Urge crear estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales. (Documento Final de Aparecida Nº 384)
Montevideo, 3 de mayo de 2011 –
Hemos leído con gran atención los conceptos y si se quiere el análisis coyuntural de la realidad histórica de la Iglesia hoy que nos ha entregado el Padre Iriarte, es una valoración muy extendida dentro del pueblo de Dios que peregrina en Suramérica*
pero entendemos que lo que este análisis conlleva es en realidad, retomar la recepción de la primera hora por parte del pueblo de Dios, del Concilio, es decir nos habla de un periodo ciertamente indefinido, que nos sitúo en una verdadera primavera eclesial que llamamos post-concilio…asociado en este sentir a el impresionante destello del Espíritu que proveniente del concilio, se asocio a esa gran intuición que es Medellín y al famoso pacto de las catacumbas** .
Nosotros creemos que en la maduración del tiempo, desde el preconcilio y después de vivir un verdadero invierno eclesial, por las posturas doctrinales y pastorales de Juan Pablo II y de la curia romana, erigida en poder absoluto que desplazo a la intuición conciliar y a los sínodos, como gobierno central de la Iglesia, estimamos que podemos avanzar algunos pasos más…Pero para desarrollar mi pensamiento, los invito antes a leer el excelente trabajo del Padre Iriarte agradeciendo a AMERINDIA, la socialización del mismo (en un trabajo que es constante en ese prestigioso portal y asociación de teólog@s y pastoralist@s)
“ LA IGLESIA SEGÚN EL CONCILIO VATICANO II
P. Gregorio Iriarte o.m.i.
ÍNDICE
1-. Una nueva imagen de Iglesia.
2-. Una comunidad eclesial de iguales.
3-. La tensión permanente entre clérigos y laicos/as.
4-. El laicado en los documentos de la Iglesia.
5-. La participación de los laicos/as es un derecho y un deber.
6-.Propuestas para enfrentar estos problemas.
Una nueva imagen de Iglesia
Antes del Concilio Vaticano II la Iglesia se definía a sí misma como “Sociedad Perfecta”, y se la identificada plenamente con la Jerarquía. La Iglesia estaba constituida, sobre todo, por el clero (el Papa, los obispos, los sacerdotes, los religiosos…) El pueblo cristiano constituido por todos los bautizados en la fe católica, no eran más que simples “fieles”, meros cumplidores de las normas establecidas por el poder eclesiástico central.
Era una Iglesia centrada sobre sí misma, triunfalista y recelosa frente a nuestro mundo. Era la Iglesia de cristiandad añorando los antiguos tiempos en los que caminaban unidos “la cruz y la espada” y donde el poder religioso y el poder político iban de la mano.
Frente a esa imagen de Iglesia piramidal y eclesiocéntica, centrada sobre sí misma e identificada con la Jerarquía el Vaticano II esbozó otra imagen bien diferente: una iglesia humilde, santa, pero necesitada de conversión, una Iglesia signo y sacramento de universal salvación que debe actuar en el mundo como fermento transformador. Según la imagen de Juan XXIII, el vaticano II fue “un abrir ventanas para que entrara una corriente de aire fresco y renovador”.
El Concilio Vaticano II, dejando de lado la concepción de la iglesia como un “poder sagrado” la define como “pueblo de Dios”, un pueblo de iguales, de “comunión, donde la autoridad debe ser ejercida como un servicio y no como un poder o un honor.
Una comunidad eclesial de iguales
En su Primera Carta de San Pedro se nos dice que los fieles cristianos son “un pueblo sacerdotal” y que constituyen ”una asamblea santa” (1 Pe 2,9) Es lo que cantamos : “Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal, pueblo de Dios, bendice a tu Señor”
La mayoría de los cristianos siguen pensando, equivocadamente, que la Iglesia es, ante todo, una institución jerárquica y por lo tanto, totalmente diferenciada. Sin embargo, no es así.
El Concilio Vat. II fue muy explícito al insistir que en la Iglesia no hay (no debe haber) ninguna desigualdad:
“El Pueblo de Dios” por Él elegido, es uno: Un solo Señor, una fe, un bautismo Es común la dignidad de los miembros: común la gracia de la filiación; común la llamada a la perfección. Una sola salvación, única la esperanza e indivisa la caridad. No hay, por consiguiente, en la Iglesia ninguna desigualdad” (LG.32)
Sin embargo, debemos reconocer francamente que en la Iglesia persiste, a pesar de la doctrina clara el Concilio, una mentalidad y unas prácticas discriminatorias de autoritarismo y de verticalismo
En el concepto del Concilio, la igualdad fundamental de todos sus miembros está por encima de la desigualdad que pueda venir de la distinción entre clérigos y laicos o entre religiosos y seglares. Por lo tanto, no debe entenderse como si los obispos y los sacerdotes estuvieran arriba, instituidos en el “poder” y los laicos abajo como simples fieles, pasivos, sin voz ni voto.
Hay dos planos en la constitución de la Iglesia que debemos distinguir: una realidad esencial, profunda, sustantiva… en la que todos coincidimos como creyentes en Jesús de Nazaret, y formando la comunidad que denominamos “Pueblo de Dios”.
Junto a ella y a su servicio hay también un sector de carácter relativo por el cual nos diferenciamos en las funciones: es lo denominamos como “clero” (obispos, sacerdotes, religiosos…)
Esa diferencia es solamente relativa. Son ministerios o servicios instituidos para el buen funcionamiento de toda la comunidad católica. Ser obispo o ser sacerdotes es un servicio, no para sí, sino orientado plenamente hacia el bien de la comunidad.
Esto es lo que nos dice el Concilio y exige de nosotros un profundo cambio de mentalidad en nuestro pueblo cristiano, En efecto, vemos que, no solamente entre la feligresía, sino también en no pocos sacerdotes y religiosos, está todavía muy presente la idea de una Iglesia jerarquizada y desigüalitaria por su naturaleza.
El Concilio añade: “Aunque es verdad que algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos en la Iglesia como Pastores, no obstante, se da una verdadera igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción común de los creyentes para la edificación del Cuerpo de Cristo ( L.G., 32)
No obstante se ha creado entre nosotros una “sociedad de desiguales”, debemos tomar conciencia de la común dignidad” de todos los miembros del Pueblo de Dios frente a aquellos que defienden y acentúan las diferencias. Sea en la forma de vivir, sea en el trato autoritario frente al pueblo.
San Agustín, el Doctor de la Iglesia que más influencia teológica ha tenido a lo largo de la historia, fue elegido democráticamente por el pueblo. Él desarrolla en forma muy clara y profunda lo que debe ser la unidad en la Iglesia:
“Si me asusta lo que soy para ustedes, me consuela lo que soy con ustedes. Para ustedes soy obispo, pero con ustedes soy cristiano. Obispo es el nombre de una función, pero cristiano es el nombre de una gracia. Obispo es el nombre del peligro, cristiano es el nombre de salvación”(LG3
La tensión permanente entre clérigos y laicos
Debemos reconocer que dentro de la Iglesia se da una cierta tensión, que va en aumento, entre el concepto y la función de clérigo y la función del laico en la Iglesia. Son muchos los que ven a la Iglesia como muy jerarquizada y muy clerical. Hace cada vez más generalizado y más urgente el deseo de que nuestra Iglesia sea más laical y menos clerical, más democrática y menos jerárquica, más popular y menos patriarcal.
Esta tensión la concretizamos en el clásico binomio: clérigo-laico. Vemos que, por un lado, se alienta a los laicos y laicas a que asuman una mayor responsabilidad en la sociedad y en la Iglesia, pero constamos, a su vez, que las restricciones para que asuman esas responsabilidades son muy estrictas y prohibitivas. Se quiere que el laicado desarrolle responsabilidades. Se quiere que vuelen con autonomía, pero se les recorta las alas.
El laicado en el Documentos d la Iglesia
Los documentos pastorales de la Iglesia hablan de una manera muy positiva de los laicos/as y reconocen que su labor evangelizadora, no solo es positiva, sino necesaria, ahora más que nunca. La Iglesia reconoce de un modo especial la entrega y la colaboración de la mujer. Se afirma repetidas veces que “es la hora de los laicos” y que son ellos, hombres y mujeres, los protagonistas en la nueva evangelización.
Se dice que ellos no son clientela de la Iglesia, sino receptores activos con una misión específica con su propio carisma y vocación.
El documento de Aparecida lo dice claramente:
“Los fieles laicos/as son cristianos que están incorporados a Cristo por el Bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de la funciones de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. Son hombres (y mujeres) de Iglesia en el corazón del mundo y hombres (y mujeres) del mundo en el corazón de la Iglesia” (D.A. n.209)
El Documento de Aparecida especifica las funciones del laico/a en la pastoral:
Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesites locales, bajo la guía de sus pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles espacios de participación y a confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos desarrollen, de manera responsable, su compromiso cristiano. (D.A,211)
Aparecida es aún mas explicita acerca de las responsabilidades de los laicos/as en la evangelización.
“Para cumplir su misión con corresponsabilidad, los laicos/as necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política o cultural” (D.A. 212)
Hoy, toda la Iglesia en América Latina quiere ponerse en un estado de misión. La evangelización del Continente no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos. (D.A. 371)
Los laicos no solo deben ser colaboradores eficaces en la implementación de los valores del Reino, sino, además, “deben participar en el discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y a ejecución de las tareas pastorales”. (D.A. 371)
La participación del laico/a es un derecho y un deber
Mons. Damasceno, recientemente nombrado Cardenal, dice. “Es necesario abrir espacios para los laicos/as, no solo porque falten actualmente sacerdotes, sino porque es un derecho y un deber de los laicos en virtud de su bautismo”.
Para una auténtica promoción del laicado hay que partir del verdadero concepto de laicos que tiene la Iglesia en su doctrina.
Predomina, lamentablemente, aún entre los sacerdotes la idea de considerar al laico y a la laica como colaboradores, como elementos auxiliares. Deben colaborar pero resulta que no se les da ningún poder de planificación o de decisión…. Son buenos y, sobre todo, “muy buenas” para la catequesis, para limpiar la iglesia, para adornar el altar… El laico no es un elemento de segunda clase, ni mucho menos un cliente de evangelización. Es Iglesia, con todos los derechos y responsabilidades. (A.Cabrerizo)
Como dice Clodovis Boff : “La forma cristiana seglar es, en cierto sentido, la forma más importante de vivir la fe hoy, ya sea porque es lo que vive la mayoría absoluta del Pueblo de Dios Los obispos, el clero y los religiosos/as son una ínfima minoría, ya sea por la crisis vocacional que afecta terriblemente al sacerdocio y a la vida religiosa, ya porque toda la acción del clero está orientada hacia el pueblo de Dios.
Esta crisis de identidad y las deficiencias del compromiso laical se manifiesta de diversas formas:
Existe de cierta mentalidad clerical en mucho agentes de pastoral (Doc. S.D 93)
Muchos laicos limitan su compromiso a tareas dentro del ámbito eclesial. (id)
Hay poca valoración, tanto de parte de los sacerdotes como en el pueblo, del carácter secular que constituye la identidad propia y específica de los laicos y laicas.
Falta de formación e interés por la teología y por la profundización de la Palabra de Dios.
Carencia notoria de conocimientos y de aplicación práctica de la Doctrina Social de la Iglesia.
Escaso acompañamiento de los sacerdotes a los laicos/as en su compromiso socio-político.
No se da, por lo general, una participación real de los laicos en la planificación pastoral.
Se percibe actualmente en muchos laicos/as, sobre todo en los integrantes de ciertos movimientos católicos, tendencias hacia una espiritualidad intimista e individualista, alejadas de un compromiso auténticamente evangelizador.
Va haciéndose presente cada vez con más fuerza en el laicado el relativismo moral, así como la crisis de valores: el individualismo, el consumismo, el hedonismo….
Propuestas frente a estos problemas
Nuestra Iglesia tiene que renovarse profundamente para dar una respuesta evangelizadora a nuestro mundo. Para ello hay que pasar:
Desde Iglesia clerical a una Iglesia más laical.
Desde un Iglesia verticalista a una Iglesia más democrática.
Desde una Iglesia patriarcal a una Iglesia popular.
Desde una Iglesia autoritaria a una iglesia más dialógica.
Desde un Iglesia a la defensiva a una Iglesia propositiva.
Desde una Iglesia sacramentalista a una Iglesia evangelizadora.
Desde una Iglesia recelosa del mundo y la de la posmodernidad
a una Iglesia trasformadora de esa misma realidad.”
La primera cosa queremos reafirmar de lo dicho por Iriarte, es la siguiente… La Iglesia no tiene sentido en si misma, su sentido, es extender el servicio que el Señor da al mundo…, su principal sentido tiene que ver con la construcción del Reino de Dios, en medio de la humanidad… y agregamos nosotros(entendemos que desde el magisterio más genuino) …que allí existe un ámbito propio en donde el laico desarrolla su vocación más profunda, que es aquella que lo lleva a que junto con todos los hombres (creyentes o no, de diversas corrientes filosóficas, ideológicas, políticas, religiosas), se construya cotidianamente una red de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales, espirituales, tanto personales, como institucionales, desde donde se elaboran vinculaciones, relaciones, valores, hábitos sociales que dan identidad a sociedades enteras y a un país…
Esta identidad cultural, siempre en construcción, se hace dese esa red, desde la que participan los laicos, con todos los hombres (que por supuesto abarca las relaciones afectivas, espirituales, sociales, económicas, políticas etc), que significara la construcción colectiva de valores y modelos, que generaran o no… los cambios necesarios para ir construyendo un mundo más justo, humano y fraterno… (Por donde entendemos que ira adviniendo la realidad del Reino de Dios- Cfr Puebla 226)…
Este ámbito, que debe tener como una de sus características, la encarnación de valores, debe sin embargo gozar de la más clara de las autonomías, a tal punto, que la experticia de moverse en este tipo de ámbito, la tienen únicamente los laicos y es en ese ámbito, en donde los laicos cumplen con un compromiso al que alude con notoria gravedad el mismo concilio…al señalar el escándalo de separar la fe y la vida (Cfr Gaudium et Spes Nº 43)…
Es entonces como dice Puebla, el ámbito propio del laico…que es donde el mismo se transforma en hombre de Iglesia en el corazón del mundo y de hombre del mundo en el corazón de la Iglesia (Cfr. Puebla 786), esto implicará un conversión mutua, al Reino, para descubrir en el corazón de la Iglesia las necesarias transformaciones que su Señor le pide, desde su presencia en medio de los que luchan por su liberación en el mundo…conversión que debería ir configurando su rostro eclesiológica y pastoral…Es decir lo que en Aparecida se llama Conversión Pastoral (Cfr. Aparecida- en el futuro Nº 365-370)…
Avanzando en este tema, diremos que es buena la creación con participación familiar y vecinal e incluso ambiental de comunidades capaces de reunirse en la casas de las gentes…(Cfr. Aparecida Nº 372) de tener una presencia en el barrio, en el ambiente en donde se desenvuelve y sea ella un ámbito de participación de explosión de nuevos carismas y ministerios…El carisma y porque no el Ministerio del facilitador barrial, aquel vecino que tiene la capacidad de unir a otros vecinos en proyectos humanizantes, para el mejoramiento de la calidad de vida de los vecinos, especialmente los más desposeídos y pobres, sean cristianos o no…desde la perspectiva social, económica y también política, entendiendo que toda acción de transformación de la realidad es acción política y que desarrollan justamente al responder a su vocación más profunda como laicos en Iglesia…
Es por esto que no deberán rehuir a su responsabilidad social y política…ejercidas desde el mundo y junto a hombres, de diversas tradiciones religiosas o simplemente no creyentes…En esta hora la lucha por la liberación de los pueblos, en donde la embestida neoliberal se refuerza…y es necesario redoblar nuestro combate a la injusticia, a la explotación y al sufrimiento de los más pobres y pequeños, junto a todos los hombres, descubrimos, en Él…que es esta una característica constitutiva del discípulo de Jesús…(Cfr Aparecida 384)
Estamos describiendo la realidade lo que llamamos comunidades eclesiales de base…en donde la interacción sobre la realidad, junto a todos los hombres de buena voluntad, sean creyentes o no…pertenezcan a mi tradición religiosa u a otra…se vuelve un imperativo de Fe
Es desde esta perspectiva que debe configurarse la conversión pastoral y doctrinal de la Iglesia…y desde el laico aportando su experiencia en el mundo, deberá generarse la necesaria conversión eclesial, desde lo que le es propio, su ser y su hacer en el mundo…no como algo ajeno a la esencialidad de la Iglesia, si no como configuración propia del rostro de la Iglesia…
A tal punto que decimos que la Iglesia presente en el barrio…es la ceb´s o pequeña comunidad de ese barrio…aunque no haya ministros ordenados, no para plantear un argumento confrontativo con los ordenados, sino para que entendamos juntos …que la Iglesia esta constituida por el pueblo de Dios y como dice Iriarte y como ha dicho algún magisterio, debe valorarse como una verdadera eclesiogenesis…que la primera línea del Espíritu Santo, que esta haciendo nuevas todas las cosas, son los laicos en el mundo…
Creemos que esta conversión, exige que los ordenados, aprendamos a ser servidores…que sepamos empequeñecernos, para que el Pueblo de Dios crezca…Tal vez por eso, muchos hoy sentimos que los ministerios no ordenados, que ejercen los laicos, nacidos en el calor de una comunidad eclesial de base, o en una pequeña comunidad, configuran con más claridad, docilidad y flexibilidad lo que el Espíritu nos requiere hoy…
Tal vez por eso muchos pensamos que el ministerio del diacono permanente, es sacramentalmente ministerial y ordenado…pero sociológicamente es laico (comparte las angustias y las riquezas de tener esposa e hijos, de ganarse la vida con su trabajo y de sentirse convocado a la transformación de la realidad con todos los hombres desde la acción gremial y política…expresando ese servicio, esa síntesis, que sentimos que El Espíritu Santo le pide a la Iglesia de hoy…Pero es justo decirlo, también hay presbíteros y algún obispo que lo vive de esta manera…como un servicio humilde, no de quien tiene poder y manda, sino de quien es discípulo… escucha y discierne desde el corazón del Pueblo de Dios…
* Suramérica, es un termino acuñado en los ámbitos latinoamericanistas y antiimperialistas, que nombra a los territorios de Sur y Meso América, incluyendo a México…incluso algunos autores, hablan de la inclusión de cuarto mundo…es decir de la infinidad de oprimidos que viven en Canadá y EE.UU. (como las naciones indoamericanas y otras minorías)
** http://www.elheraldodesaltillo.com/opinion/p2_articleid/24250