Que las campanas toquen a fuego -- Pedro Serrano

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

No cabe duda de que el descubrimiento del fuego ha sido determinante en el progreso de la humanidad y que, en nuestros días, sigue siendo fundamental para nuestro desarrollo y bienestar. Pero, como casi todo, también el fuego tiene su cara negativa y esa no es otra que su poder destructor cuando se produce un accidente o se usa como arma contra terceras personas o el medio ambiente.

Aunque los fuegos siempre tienen un origen determinado, no siempre se consigue averiguar sus verdaderas causas. Un rayo, una máquina o una imprudencia pueden ser motivos suficientes para provocar un incendio, pero los que más duelen, indignan y repugnan son aquellos que algunos ignorantes malintencionados provocan deliberadamente sin que uno acierte a comprender que les mueve a realizar tan condenables y detestables acciones.
Los fuegos incontrolados casi siempre producen tragedias irreparables, ya sean estas sobre las personas y sus bienes o sobre la naturaleza. Durante mi niñez fui testigo de algunos, casi siempre en las casas de vecinos del pueblo -seguramente debido a instalaciones eléctricas precarias-, sin embargo, muy pocas en cosechas o montes con vegetación; muy al contrario que ahora, donde, al parecer, el diminuto cerebro de los pirómanos no alcanza a comprender el incalculable valor de nuestros bosques.

Aún puedo oír el toque a fuego de las campanas de la de la iglesia de mi pueblo llamando a los vecinos a colaborar en su extinción. Aún puedo ver aquel gentío portando cubos de agua y oír los gritos de los dueños viendo arder su hogar y los esfuerzos de toda una vida. Lástima que, cuando se producen incendios devastadores como los de este aciago año, no suenen al unísono las campanas de toda España, aunque solo fuera para concienciarnos de su gravedad. Y es que necesitamos más pedagogía, más prevención y más contundencia legal contra los pirómanos. No podemos olvidar que cuando arden nuestros montes, algo de todos nosotros también se quema.
. Valladolid