Puntualizaciones sobre el celibato -- Franz Wieser (Perú)

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Los partidarios de la ley del celibato a menudo acusan a los sacerdotes casados de infidelidad, por no haber cumplido con su promesa del día de su ordenación.¿Acaso no sabían a qué se prometieron?
Mi respuesta es: no lo sabían. Un joven en la edad de entre 20 a 30, capaz de madurar «en edad y sabiduría», en alguna etapa de su vida puede darse cuenta que la Biblia tiene razón: «No es bueno que el varón quede soltero…» (Ex 2,18), que en pareja se representa mejor ?la imagen y semejanza de Dios?? (Ex 1,26) y, que es «mejor casarse que arder» (1Cor, 7,9).

Si este es el caso, ha de responder positivamente a su conciencia que está encima de una ley humana. Pero, una vez metido en el molde «sagrado», pocos tienen el valor de ser consecuentes para romperlo, fuente de muchos sufrimientos y frustraciones.

¡Qué brutal «la madre Iglesia» dominada por varones! ¡Qué pretenciosa actitud la de «dictarle al Espíritu de la libertad los canales y condiciones de cómo ha de actuar» (Bernhard Hähring), o sea que para ella, los carismas para el ministerio, que el Espíritu reparte como a él le place, solo valen para varones célibes. ¡Increíble! Pero así es.

Los carismas (San Pablo), los talentos (Jesús) no los otorga algún obispo o algún Papa, sino Dios mismo, su Espíritu que sopla donde y en quienes a él le place, puede ser a solteros o a casados, a varones o mujeres.

Si tal persona está dispuesta a poner sus dones al servicio de la Iglesia, ¿cómo se puede le negar autoritariamente? ¿Dónde está el celo de los obispos que, como San Pablo se alegren, cuando por quien sea, Cristo este anunciado?Estoy plenamente convencido, que Dios no aprueba la ley del celibato y cualquier promesa que autodefine vida en plenitud por vida. Si no es por amor, de nada sirve (San Pablo), y el amor no se impone por ley.