Recuperar la sinodalidad del Pueblo de Dios -- Benjamín Forcano

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Benjamin Forcano2Una reforma eclesial en clave sinodal
En la mente del Papa Francisco hay una pregunta primera al convocar la sinodalidad del pueblo de Dios: ¿Somos los cristianos espejo de la cara fundacional de la Iglesia? ¿En sus 2000 años de historia, la imagen que hemos proyectado responde a la que Jesús nos dejó o la hemos tergiversado? ¿Y la imagen que hoy proyectamos es fiel copia o triste caricatura?

Nos congratulamos de que el Papa Francisco convoque a la Iglesia a una sinodalidad participativa desde un caminar juntos en el ser y en el obrar. Da a entender que le importa mucho dejarse interpelar por la totalidad de los cristianos y asumir como signo de un caminar juntos, sus heridas y frustraciones, sus anhelos y esperanzas, su dignidad y derechos , sus propuestas.

Son muchos los estudios que narran este caminar histórico de la Iglesia. Por nuestra parte, intentamos señalar la evolución y cambios más fuertes en estos 20 siglos , fruto de un modelo de Iglesia que, si bien mantuvo entre sus fieles el seguimiento de Jesús, arraigaron en ella serios desvíos, que marcaron en su interior una profunda desigualdad.

Buscar las causas de esa desigualdad nos pondrá en pista para describir dentro del marco histórico la configuración de cuatro imágenes fundamentales de la Iglesia:
1.Imagen primigenia-fundacional
2.Imagen política constantiniana (siglo IV).
3.Imagen absolutista de la Reforma Gregoriana (siglo XII )
4.Imagen moderna del concilio Vaticano II (siglo XX).

El contraste entre esas diversas imágenes ,resalta la disonancia entre la imagen fundacional y las que aparecen desde el siglo III hasta la moderna del concilio Vaticano II. Una evolución que nos convoca a un discernimiento, para poder separar lo propio y verdadero de lo extraño y opuesto al proyecto originario de Jesús.
En esa evolución aparece predominante la imagen de una Iglesia doble: CLERICAL / LAICAL : gobernante y gobernada, docente y discente, santificadora y santificada, superior e inferior. Y es para la que el Papa Francisco, fiel al Vaticano II, convoca a restaurar.

1.Imagen fundacional de la Iglesia
La visión exegético-eclesial actual resulta imprescindible a la hora de precisar este punto. Los primeros discípulos de Jesús acogen su llamamiento y les dice que si quieren seguirle y enrollarse en su movimiento es para inaugurar el Reino de Dios, lo cual no es posible sin tener hambre y sed de justicia, elegir ser pobre y entregarse con toda el alma a la liberación de los pobres (Mt, 5,6; 5,3 ; Lc 6,20).

Decididos a seguir a Jesús, les toca tras un no largo tiempo afrontar lo inesperado de su muerte como un tremendo fracaso. Ante ella, dan por acabado el plan de Jesús, huyen y lo dejan en absoluta soledad.
Tenían razón, al parecer , los dirigentes de Israel que actuaban en nombre de Dios.
Pero, de pronto se encuentran con un hecho inédito: el muerto en la cruz está vivo, resucitado. Y entonces les queda claro que sus pretensiones quedan refrendadas por Dios.

A partir de esta experiencia, congregados se sienten dispuestos para una nueva forma de existencia: surge la ek-klesia, llamada desde entonces la Iglesia. Impactados por la resurrección y unidos en un plano de igualdad, comienzan a crecer y formar diversas comunidades. En todas ellas, hay un discípulo de los que acompañaron a Jesús. Todos van con una actitud de servicio, sin anhelar puesto o cargo alguno.
Nace así, la Iglesia como parte integrante de la vida, muerte y resurrección de Jesús, que irá adquiriendo formas diversas. Pluralidad que no impide que en el primer milenio aparezca como punto central la comunión, en tanto que en el segundo será la institución eclesiástica de la Jerarquía.

En el siglo I, en medio del judaísmo y de la necesidad de abrirse al mundo pagano, lo que importa de verdad es la transmisión del Evangelio, vivido y practicado, más que la forma de organizarse los dirigentes de la Iglesia.
En los siglos II y III siguen las comunidades cristianas con su protagonismo. Se reunían en torno a un supervisor, el obispo, sin dejar de ser artífices de su propia vida e iniciativas; se saben portadoras de la tradición recibida de los apóstoles de Jesús.

Los obispos aparecen en tan profunda comunión con el pueblo, que elegir a los obispos lo hacían las comunidades, con el gesto de la ?mano alzada?? e imposición de manos. Es el pueblo quien tiene poder para elegir obispos dignos y recusar a los indignos. ?El pueblo, que va a ser presidido por el obispo, afirma Cipriano, tiene que ser elegido por él??.
En el siglo III ocurre un cambio importante: el primero que debe presidir las celebraciones es el obispo y por primera vez se le llama sacerdote. Poco después, ocurre lo mismo con el presbítero que lo suple.

Aparece por primera vez la sacerdotalización de obispos y presbíteros. No obstante, todavía la Iglesia no se divide en dos sectores: los clérigos con poder y los laicos sin él. Estamos todavía en unas Iglesia formada simplemente por cristianos.
La sacerdotalización de obispos y presbíteros se va haciendo cada vez común, lo mismo que la designación de lugares sagrados para la celebración del culto.

2.Imagen constantiniana de la Iglesia
En el siglo IV tiene lugar un cambio histórico de primera magnitud: el emperador Constantino establece una alianza profunda con la Iglesia, que implica serias novedades.
En el imperio se instaura una doble vida que se va alternando, la pontifical y la imperial. Aunque se produce una adhesión masiva y banal al cristianismo , se da por supuesto que todo el mundo es cristiano, se admite como normal la distinción entre clérigos y laicos, unos con poderes y activos, y otros sin poder y pasivos; unos celebrantes de la liturgia y otros, meros asistentes. Y así la Eucaristía pasa a ser celebración predominante y casi exclusiva de los clérigos

Pese a ello, las comunidades siguen participando en la elección de los obispos, que se mantienen integrados en la comunidad, la cual conserva viva la condición sacerdotal del pueblo de Dios. La división entre clérigos y laicos no llega a hacerse real hasta el segundo milenio.

El imperio, que proviene de una vida no cristiana, apoya y justifica las diferencias entre ricos y pobres, se construye cargando los impuestos sobre los más débiles y fomentando la vida fastuosa e injusta de los ricos.
No pocos Padres de la Iglesia critican esta situación, pero la Iglesia no es capaz de eliminar las causas de la pobreza y acaba por resignarse a ser portadora de una salvación que acontece en la otra vida.

El reino de Dios, que debiera transformar el mundo de los pobres y hacerse presente en la sociedad, se reserva para un lugar ultraterreno; la Iglesia debe ocuparse de las cosas eternas y no de las temporales. Planteamiento confirmado por el platonismo de algunos Padres de la Iglesia y que avanza propagándose en la Edad Media y llega hasta nosotros.
3. Imagen de la reforma gregoriana de la Iglesia
Tras esta mirada al primer milenio, se produce la reforma eclesial de Gregorio VII, que se caracteriza por dos hechos fundamentales.

1º) Acabar con la teocracia
Gregorio VII se propone acabar con la injerencia del poder temporal en la Iglesia que el imperio carolingio y romano-germánico venían ejerciendo considerándose como soberanos de todos los cristianos y estándoles subordinados también el Papa y los obispos. Son ellos , junto con los príncipes y señores feudales, quienes se apoderan de las diócesis y nombran obispos , pudiendo ponerlos o deponerlos a merced de sus deseos e intereses.

2º)Establecer la primacía del orden espiritual de la Iglesia
Gregorio VII trató de establecer un orden nuevo, ordenado a subordinar el poder temporal al espiritual; es el Papa quien tiene que determinar lo que es conforme a derecho y justicia. Y para asegurar dicho orden crea la institución de los cardenales como principio elector del Papa.

Comienza así una nueva etapa donde la reflexión teológica tiene como centro no la COMUNION de la Iglesia sino la DESIGUALDAD, con la creación de dos clases dentro de ella: unos a los que les es dado el poder de enseñar , santificar y gobernar (los clérigos) y otros a los que no (los laicos).
Como creyentes en Jesús, ya no todos son iguales; ser clérigo comporta un rango superior, propio de la jerarquía, con la cual acaba identificándose la Iglesia.

La comunidad cristiana deja de ser sujeto de la celebración eucarística, sólo el cura dice Misa y tiene el poder de consagrar. El cuerpo de Cristo ya no es el pueblo de Dios = la Iglesia, sino el cuerpo físico de Cristo, sobre el cual el cura realiza la transustanciación con la consagración. En consecuencia, la Misa resulta propiedad del sacerdote y puede celebrarla él solo.

El concilio de Costanza y la misma Reforma protestante intentaron reactivar la conciencia de que la Iglesia no está sólo en manos del Papa y del clero, sino en el sentir de todo el pueblo convocado por Dios. Pero, de hecho el pensamiento y estructuras medievales de la Iglesia se consolidaron y prolongaron hasta el Vaticano II.
4º)Imagen de la Iglesia en el concilio Vaticano II
Resulta paradógico que, al intentar captar la imagen primera de la Iglesia, hayan pasado siglos y se ha tenido que esperar hasta el Vaticano II.

1.UNO ES EL SE?OR
?Todos los hombres son llamados a la unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos , por quien vivimos y hacia quien caminamos?? (LG, 3).
?La iglesia es el pueblo elegido de Dios, que es uno: UNO es el SE?OR, uno el Bautismo, una la Fe, una la Esperanza, una la Caridad. Común la gracia de ser hijos de Dios y común la vocación a la perfección.(LG, 32)
?Su luz resplandece en la Iglesia, anunciadora de su Evangelio (Buena Noticia) que se hace presente con la llegada del Reino de Dios?? (LG, 1).
2. ANTE CRISTO Y LA IGLESIA
?No existe desigualdad alguna por razón de la estirpe, nacimiento, condición social o sexo, pues todos somos UNO en Cristo Jesús y todos somos llamados a la santidad?? (LG,32) .

En primer lugar, los rasgos descritos nos recuerdan que en el principio y en la raíz de la Iglesia está Jesús de Nazaret. Fue El quien convocó y desencadenó el movimiento de cuantos se comprometieron a seguirle.
En segundo lugar, los seguidores de Jesús, todos son llamados a lograr una misma perfección poseídos por una misma fe, una misma esperanza y una misma caridad.
En tercer lugar, el seguir a Jesús expresa un estilo de vida, que compromete a todos por igual, sin que se pueda atribuir a unos un grado de perfección mayor que a otros .

El Vaticano II deja establecido importantes aspectos de esta igualdad de todos los miembros de la Iglesia, devolviendo al pueblo el protagonismo perdido: el sacerdocio, la infalibilidad , el profetismo, la vocación universal a la santidad, la opción por los pobres.
Esta perspectiva constituye un auténtico progreso y le hizo producir efectos operativos muy profundos. Con el concilio sonó la hora de empujar a la Iglesia a lo que Jesús quiere de ella: una forma nueva de hacerse presente en la historia.

5º) Verdades primordiales de la nueva forma eclesial
Examinada en conjunto, esa nueva forma eclesial reviste múltiples aspectos pero importa subrrayar tres principales que configuran, dignifican y dan sentido a los demás:
-EL sacerdocio común, reproducción y perpetuación del sacerdocio de Jesús, que iguala la vida de todos sus seguidores.
-La Misa, que exige una urgente reintepretación de su significado original.
-Y el nuevo planteamiento de la Iglesia en su relación con el mundo.

1.EL SACERDOCIO COMUN

Los eclesiólogos no dudan en afirmar que en este punto la crisis afecta a todo un edificio eclesial montado sobre el olvido del sacerdocio común, que es una realidad básica de la Iglesia, en tanto que el sacerdocio presbiteral es un ministerio y como tal un medio subordinado a la realidad sacerdotal comunitaria, a la que sirve y preside.
La Lumen gentium en el n. 10 habla de un sacerdocio común, tan presente y exigente en los laicos como en la jerarquía, fundado en nuestra condición común de creyentes. En ese sentido, K. Rhaner dice que ?el sacerdocio común es, visto desde una medida última, el superior??.

El sacerdocio ministerial no tendría razón de ser si se lo desvincula del sacerdocio común, que es propiamente el que le hace existir. El sacerdocio bautismal es participación plena del sacerdocio de Cristo, sin que haya otro sacerdocio del mismo orden. Pretender aislar el sacerdocio ministerial del sacerdocio común como si fuera el único sacerdocio eclesial es una contradicción: ?La única posibilidad teológica del presbiterado y del episcopado consiste en repensar su vinculación con esa realidad insuperable que es el sacerdocio bautismal?? (W. Kasper).

Y resulta normal sugerir que para preservar la unicidad del único sacerdocio de Jesús, resultaría más adecuado no aplicar el término sacerdotes a los presbíteros sino el de ministerio o servicio = ministros, servidores.
2. LA MISA
¿Qué significa para la mayoría de los cristianos la Misa? ¿Realmente, la celebración de la Eucaristía es una memoria actualizada de la que en su última Cena nos propuso Jesús? ¿Nuestras Misas, nuestras custodias, nuestros ropajes, nuestras procesiones, nuestras calles cubiertas de flores nuestras músicas, las acogería y aprobaría Jesús?

Creo que urge reiterar el significado de la Eucaristía. Las palabras de Jesús en su Ultima Cena hay que entenderlas en su significado más obvio: el pan y el vino, que tomamos cuando nos reunimos para recordarle, son un símbolo de que necesitamos alimentarnos de El, hacer nuestra su propia vida, asimilarla para consumirla y derramarla en beneficio de los demás.
Sin pan no hay vida, sin la enseñanza y espíritu de Jesús no hay vida. Si en El y como El vivimos , seremos pan y vino que alimentan, que producen vida. El ha venido a dar vida: a suprimir la exclusión, la discriminación, el desprecio, la humillación, la soledad porque todos debemos ser los unos para los otros. Este es el camino para conocer, tratar y llegar hasta Dios.
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Y para ello, Jesús no exhibió títulos, cargos u honores que lo colocasen por encima de nadie; no dejó de ser lo que era, un ser humano ?el hijo del hombre por excelencia- igual que todos, un laico o ciudadano normal, que se proponía reivindicar lo que en las instituciones religiosas y civiles, aparecía pospuesto y despreciado: el valor sagrado de todo ser humano y, en especial, de los que menos contaban para el Templo y el Imperio: los empobrecidos y marginados.
Esa iba a ser su preocupación básica, no permitir que a nadie se le arrebatase su dignidad y se lo sometiera a ninguna opresión o discriminación, recalcando además que los más necesitados y desfavorecidos son los preferidos de Dios.

Ahora, si este es el significado de la Eucaristía, ¿lo es realmente en nuestro modo de pensar y actuar?
La historia nos enseña más bien que ha prevalecido lo que quedó establecido en el concilio de Trento, muy distante y contrapuesto. En el concilio de Trento se define que el pan y el vino de la última Cena, se convierten en el cuerpo y sangre de Jesús. Pan y vino que en lo exterior y en lo accidental conservan el color, el gusto, la cantidad, pero su sustancia queda reemplazada por la sustancia de Jesús, que es lo esencial.

Esta conversión maravillosa es lo que se llama consagración y que solamente pueden realizar los sacerdotes.
Sin embargo, Jesús haciendo suya la denuncia de los profetas dice que lo único que agrada a Dios son las relaciones de justicia y misericordia entre los humanos. Reprocha a los letrados y fariseos el ser unos hipócritas que honran a Dios con sus labios, pero que su corazón está lejos de él y que el culto que le dan es inútil: Amar a Dios y al prójimo valen más que todos los holocaustos y sacrificios.

Este pan que voy a repartir y esta copa que vais a beber , les dice Jesús cuando ya están sentados a la mesa para celebrar la fiesta de la Pascua, son sagrados, son dones de Dios, que sustenta todo lo creado. También lo son mi cuerpo y mi sangre, que no dudaré en entregar por ser fiel al anuncio de su reino, aunque me cueste la vida. Pensar que Jesús con sus palabras convirtió el pan y el vino en su propio cuerpo y sangre resulta para los discípulos inimaginable, imposible, pues la cultura judía prohibía tomar la sangre de cualquier animal y más la de una persona. ¿Si Jesús estaba sentado en medio de ellos, cómo iba a estar metido al mismo tiempo en una holgaza de pan o en una copa de vino?

Las palabras de Jesús venían simplemente a reafirmar la unión de todos al compartir el pan y el vino. Y les añadió que siempre que se reunieran para comer, lo recordaran, pasara lo que pasara. Las palabras de Jesús aludían a lo central de su vida, el anuncio y llegada del reino de Dios, tan distinto frente a otros proyectos, judíos y paganos, que lo desnaturalizaban con jefes, leyes, ritos y costumbres que establecían clases, desigualdades, barreras, discriminaciones y privilegios entre unos y otros.

Para Jesús, lo primordial era el hecho de que todos somos criaturas humanas, hechura de Dios, iguales en dignidad, valor, derechos y corresponsabilidad.

Y para llevar a cabo su misión, él no fue ni se hizo llamar sacerdote al estilo judío ni de otra religión oriental. Fundó y vivió un nuevo sacerdocio, más adecuado a la voluntad y modo de ser de Dios: desvivirse hasta el extremo para que nadie fuera menos que nadie, que nadie fuera esclavo, pobre, subordinado de nadie.
Y, en su coherencia, le tocó enfrentarse con los guardianes del poder religioso y civil, que le exigían dejar de lado su heterodoxia, su manera revolucionaria de presentar a Dios como Padre y valedor de los más pobres, demoledor a la par del poder, la soberbia, hipocresía y privilegios de los que decían representarle. Si algo se declaraba él era ser misericordioso y servidor de los más pobres, de los últimos.

Esta visión primordial se desvaneció también dentro de su Iglesia , en la cual se agrandó su contraparte de la desigualdad, apelando al mismo Dios, y estableciendo entre El y la Sociedad, una mediación o institución sacerdotal, elevada a clase superior, dotada con poderes especiales sobre los demás, y que los diferenciaba esencialmente.

3. LA IGLESIA Y SU NUEVA RELACI?N CON EL MUNDO
El vaticano II destaca como relevante un nueva relación con el mundo: El concilio hace un planteamiento nuevo: el de cerrar una era en la historia de la Iglesia y de abrir otra nueva.
La nueva era no puede hacerse presentando Iglesia y Mundo como dos polos contrapuestos, que luego hay que relacionar, sino entendiendo que, desde ese nueva relación, la Iglesia forma parte de la historia humana como pueblo de Dios. La Iglesia no es , originariamente, otra cosa que el mundo. Ambos convergen en una previa y sola humana realidad.

Hay lugares en la sociedad que no debe ocupar la Iglesia, es muy importante que ella aprenda a escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio?? (GS, 4) .
Y, desde esta perspectiva, hay que responder al doble desafío del humanismo laico y antropocéntrico de la cultura moderna, sin darle la espalda, tratándolo con una actitud samaritana y con la convicción de que es portador de valores como la autonomía del mundo, de la razón y de la ciencia y la democratización de la sociedad.

4.UNA REFORMA DE LA IGLESIA EN CLAVE SINODAL

Gran parte de la evolución de la Iglesia reposa sobre la histórica y extraña división que en ella se hizo entre clérigos y laicos, hasta llegar a profesar con naturalidad que esa división la hacía una sociedad de desiguales.
El Papa Francisco viene destacando cuánto dista esta división del proyecto original de su fundador y ha convocado a la Iglesia entera para un sínodo universal, es decir, para un caminar todos juntos y hacer la reforma necesaria.
En sus repetidas intervenciones, aparecen varios principios que deben impulsar esta reforma.

1.Lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por todos.
Este modo de vivir y obrar supone la conciencia de que todos son sujetos activos y responsables dentro de la iglesia, en un plano de idéntica dignidad y derechos, pues a todos une la misma fe en Cristo Jesús. Este todos es el pueblo de Dios.
2. Invertir la autoritaria visión piramidal de la Iglesia.
El nuevo planteamiento se opone al concebido y sostenido por siglos por una visión piramidal, con grados de máxima y mínima autoridad: la jerarquía arriba con todo el poder de enseñar, santificar y gobernar y abajo el pueblo sin más poder que el de aprender, dejarse formar y obedecer.
3.El vaticano II invierte la pirámide, de modo que el vértice se encuentra por debajo de la base, la jerarquía por debajo del pueblo como medio a su servicio.

4. Esta sinodalidad presupone, a la hora de cambios y reformas, la presencia, discernimiento y participación en la comunicación y en el ejercicio del poder por parte de todos.. Escuchar la realidad y experiencia de todos es indispensable para dictaminar procesos y estructuras de adaptación, solución y progreso.

5.PREGUNTAS AL PUEBLOS DE DIOS
Vista la situación actual de la Iglesia, con su estructura, funciones y comportamientos:
?? ¿A quiénes y bajo qué condiciones habría que hacer las dos preguntas que siguen para que sean representativas del sentir real del pueblo de Dios?
Primera.- ¿Qué cinco verdades o enseñanzas importantes, hoy desfasadas, debería renovar o eliminar?
Segunda: ¿Qué cinco temas principales debería admitir y legitimar?