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Este era el título que aparecía hoy en nuestra hoja de la misa de la cárcel: todos los sábados, en la misa de Navalcarnero tenemos una hoja con los cantos y las lecturas del día para que los muchachos puedan ir siguiendo los textos y cantando los cantos ( que por cierto, cantan siempre a pleno pulmón, y resulta emocionante escucharlos). Y hoy ya que la lectura era la de los invitados a la boda del evangelio de Mateo, así aparecía en la portada de nuestra hoja. La parábola era dura, sobre todo la parte final, cuando dice el Evangelio que el rey, después de salir a los caminos e invitar a los que se encuentra por el camino, buenos y malos, ve a una persona que no tiene traje de boda adecuado y por eso después la echa; nosotros habíamos omitido ese trozo de la hoja, porque nos parecía complicado y duro para los chavales, pero luego nuestra sorpresa, ha sido grande: como siempre los pobres, los presos, los que parece que no se enteran de nada ni leen el evangelio nos han vuelto a dar lecciones; el Dios de Jesús nos ha vuelto a decir a los ?buenos?? que los pobres nos llevan la delantera y nos dan lecciones en esto del amor y esto de entender las cosas del Evangelio, que los pobres son más sencillos que nosotros y por eso justamente entienden más a Dios que los que estamos hartos ya de El, que los pobres están abiertos a la frescura del Evangelio y que nosotros ?ya nos lo sabemos todo??.
Hemos comenzado la primera misa, como todos los días, y hoy éramos algunos menos que otros días, seríamos unas cuarenta personas; la primera lectura era un trozo de Filipenses, un texto que a mí siempre me impresiona leer en la cárcel, porque Pablo también fue el texto que escribió en la cárcel antes de ser condenado a muerte y es el texto que rebosa más esperanza y más ternura de todos los escritos paulinos, por eso siempre se lo digo a los chavales, que también desde la cárcel se puede sentir a Dios como lo sintió y lo experimento San Pablo y le ayudó a enfrentarse a los más duro de su vida: su prisión y su martirio; hoy en el trozo que hemos proclamado Pablo decía ?Todo lo puedo en Aquel que me conforta??, y hemos juntos reflexionado en torno a esa frase y la hemos hecho nuestra, hemos intentado también descubrir nosotros que la experiencia de Jesús nos puede ayudar a vivir lo que estamos viviendo allí, que Jesús puede ayudarnos a vivir la experiencia de la cárcel desde sentir que no estamos solos, que El camina a nuestro lado y se hace presente en montón de situaciones al cabo de nuestro dia, en el chabolo en nuestra soledad, en el patio con los compañeros, en las situaciones difíciles, en los encuentros con las familias?? Jesús nos conforta y nos invita a confortar a los demás.
Después hemos cantado la antífona del Salmo, ?el Señor es mi fuerza, mi roca y salvación??, y luego como siempre hemos recitado todos juntos el Salmo, un Salmo adaptado para el momento y cercado a la situación de los muchachos. Después de rezarle juntos, cada uno va repitiendo las frases o las palabras que en ese momento más le toquen el corazón en ese momento, más le lleguen adentro y quiera compartirlas con los demás. Había una frase que han repetido varias veces que decía así: ? Pensar que nuestras familias ya no confían en nosotros nos hunde más en nuestra debilidad??, y a mí cuando se la he oído decir varias veces, me ha impresionado y luego es la que hemos comentado en la reflexión después del Evangelio.
Hemos leído el Evangelio, omitiendo los versículos finales, donde el rey echa al que no tiene el traje adecuado para la boda y hemos comenzado después la reflexión. Hemos comenzado la reflexión a partir justo de las palabras del Salmo que comentaba antes sobre las familias, y yo les he dicho que no creyeran que era así, que sus familias día a día velaban por ellos, que no les olvidaban, que les querían, que les apoyaban y que estaban siempre a su lado. Y que eso lo decía no de memoria sino porque lo vivía en cada momento. Y he contado la experiencia que tuvimos la semana pasada en la reunión de las familias.
Nosotros nos reunimos todos los meses, los domingos por la tarde, en la parroquia de la Sagrada Familia, con un grupo de familiares de presos, y lo hacemos para compartir nuestra vida y para llorar y reír juntos. Lo hacemos especialmente para poder sentir que tener un familiar en prisión es algo duro pero que podemos compartirlo con otras personas que tienen nuestra misma situación y dolor; es un espacio de familia donde podemos expresar sin tapujos y sin temor a que nadie nos critique o nos mire mal cómo estamos. Ese espacio ya va creando lazos entre nosotros, muchos nos llevamos reuniendo más de cinco años, incluso algunas madres que ya tienen a sus hijos en libertad nos siguen acompañando porque siguen necesitando expresar todo lo que llevan dentro. En la reunión de este mes de octubre, una de las familias quería celebrar con nosotros que su hijo ya estaba en tercer grado, y nos propuso hacer una paella en la parroquia para invitarnos a todos, querían compartir con nosotros la alegría que tenían en toda su familia, y así lo hicieron.
Toda la semana estuvieron nerviosos comprando todo para ese gran momento del domingo, viendo cuántos íbamos a ser, y preocupados de que no faltara nada. Y el domingo, nuestra parroquia de la Sagrada Familia, un día más fue un lugar de acogida, nuestra parroquia fue un día más la casa en la que refugiamos para compartir como lo hacia el mismo Jesús: la casa que tantas veces ha sido compartir dolores, hoy se vistió de fiesta y de gala, hoy era la casa que nos acogía de nuevo para compartir la alegría de que uno de los chavales estaba en tercer grado. Nos reunimos 25 personas y la paella era inmensa, tanto que sobró para poder comer después en nuestras casas, había mucha emoción y mucha alegría; en el fondo fue como las comidas de Jesús con la gente del pueblo y con los necesitados, fue la Eucaristía compartida y bendecida, fue hacer realidad el mensaje del maestro, ?haced esto en memoria mía??, no eran peces del lago Tiberíades pero era la alegría en torno a la paella, y Jesús sin duda que presidía nuestro encuentro y nuestra comida, por un momento olvidamos todos los sinsabores para vestir ?un traje de fiesta??.
Después de comer seguimos reunidos toda la tarde, hasta cerca de la noche, compartiendo cosas de nuestros muchachos, preocupaciones, ilusiones, anhelos, proyectos de futuro?? había una familia auténtica reunida; Carmen, la madre de Jorge, machacada por la vida de su hijo toxicómano nos confesó que había sido un dia genial, que por un momento había olvidado muchas cosas; Narciso y Ana, que se incorporaban al grupo nos decían que agradecían el encuentro y sentían no haberse incorporado antes; Rosi, de Nigeria, con sus dos hijos, compartió con nosotros el día; Pedro, ya en libertad nos habló de sus proyectos; Paqui y Paco, con toda su familia nos hicieron la paella y nos agradecieron haberla compartido con ellos; Flora y Anastasia que ya tienen a sus hijos en libertad como siempre nos hablaron de sus hijos; Enma, no pudo estar porque tenia la comunicación con su hijo a las tres en la cárcel, pero fue a la una, mientras se hacia la comida ?simplemente porque quería saludaros, hacia tiempo que no os veía y aunque no me quedara a comer me apetecía estar con vosotros y veros???? y ?? en el centro de la Eucaristía la presencia de Jesús resucitado, que nos sonreía y celebraba también con nosotros el día. Fue un día ciertamente especial, para recordar y para repetir; y es lo que les conté a los chavales en la misa de este sábado y por eso les decía que no pensaran que sus familias les olvidaban, que en absoluto que estaban siempre a su lado, que les querían, que les apoyaban, que seguían confiando en ellos y esperando que salieran
Y les dije que igual que cuando las familias van a vernos a la parroquia para preguntarnos por sus hijos, o cuando me llaman por teléfono para ver cómo están; o como cuando este verano en Lanzarote fuimos a ver a la familia de Fermín, que toda la casa se vistió de gala porque íbamos a comer y a llevar noticias de su hijo, y como Margarita, su madre, cuando estábamos todos reunidos, los cuatro hijos con sus mujeres y sus nietos, solo dijo una frase que cuando recuerdo aunque me emociona:?? estoy muy contenta, estoy muy feliz, pero me falta uno, me falta mi Fermín, y os prometo que cuando Fermín vuelva a casa será como la vuelta del hijo pródigo del Evangelio, haré una gran fiesta y os invitaré a todos??; no se pude expresar de manera más bonita el amor por un hijo, no se puede decir con palabras lo que en ese momento, sentados a la mesa, todos sentimos y experimentamos??.
Pero la Eucaristía de este sábado continuó y los pobres nos siguieron diciendo que son ellos los que entienden en el Evangelio, y que son los preferidos de Dios porque son capaces de hacerse humildes y sencillos. Como decía habíamos suprimido la parte final de la parábola, y después de contar la experiencia de las familias, fue Antonio, un toxicómano casi de nacimiento, concebido en una cárcel, un hombre que no tiene a nadie, como dice siempre él ?solo os tengo a vosotros, a los voluntarios que me habéis acompañado siempre en mi vida, a los curas amigos de San Blas y a la gente que por allí estaba, que a pesar de que yo soy un sinvergüenza nunca me habéis dejado??, pues fue justo Antonio el que me preguntó: ?oye en lo que hemos leído me suena que falta algo, que al final el rey echa de la sala a uno que no tenía un traje de fiesta, y yo no lo entiendo porque si buscó en la calle a todos habría gente que no tenía buenos trajes, y entonces no sé por qué lo echó, es como si me dice que vaya yo, pues que tendría que ir así, como estoy, porque no tengo otra cosa??, y al oírlo la verdad es que por dentro me estremecí como en tantas ocasiones y enseguida pensé en las veces que decimos que no enteran, o que van a trapichear a las misas, o que total tienen fe porque nos les queda más remedio, y continuó ?es que yo tengo en mi cama el evangelio y lo leo todas las noches y por eso me lo sé??.
Confieso que se me cayeron algunas lágrimas de emoción por lo que estaba escuchando y solo le dije que se lo agradecía y que ya me gustaría que muchos de los que van a las parroquias ?los que a veces nos consideramos buenos?? pudiéramos leer asi el evangelio y decir eso, y luego la verdad es que como pude le explique la parábola, diciendo que Jesús se refería al traje de dentro, no al de fuera y que por eso él podía ir a la boda porque estaba bien por dentro, ?ves, ahora sí lo entiendo, dijo con espontaneidad, porque si no yo no podría ir a esa boda??. En el corazón de Antonio había calado y ha calado la presencia de Dios, de un Dios que está siempre cerca de sus hijos y que un día más ?nos pegó a todos un revolcón?? para decirnos que sólo con un corazón sencillo y pobre podemos entenderlo.
Continuamos de nuevo la Eucaristía, dando gracias con la plegaria y con los cantos, y llegamos también al momento especial del abrazo de la paz que siempre es un momento de encuentro de alegría en nuestra celebración. Y como siempre Antonio, el muchacho de San Blas, cuando se acerca, me da un abrazo y dice ?la paz contigo, hermano??, y suena en mi interior ese ?hermano?? de modo especial, porque es un hermano sincero, es un hermano del que solo espera que le abraces, que estés con él, que le escuches, que le dediques un tiempo, que te preocupes de él un momento.
Cuando voy al módulo a ver a algún muchacho siempre quiere salir él también a hablar, y solo para saludar, para estar un rato, y eso sí para pedir también algo, una tarjeta de teléfono o un caramelo, y a veces cuando le pregunto si consume me dice que hace dos o tres días que no, pero bueno que a veces se fuma un porrito porque así le ayuda a dormir y porque qué va a hacer si no, no tiene a nadie y se refugia en el porro?? y a veces por desgracia en algo más.
Este sábado, como decía la frase de la hoja de la misa, Jesús invitó a su mesa a Antonio por ser débil, por ser necesitado, este sábado el Maestro de Nazaret un día más invitó a todos los presos de Navalcarnero, salió a aquella horrenda galería que llaman M-30 para invitar a todos los muchachos, y a todos los dijo que los quería, que eran sus preferidos y que ellos si entendían su evangelio. Jesús de nuevo nos visito este sábado en Navalcarnero y se hizo presente entre los suyos, entre los sencillos, entre los que quizás nadie quiere, pero entre los que El quiere estar. ?El Señor es mi fuerza, mi Roca y Salvación??, rezábamos también el Salmo y esa fuerza es la que cada día nosotros también recibimos con los chavales de la cárcel, es una fuerza de vida, no de muerte, es de nuevo comprobar que en un lugar de muerte hay mucha vida, que en un lugar de dolor hay mucho de esperanza.
Los ?Buenos?? no entendemos nada de todo esto, lo sabemos todo, somos autosuficientes, ya estamos de vuelta de todo, pero los pobres son capaces de maravillarse. Los buenos somos los que a veces criticamos a los demás porque son peores que nosotros, en este sábado se hicieron realidad las palabras del Evangelio de San Lucas en casa de Simón el fariseo y con aquella mujer pecadora: ? ella ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos??te aseguro que si da tales muestras de amor es que se le han perdonado sus muchos pecados????, el amor de aquella mujer cubre la multitud de sus pecados dice Jesús, nuestras autosuficiencias son incapaces de dejarnos amar.
Una vez más gracias, gracias por poder compartir el regalo del Evangelio en la cárcel, gracias por poder disfrutar cada día de la experiencia y la frescura de un Dios que se hace débil con los débiles, gracias a que Antonio y otros muchos chavales cada día me hacen descubrir, desde su debilidad, la alegría y la fuerza del Evangelio.
Navalcarnero 11 de Octubre de 2014
