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Reencender la llama -- Pedro Pierre

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El gran mensaje de la Semana santa es que ‘hasta de la muerte puede salir vida’, a imagen de las brasas bajo la ceniza. Por lograr reencender la llama hay que separar la ceniza, poner unos palitos y soplar sobre las brasas.
Siempre pueden renacer la esperanza y la dignidad.
Cuando miramos la situación de nuestro país, en particular la de los sectores más desfavorecidos, vemos mucha muerte y mucha ceniza.

Las muertes violentas proliferan por todas partes porque hay un sistema de gobierno
que despoja a los pobres y a la clase media, no se preocupa de crear empleo, reduce los gastos sociales como nunca, coopta todas las funciones del Estado, nos deja indefensos frente a los atropellos de toda clase… y todo eso para aumentar las riquezas de una minoría de privilegiados. La presidenta de la Asamblea se dedica a favorecer la aprobación de leyes que legitiman este robo descarado, la explotación de los trabajadores, el aumento de los impuestos, la fuga de capitales… Eso era de prever cuando elegimos a un banquero como presidente, tal como lo dejaba entender durante la campaña.

Los sectores populares están abandonados a su mala suerte y mucha gente, como en tiempo del feriado bancario, busca salir del país para encontrar mejor suerte en algún país extranjero. Hay mucha ceniza que quitar de los hombros de muchos ecuatorianos para reencender unas llamas de esperanza en un país donde se reparta un poco más equitativamente los bienes y las riquezas que producimos.

… Porque las brasas están allí, esperando. La pobreza como miseria es el peor de los males porque destruye lenta y seguramente a las personas, su dignidad y su autoestima. Por la pobreza no comen sanamente, no se curan adecuadamente, se reduce a las personas a la inutilidad, al subdesarrollo físico, intelectual, cultural… Se condena un país a autodestruirse, se facilita la corrupción descarada, el robo legalizado en las instituciones, la violencia física, la dominación de unos pocos sobre muchos… Nunca el precio del petróleo ha sido tan alto. Nunca, nos dicen, la
recaudación fiscal ha sido tan importante. Nunca como ahora los migrantes han mandado tanto dinero al Ecuador.

Nunca hemos estado en condiciones peores.
Mientras tanto hay grandes riquezas humanas y posibilidades sociales escondidas en la mente y el corazón de las personas. Todos tenemos pequeños y grandes talentos que se pierden si se no quita la posibilidad de desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás. Por eso que el papa Francisco afirma que este sistema neoliberal es “criminal y terrorista”. La mayoría de los ecuatorianos sobreviven porque conservan valores familiares que les permiten ayudarse, acompañarse, protegerse mutuamente. La mayoría de los ecuatorianos conservan este sentido
hereditario de comunidad, es decir, de tender la mano a aquel que la está pasando mal, compartiendo lo poco que tiene, dando aliento y consejos, animando a seguir enfrentando las dificultades. Las brasas de la esperanza siguen vivas y sólo esperan transformarse en llamas.

Felizmente por muchas partes vemos la conformación de pequeños grupos, asociaciones, comités, organizaciones, comunidades… que inventan nuevas maneras de vivir y convivir, mejorando su manera de comer, de proteger su salud, de cuidar el medio ambiente, de entender la catástrofe que se nos impone, de formarse y
organizarse para defender sus derechos, promover el bien común, organizarse para protegerse de tanta maldad que nos rodea. El papa Francisco impulsa a los católicos a renovar las parroquias y las diócesis para que desaparezca la comodidad excesiva, la reducción de la fe a un espiritualismo individualista, el autoritarismo de muchos sacerdotes y obispos…

Invita el papa a abrir nuevos caminos regresando al mensaje y testimonio de Jesús de Nazaret en favor de los pobres y del Reino que vino a inaugurar, un reino de Dios en la tierra hecho de relaciones fraternas, justas, equitativas, inclusivas… Eso es la leña que permite a las brasas transformarse en llamas y aportar el fuego que necesitan nuestros corazones y nuestras mentes para hacer retroceder la miseria, la indiferencia, la insolidaridad, el egoísmo, el derroche…

Necesitamos las llamas de un fuego interior que renueva nuestro espíritu y nuestra mente para curarnos de las tentaciones del individualismo y el consumismo. Un fuego interior que madure las virtudes dormidas en cada una y cada uno de nosotros. Que lo mejor salga a flote y sepamos reconocernos como hermanos que necesitamos unos
de otros para salir adelante y vivir mejor. Necesitamos ese fuego interior que se transforme en organizaciones que velen por el bienestar de todos y exijan transformaciones estructurales y sustitución del actual sistema neoliberal.

Un fuego interior que habite y despierte a nuevos líderes capaces de ser autoridades al servicio del bien común y de una patria donde quepan todas y todos.
Esa es la braza escondida en muchas y muchos de nosotros. Aprendamos a reconocer estas brazas dormidas en nuestras mentes y corazones, para que despiertan en llamas de esperanza que destruyen la maldad, la nuestra, la ajena, la estructural y calienten los ojos y el corazón de varones y mujeres que construyan un futuro digno de la vida y el país que nos merecemos. Una vida feliz es siempre posible si nos unimos, despertamos y encendemos las llamas de un futuro mejor, porque eso es nuestro destino, más allá de las cenizas de la maldad y de la muerte.

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