Hay bastantes obispos que huyen de ser noticia. Hacen grandes obras y no las cuentan, hacen grandes homilías y no las escriben, y administran sus diócesis con eficacia y nadie se entera. Pero hay otros que sin embargo luchan constantemente por figurar, dicen tonterías y mentiras si es preciso, y por ello algunas veces los catalogan de valientes.
Tenemos un presidente del episcopado que pertenece al grupo de los obispos discretos. A mi modo de entender, Blázquez es un hombre que mide sus palabras, es un hombre que procura no estar en la palestra.
Tubo la desgracia de ser nombrado presidente del episcopado, y en lugar de ayudarle los que se suponen debieran ser sus colaboradores, se encontró repentinamente con que no le dejan pintar nada en el episcopado. No me parece un hombre de dar puñetazos en la mesa, o tal vez es que no puede darlos. Sinceramente no lo sé. Pero me da pena que en su presidencia, dos impresentables estén luchando por ascender a su costa.
El vicepresidente del episcopado, el Cardenal Antonio Cañizares, ha demostrado ser un tipo de lo más impresentable. Era un progresista cuando era joven, o eso dicen los que le conocieron cuando siendo solo un simple sacerdote vestía de calle. Un buen día le dan un carguito en la Conferencia Episcopal, se le enciende una bombilla (o tal vez se le fundió) y comienza a cambiar. Y entonces comienza a condenar a sus compañeros y amigos, y en cuanto asciende a obispo comienza una sarta de comentarios dados a la prensa cada vez más radicales hasta llegar al día de hoy. Cuando Rouco era presidente del Episcopado, fue el propio Cañizares quien acabó a insulto limpio con la anterior ministra de cultura, evitando formar acuerdos que beneficiasen al propio Antonio María Rouco. Una vez Francisco José Fernández de la Ciogoña buscó que obispo debió traicionar a Rouco y no le votó, pues si Paco Pepe me lo permite, mi candidato es el propio Cañizares. Total, que ascendido a presidente descubre que no se conforma con su cargo, y decide que hay que ningunear a Blázquez, y eso es precisamente lo que hace, encargarse de arreglar aquellos acuerdos que en su día contribuyó a romper, y al mismo tiempo pretender ser la voz de los obispos, y que mejor forma que decir palabras fuertes un día si y al otro también, al final el Vicepresidente del Episcopado parece llevar las riendas, y Blázquez que tiene un rango muy inferior al de Cañizares tan solo asiste impotente a ver como un impresentable se lleva todos los méritos que bajo su mando se han conseguido.
Luego tenemos a otro traidor, a Antonio Martínez Camino, secretario de la Conferencia Episcopal. Este nunca fue progresista ni moderado, de este me han contado gente próxima a la Compañía de Jesús, que denunciaba a sus amigos compañeros ante los superiores si acaso se desviaban lo más mínimo del catecismo. Con ello aspiraba a medrar. Un día con tantos enemigos que se buscó, y sintiéndose apoyado por Rouco, decide poner un pie fuera de la Compañía de Jesús, con ello llega a Secretario del Episcopado, y tras perder su gran valedor en la Conferencia Episcopal, el Cardenal Rouco, decide hacerle sombra al presidente del episcopado, el pobre Blázquez. ¿Qué quieren que diga? Me parece que ese secretario va por libre y de espaldas a Blázquez. Y bien sabemos que sus discursos radicales los lanza buscando una mitra que no llega. Por hablar mucho metió la pata una vez con lo del condón, y hubo mucho revuelo, luego se desdijo, pero por la tarde con Cristina López se desdijo de haberse desdecido, y al final con lo del condón no sabemos que se propuso decir o insinuar.
Siento si a alguien le molesta que ataque a estas dos figuras del episcopado. Pero en mi opinión obran generalmente por su propio interés, en cambio Blázquez me da pena verle, ese si que no le veo obrar por sus propios intereses. Tal vez si estos figurantes desaparecieran podría Blázquez brillar con luz propia y veríamos un talante distinto en el episcopado.