclavitud en manos de quién ostenta el poder. Una sociedad así se limita a jugar a la ruleta de la suerte buscando un premio cada cuatro años. Es verdad que esa ruleta permite poder cambiar de equipo de gobierno en la próxima legislatura, pero que, sin apostar a nada, deja la aguja en el mismo sitio.
No son pocos los políticos que invitan a los ciudadanos con inquietud a que hagan juego cuando haya unas elecciones y dejen de molestar desde un compromiso social. Por otra parte, muchos de los “apolíticos anónimos” tienen miedo a jugar fuerte, tal vez, por un equivocado convencimiento de que “todos los políticos son iguales”. No es bueno para nadie adoptar una resignación ante los problemas sin buscar soluciones. Se generaliza, de manera excesiva, que la actual clase política, con sus actuaciones están desprestigiando el compromiso en una acción política organizada. También es verdad que personas preparadas, honradas y con prestigio reconocido, por falta de rigor y compromiso, están permitiendo la misma situación que ellos denuncian
Las redes sociales son utilizadas por bastantes de los “apolíticos” convertidos también en “anónimos”. Desde esa atalaya gratuita hay quiénes se permiten constituirse en duros críticos de lo que otros digan o hagan. “Apolíticos anónimos” dispensadores de agrias críticas como si ellos fuesen depositarios de verdades absolutas. Envueltos en su anonimato y ocultismo se creen capacitados para juzgar e enjuiciar a todos. Olvidan que en una organización democrática del poder, desde el escalafón más próximo al más remoto, se responsabiliza al ciudadano en la resolución de sus propias necesidades, de tal manera que participación lleva consigo responsabilidad. Lo mismo que el elegido por el pueblo ha de responder ante el resto de ciudadanos, también la colectividad, en cuanto sujeto titular del poder es la responsable de sus aciertos y sus errores.
En democracia, el poder se ejerce por unos a instancias de otros y bajo la responsabilidad de todos. Por ello, cada vez se está haciendo más necesario que los ciudadanos estén presentes y actúen organizadamente en todas las esferas de la vida social y política. No conviene olvidar que en los sistemas autoritarios la participación es escasa, y cuando existe es instrumentalizada mediante cauces de obligatoria incorporación al partido único y al sindicato oficial, de manera que la participación pierde su connotación de valor privado propio de la libertad para quedar únicamente configurado como un valor social, al servicio del propio sistema político. Si observamos con detenimiento tendremos que afirmar que en ocasiones mantenemos este régimen.
Hay que recordar a los “apolíticos anónimos” que, en democracia, la participación sin perder sin perder su valor social, se entiende principalmente como un valor privado inherente a la libertad de la persona. Decir también que la democracia se fundamenta, en la existencia de una sociedad civil, fuertemente articulada, que interviene libremente en las decisiones políticas mediante fórmulas múltiples de participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social. Estamos reivindicando supresión de duplicidad de administraciones, pero ahora el absolutismo de los partidos no quiere perder el “chollo”
juandediosrd@hotmail.com