Enviado a la página web de Redes Cristianas
Estoy absolutamente consternado con la virulencia de las afirmaciones de los líderes de los partidos de la oposición en la expresión de sus opiniones sobre ciertos aspectos de los temas polémicos de la actualidad política. Porque son escandalosamente virulentas, y porque son erróneas. Tal vez quieran tapar lo errado de las mismas con el griterío, pero es desmoralizador escuchar al presidente del Partido Popular rebatir al Gobierno que «sus hijos no lo son de ningún socialista, ni comunista, ni populista», sino de él, suponemos que quiere decir.
Y, por lo que veo, la derecha política, exagerada y descompuesta, está contaminando a sus escribas mediáticos, y contertulios radiofónicos y televisivos. Esta mañana he oído en «Al rojo vivo», de la 6ª, a una periodista (¿?) asegurar que el jaleo central del asunto de «la censura parental», (eso del «pin» eso una broma infantil), no se debía tanto a VOX, que ha lanzado el tema a la palestra, y a fe que casi todos han picado el anzuelo, y éste ha sido el tema estrella de la semana, sino la «¡barbaridad!» proclamada por la ministra Celaá de que «los hijos no son propiedad de los padres».
Lean la Constitución española, art.39, y me digan si hay alguna mínima pista para confundir «Patria potestad», con «propiedad. O, si no, acudan también a la «Declaración Universal de los Derechos del niño». Lo que sí es preocupante, y asustador, es que algunas personas que pertenecen al Parlamento, y que nos puedan gobernar, sean tan lerdas y torpes en sus conocimientos jurídicos, a pesar de sus títulos.
Veamos ahora dos definiciones de propiedad:
1. Hecho o circunstancia de poseer alguien cierta cosa y poder disponer de ella dentro de los límites legales
2. Cosa que pertenece a una persona, especialmente si es un bien inmueble, como un terreno o un edificio.
Podemos ver que en ambas definiciones aparece una palabra clave: la propiedad es siempre sobre cosas, nunca sobre personas, pues hace mucho tiempo se ha abolido, oficialmente, el régimen de esclavitud. Pero por lo que vemos, gente que se siente muy honorable y muy importante sigue considerando a sus hijos, por lo visto, como cosas, y, para algunos, incluso en el sentido romano de «ius utendi, ius fruendi, et ius abutendi»: es decir, propiedad, en el sentido romano, superado en nuestro tiempo, es el derecho al uso, al goce, y al disfrute, de las cosas de las que se es propietario. ¡No alarguemos este derecho a las personas, y los niños, los hijos, lo son!
Y busquen también, en l0s diez (10) derechos de los niños y niñas, cualquier atisbo de la cosificación de la infancia, o de la única mención de los padres, en el nº 6 en la descripción de los derechos de lo niños: 6. «El derecho a la comprensión y al amor de los padres y de la sociedad». No exigimos que los políticos de la oposición sean unas lumbreras, pero sí que tengan el mínimo sentido ético, social y jurídico, para no aburrir e impacientar a la ciudadanía con su política de desgaste al Gobierno de la nación, a cualquier precio, en el que todo vale. Y que tengan en cuenta, en el asunto que nos ha mareado toda la semana, el nº 10 de la proclamación de estos derecho de la infancia: 10. «El derecho a ser criado con un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos y hermandad universal para que más tarde ellos puedan inculcar estos valores». Parece evidente que muchos políticos de VOX y del PP no han leído, o han olvidado este décimo derecho de nuestros niños.