Enviado a la página web de Redes Cristianas
Fuente: Observatorio eclesial
Preocupado por el deslizamiento de la guerra iniciada
en Ucrania hacia una tercera guerra mundial, el escritor
español Rafael Poch reflexiona con argumentos que
valen también para México, Centroamérica y el resto de
América Latina: Es un escándalo histórico que en Europa, continente reincidente en esta materia, aún no haya
signos de un movimiento popular por la paz
(https://goo.su/7XesEwk).
No pretendo que todos sus argumentos, como vere-
mos, sean válidos para nuestro continente. Pero vaya-
mos por partes. Considera que la deriva guerrerista
obliga a interrogarse y a repasar con detalle todo lo que
ha ocurrido en Europa en los últimos 30 años.
Considero que lo mismo puede decirse en América La-
tina, ya que las guerras de hoy arrancan antes incluso
que la guerra contra las drogas, que sin duda elevó la
agresión contra los pueblos a nuevos niveles.
A continuación, denuncia ?la ciega desorientación de
toda esa ?izquierda de derechas? que apoya el envío de
armas a Ucrania?, porque sin su concurso la guerra es-
taría bastante deslegitimada.
Poch sostiene que en el caso de Europa se constata en
las últimas décadas el dominio cultural de Estados Unidos, justamente cuando la superpotencia vive su mayor
declive en la historia. Este argumento tiene alcance
global, ya que la cultura yanqui ha penetrado profun-
damente en nuestras izquierdas, aunque sigan enarbo-
lando un discurso antimperialista.
Esa cultura defiende, por ejemplo, guerras imperialistas
revestidas de combates por la libertad y los derechos
humanos, además de criticar dictaduras y defender la
igualdad de género, utilizada como arma de guerra con-
tra algunas naciones y no como derechos plenos de to-
das las personas.
Pero también critica al periodismo hegemónico, porque
ha sustituido la racionalidad de las preguntas sobre re-
cursos e intereses, sobre historia, tendencias de domi-
nio y geografía, por la simpleza de condenar villanos. O
sea, se oscurece la cuestión del contexto, tan burda-
mente eliminada de los no-debates actuales.
Pese a que el repaso histórico de 30 años de Rafael
Poch en su columna Hacia la tercera, parece acertado,
habría que agregar algo que aborda de un modo bas-
tante general cuando ataca a esa izquierda de dere-
chas que, entre nosotros, recibe el nombre de progre-
sismo y que gobierna buena parte de la región.
El progresismo y la izquierda han jugado un papel signi-
ficativo en la desmovilización y despolitización de las
sociedades. En Europa no hay un verdadero movimien-
to antifascista, pese a que la ultraderecha gobierna en
Italia, puede ser gobierno en España, avanza en Ale-
mania y en otros países.
Tampoco hubo un movimiento contra Jair Bolsonaro en
las calles brasileñas, porque la izquierda le apuesta a
las urnas y cree que la protesta ahuyenta votos de las
clases medias.
Cuando los pueblos se lanzaron a las calles en feno-
menales levantamientos (Chile, Colombia, Ecuador, Pe-
rú, y ahora en Jujuy, Argentina), lo han hecho a pesar o
en contra del progresismo y los partidos de izquierda
que, una vez apagada la llamarada de la protesta, se
aprestan a encauzarla por canales institucionales.
En Europa estar en favor de la paz es sinónimo de ser
prorruso y pro-Putin para esa izquierda. En nuestro
continente defender la vida y los territorios de los pue-
blos equivale a hacerle el juego a la derecha, como di-
cen los progresistas.
De ese modo se desestimula la crítica y la obediencia al poder, síntomas claros de la despolitización que nos atraviesa
como sociedad y que, a larga, favorece a las derechas.
Porque ser de izquierdas siempre fue sinónimo de ejer-
cer la crítica-autocrítica y la desobediencia al poder;
nunca en hacer cálculos sobre ganancias para llegar al
poder o para continuar en él.
En Honduras, la presidenta progresista Xiomara Castro
adoptó el modelo del salvadoreño Nayib Bukele para
combatir la violencia de las pandillas. Violencia contra
la violencia; militarización de la sociedad; todo el poder
a la policía y a los militares; despojar a los delincuentes
de su humanidad, cuando son de abajo.
El posibilismo y el pragmatismo son la metástasis del
progresismo y las izquierdas. ¿Por qué el Presidente de
México no condena a quienes atacan a las comunida-
des zapatistas y descalifica a quienes defienden sus
territorios y los organismos de derechos humanos?
¿Son más defendibles los que disparan contra los pue-
blos que aquellos que sólo ponen sus cuerpos, sin vio-
lencia, para defender la vida?
El comunicado del Congreso Nacional Indígena adelan-
ta que podemos estar ante el preámbulo de una ofensi-
va militar y mediática, en la medida que se minimiza la
violencia (https://goo.su/O4cxCtx). Cuando se atravie-
san los tramos finales de una administración, pueden
realizarse acciones radicales con menor costo político
que en otros periodos.
En todo caso, no debemos perder de vista que la iz-
quierda de derechas llegó al poder para destrabar la
gobernabilidad, ante el potente activismo de los pue-
blos.
(jornada.com.mx) 30/06/2023