Según el vaticanista Vittorio Messori, «la estrategia de la recuperación de la Tradición, iniciada por Juan Pablo II, toma con Benedicto XVI un éxito notable, en la perspectiva del antiguo proyecto ratzingeriano de una ‘reforma de la reforma’ y no sólo de aquella litúrgica». Messori es considerado como una de las personas mejor informadas sobre los dos últimos pontífices. Sus declaraciones confirman lo que es línea maestra de los dos últimos papados.
Messori entrevistó al superior general de los «lefebvrianos», mons. Bernard Fellay, que le ha declarado que el Motu Propio del Papa Benedicto XVI que permite el uso del Misal de 1962 como forma extraordinaria de celebración de la Misa «no es un paso, sino un salto» de peso histórico.
Fellay considera que «éste es un día verdaderamente histórico. Expresamos a Benedicto XVI nuestra profunda gratitud. Asimismo, sostiene que la «normalización» de la Misa «que no es la de San Pío V, sino de la Iglesia de siempre», es «un acto de justicia, es una ayuda sobrenatural extraordinaria en un momento grave de crisis eclesial». «La reafirmación por parte del Santo Padre de la continuidad del Vaticano II y de la misa nueva con la Tradición constante de la Iglesia nos empuja a continuar con la discusión doctrinal. ‘Lex orandi, lex credendi’: se cree como se reza. Y ahora se reconoce que, en la misa de siempre se reza ‘adecuadamente’. Este documento es una etapa fundamental en un recorrido que ahora podrá acelerarse, esperemos que con perspectivas reconfortantes, también en la cuestión de la excomunión».
El obispo cismático conversó con el periodista desde la sede de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, que agrupa a los seguidores de Marcel Lefebvre y actualmente cuenta con 481 sacerdotes, 90 hermanos laicos, 206 religiosas, 6 seminarios, 117 prioratos, 82 colegios, 6 institutos universitarios, 450 lugares de culto en 62 países del mundo, y al menos medio millón de seguidores.
Según explica La Razón al reproducir la entrevista, las reacciones de Fellay son «más positivas de lo que podría prever cualquiera que conozca la complejidad del dossier abierto desde hace decenios con la Santa Sede: la Misa no sólo en latín, sino según el antiguo ritual, es desde siempre la bandera lefebvriana más significativa. Pero los propios disidentes han insistido siempre en el hecho de que la nueva liturgia eucarística no es más que la expresión de una orientación en muchos puntos inaceptable, asumida tras el Vaticano II por la Iglesia Católica. Así, en ciertos ambientes tradicionalistas, a menudo se ha dicho que un decreto como el aprobado por el Papa Ratzinger no sólo no habría sido suficiente, sino que de alguna manera podría ser incluso desviador, reforzando los equívocos». Son positivas sin duda, pero dejan claro su insistencia en el resto de las cuestiones controvertidas y no insisúa siquiera un retorno a corto plazo al seno de la iglesia católica.