La II Asamblea eclesial de Chile, realizada a comienzos de junio 2013, estableció, como un primer gran desafío para la pastoral de la iglesia, lo que llamó ?Crisis de fe y búsqueda de sentido??. Es bueno acercar la lupa a un enunciado de ese calibre.
Porque, en primer lugar, pareciera que no hay tal crisis de fe. Lo que hay es decepción, desprestigio, falta de credibilidad, desconfianza en los parámetros que hasta hace poco eran pilares de la estructura social: las instituciones, incluida desde luego la iglesia. Hace tiempo que las encuestas de opinión vienen marcando este hecho.
Los clásicos poderes del Estado, el parlamento, los partidos políticos, las organizaciones religiosas, las fuerzas armadas y de orden, los órganos de justicia, el prestigio de las personalidades nacionales, la gran banca y sus aliados de la industria, el comercio, las empresas, los colegios profesionales, ciertas organizaciones sociales??En fin, todo está en un declive de confianza popular. Las encuestas hablan por sí solas, aunque también ellas están desprestigiadas.
Pero no es que la fe social vaya desapareciendo; simplemente va buscando otras seguridades que acrediten su fortaleza y permanencia, u otra alternativa que por lo menos consuele, entretenga y sirva de opio generalizado.
En el caso de esto último están el deporte llevado a la sacralización, el chauvinismo nacionalista expresado hasta la euforia total, la banalización del arte, la belleza y la cultura convertidas en chatarra de farándula y explotadas al máximo por la empresa El Mercurio (a través de su periódico Las Ultimas Noticias) y los grupos de empresarios, algunos de ellos beneméritos de la iglesia católica, que se han adueñado de la TV que en sus comienzos fue de rango universitario y con el tiempo se ha ido convirtiendo en un espacio que hay que llenar con noticias truculentas, con comerciales interminables y con ombligos, traseros y tentadoras delanteras que dejan en ridículo a la de la selección de Chile.
En sentido religioso, decir que la sociedad de hoy no tiene fe es decir algo grave. Decir que la sociedad actual no tiene fe es decir que no tiene sentido de trascendencia y eso es un insulto. Puede que no tenga fe en el dios que le hemos presentado y en eso tienen razón. Pero decir que no tiene sentido de fe religiosa es decir que se le niega al ser humano de hoy día el dinamismo de la inteligencia por el que se relaciona con el mundo, con los otros, con la vida.
En cuanto a la búsqueda de sentido, señalado en la II Asamblea como signo de la actual situación, hay que decir que desde que la humanidad es tal que anda buscando el sentido de todo lo que experimenta, ve, supone o padece. Y en esa búsqueda ciertamente que da manotazos y entra por caminos que no conducen a buen término. Pero eso es parte de nuestra condición humana. Si no hubiera libertad para equivocarse el mundo entero sería un regimiento o un kínder escolar. La búsqueda de sentido de la existencia, y en ella de todas las cosas, es algo positivo, y para darle respuesta hay que proponer instancias que puedan responder positivamente a ese anhelo. Ahí está el desafío en el tema religioso: ofrecer caminos que interesen, que motiven, que involucren, que apasionen.
Para lograr esto, la II Asamblea estableció tres criterios pastorales. Acerca de ellos comentaremos más adelante.