REBELI?N A BORDO. Jaime Richart

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Argenpress

‘Los obispos llaman a la rebelión contra la educación para la ciudadanía’, fue el titular de ayer. De acuerdo, pues yo y un sinnúmero de españoles de bien, en nombre de nuestros hermanos del Islam, del Judaísmo, del Hinduismo, del Luteranismo, del Confucianismo y del Taoísmo llamamos a la rebelión contra la educación de la religión única, la de los obispos rebeldes.

No sólo de ellas, también de cuantas sectas se consideran tan dignas como las religiones oficiales del mundo. Pero sobre todo llamamos a la rebelión contra la Conferencia Episcopal y contra ellos mismos. Antes, en regímenes anteriores, como ministros oscurantistas y ahora en permanente estado de guerra y de sedición. Sediciosos, por estar pagados por el Estado y ser enemigos del Estado; del Estado cuando no está mangoneado por los gobiernos de su misma ralea con los que están emparentados por lazos del conchavamiento perpetuo. La Conferencia de los Demonios es una sangría económica, por un lado, y otro factor más de grave desestabilización que enrarece el clima pedagógico cada vez más difícil en las aulas.

Miren vds. Miren vds. a los que vamos en la proa generacional en España. Todos, o la inmensa mayoría, hemos recibido forzosa enseñanza religiosa. ¿Y de qué ha servido? ¿Para qué ha servido? Pues para abominar de la religión única la mayor parte. Algunos hemos sabido cómo interpretarla: despreciándola. Pero la inmensa mayoría -yo desde luego no conozco más que a un ricachón devoto- no es que no vaya siquiera a misa, es que se pasa la vida renegando de ella y de quienes la han representado siempre con tanta indignidad. Pocos son los que no ven en los curas a chalanes, a traficantes de la doctrina de Cristo.

La estrategia coordinada, en sinergia, de los que quieren amarrar las cuotas de poder perdido está cantada: Conferencia, Oposición energuménica, AVT y periodistas desilustrados, son los que no dejan títere con cabeza en este país. Son ellos los que impiden muchas cosas, y entre ellas que avance hacia racionales fórmulas de autogobierno hasta la definitiva del Estado Federal por la unidad y unicidad férreas que funcionó siempre en la Iglesia Vaticana. Unicidad que aquí cobra dimensión política y nunca pierde fuerza por unos cuantos que la vigilan.

El federalismo: lo único que amainaría los vendavales continuos promovidos por ese monipodio de facinerosos y aliviaría la sensación incensante y presionante de que en cualquier momento volveríamos al año 36 si no fuera porque los que se han dado licencia para alterar el orden público sin pausa, tienen las llaves de la Economía y de la construcción que no cesa.

Pero sepan bien que mientras ellos sigan ahí, la misma baja consideración de tercermundistas que en su conjunto la España soberbia tiene hacia países cercanos en materia política, es la que el resto de la Europa ha de tener -aunque no nos lleguen señales claras de desconsideración- por esta democracia española…

Una verdísima democracia de muy bajo nivel dialéctico y en todas sus vertientes; una democracia en la que reina el golpe bajo y la cretinez sin límites por causa de una derecha, torpe, sin imaginación y miserable mucho más cerca de las argucias mafiosas que de la Política, a las que se alían las tortuosidades de unos prelados repulsivamente insaciables y pendencieros