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En el cristianismo han proliferado extraordinariamente movimientos, denominaciones y comunidades. En el catolicismo, esa diversidad se mantiene en la unidad. Pero en el protestantismo, la pluralidad se manifiesta descoordinadamente.
En la Iglesia Católica, la “cátedra de Pedro” contribuye a mantener la unidad, aun a pesar de los conflictos entre las diferentes espiritualidades; mientras que las denominaciones surgidas de la Reforma, bajo el criterio de la “libre interpretación”, se van manifestando como iglesias separadas.
Actualmente, en el Occidente más desarrollado avanza una crisis religiosa en general y cristiana en particular, ¿será el comienzo de un nuevo paradigma religioso y social?
Evolución religiosa
Al parecer, el sentimiento religioso surgió con el advenimiento del homo sapiens hace unos 250.000 años. En las tribus primitivas basadas en la caza y en la recolección, había creencias religiosas pero sin determinar. Posteriormente, con la sociedades nómadas dedicadas a la ganadería, surgen lo que algunos especialistas llaman la religiosidad del padre (es el caso de los patriarcas); se cree en el dios o dioses en el que cree el jefe de la tribu o del clan.
Desde hace unos 4.500 años, con la sedentarización a partir del invento de la agricultura, comienzan propiamente las religiones. Éstas sirven para estimular la creencia en un dios o dioses para cada pueblo; pero también para mantener la identidad cultural y religiosa de las diversas colectividades, así como apoyar la hegemonía del poder político o monárquico sobre las mayorías empobrecidas campesinas. El dios o dioses de los reyes han de ser obligatoriamente el dios de los súbditos y esclavos.
Las religiones, en gran parte han servido (y siguen sirviendo), para justificar y mantener la explotación de la clase oligárquica y su élite política (ya estén compuestas de amos, señores o patronos), sobre la clase trabajadora (ya sean campesinos, obreros o empleados).
Paradigma revolucionario
Hace unos 3.200 años en la península del Sinaí, comienza una nueva religión, la yahvista. Pues el Dios de los hebreos se aparece a Moisés para afirmar: -ante la opresión de mi pueblo a manos de los egipcios, vengo a liberarlo (Ex 2,8). Luego, en las montañas de Palestina se forma una nueva nación (Israel), compuesta de con diferentes etnias oprimidas (huidos de Egipto, empobrecidos emigrados del Sinaí y esclavos escapados de las ciudades-Estado cananeas). Se afianza el Dios de los oprimidos (Yahvé) contra los dioses de los opresores.
Jesús (hace unos 2.000 años), reafirma su fe en el Dios de los pobres al que le llama Padre, en consonancia con Moisés y el profeta Isaías, al comprometerse por liberar a los oprimidos y dar buenas noticias a los pobres (Lc 4,18).
Pero, tanto en el judaísmo iniciado por Moisés como en el cristianismo formado sobre el testimonio y mensajes de Jesús, compiten la religiosidad antigua (a favor de los enriquecidos y poderosos) con la religiosidad nueva y salvadora (la de los empobrecidos y reprimidos).
La crisis religiosa actual
Las religiones en sus dimensiones opresoras y liberadoras, surgieron y se desarrollaron en el marco de sociedades agrarias. Pero desde la revolución industria hasta la fecha, han ido progresando en el Primer mundo sociedades muy tecnificadas debido a los avances de la ciencia; aunque todavía sigan perviviendo sociedades campesinas o semi-campesinas en el Tercer mundo.
Ello ha provocado una crisis de religiosidad, pues los ritos, liturgias, instituciones y concepciones de las religiones válidas para las sociedades agrarias, en gran parte no están sirviendo para las sociedades urbanas y avanzadas del siglo XXI. Al mismo tiempo se ha pasado de un dios para cada nación y/o religión, a un solo Dios que se manifiesta en todos las religiones, aunque de distintas formas de acuerdo con la diversidad cultural. Crisis que se agudiza con el choque de las dos cosmovisiones espirituales: la de las minorías hegemónicas y la de los teólogos de la liberación.
La reforma de las religiones en general y la de la Iglesia en particular, han de tener en cuenta: a) el paso de sociedades campesinas a sociedades urbanas, b) de culturas míticas a cosmovisiones científicas, c) de absolutismos monárquicos a democracias formales, d) de la unidad de la religión con la monarquía a la separación de Iglesia/religión y Estado; e) de un dios para cada religión a un mismo Dios para todas las religiones.
Aun así, todo ello sería incompleto si no se tiene en cuenta el paradigma religioso revolucionario promovido por Jesús. Las iglesias y religiones han de ser instituciones solidarias con los pobres y contestatarias contra los opresores, bajo el criterio pacifista del amor a amigos y enemigos y con la finalidad de conseguir el respeto a la dignidad y los derechos humanos de los marginados, así como la igualdad, la justicia y la paz entre personas y pueblos ya sea desarrollados o envías de desarrollo.
Cada religión deberá aportar lo esencial de su fe al bien común universal. Los cristianos aportamos el testimonio humano-divino de Jesús.