Redes Cristianas que agrupa a más de 40 organizaciones, movimientos y comunidades cristianas en España, quiere manifestar públicamente su repulsa y denuncia ante lo que está aconteciendo en lo que muchos no quieren llamar Guerra de Libia. No miramos para otro lado, estamos atentos a lo que pasa en el mundo y calificamos esta agresión militar de algunos estados occidentales, incluido el español, como una hipocresía que se ampara en la resolución 1973 de la ONU para apoderarse de las riquezas naturales de Libia, sobre todo gas y petróleo y además tener el control directo de los procesos políticos que se dan en el norte de África (Túnez, Egipto, Libia) y en las petromonarquías del Golfo Pérsico. La ONU, como organismo internacional para mantener la paz en el mundo, no puede moralmente “dar permiso para matar y destruir”, como están haciendo, amparándose en esa resolución.
El desarrollo de los ataques sobre Libia está poniendo de relieve, como tantas otras veces, que esta guerra no puede ser legal, pues aunque se conceda alguna legitimidad a la ONU, -manipulada por unos pocos países-, no se está respetando la resolución 1973, que sólo autoriza a intervenir “para proteger a las poblaciones civiles”. También ahora, con el mismo cinismo que en guerras anteriores, se recurre desde los grandes medios de comunicación, al discurso de los “Derechos Humanos”.
Pero nadie con un nivel mínimo de información puede ya creer a gobiernos que en tantas ocasiones han provocado masacres sobre millones de personas y depuesto a gobernantes que no se plegaban dócilmente a los intereses de sus multinacionales. El terrible sufrimiento que vienen provocando en Iraq y Afganistán – con el pretexto del burka o las armas de destrucción masiva – nos debe recordar que siempre que hablan de “intervención humanitaria” están preparando un gigantesco robo “a mano armada”.
No es difícil advertir el cinismo de estos Estados y multinacionales de la explotación y la guerra manteniendo al tirano contra su propio pueblo mientras defiende los intereses de ellos –como parece ser el caso de Gadafi-, pero que no dudan en masacrar a todo el pueblo para derrocarle cuando el tirano se crece y se opone a sus dictados. Apoyamos a la población civil que trata, con medios pacíficos, de crear condiciones más democráticas en sus países. Esto incluye el apoyo al derrocamiento de Gadafi. Sin embargo, condenamos el maniqueísmo de quienes únicamente proponen un medio para lograr dicho fin: una supuesta ‘intervención armada humanitaria’ de la OTAN.
Lo mismo diríamos de otros muchos dictadores que oprimen a su pueblo aunque todavía no se hayan levantado. Nos podríamos preguntar ¿Por qué intervenir en Libia para proteger a la población civil y no intervenir en Bahrein, Yemen, Siria, Sudán, Costa de Marfil, o al mismo Israel respecto de Palestina? ¿Porqué una población civil debe ser protegida y otra no? ¿Quizás el Occidente considera Arabia Saudí, vinculada a los EEUU, como un régimen democrático?
Vivimos en momentos muy difíciles en que millones de trabajadoras y trabajadores atraviesan situaciones dramáticas de supervivencia, se recortan por todos lados derechos y prestaciones sociales, se destruye empleo día a día y se niega una esperanza de futuro a tantos jóvenes, el dispendio económico de una nueva guerra resulta aún más INTOLERABLE. Hoy, más que nunca, es necesario gritar bien alto: ¡Ni un euro para la guerra! ¡Los gastos militares para derechos sociales!
Como creyentes en Jesús de Nazaret, estamos en contra de todas las Guerras y además estamos convencidos de que hay otros muchos cauces de presión política y económica a disposición de los Estados más poderosos y de la misma ONU, -que, para ser de todos, necesita una urgente desprivatización- sin necesidad de tener que recurrir a la intervención militar que solo genera más injusticia.