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¿Cómo podías darles,
Jesús,
a los pobres campesinos,
el privilegio de verte primero?
Solo yendo a nacer a su casa,
Donde con poco caminar
Y levantando su vista
Podían encontrarse primero,
Con el niño Jesús.
Tus padres, María y José,
así lo entendieron.
¿Podrían haber conseguido
Otro mejor lugar
Para que tú nacieras?
Sin duda así lo quisieron,
Pero no podían,
Sino mendigar un lugar
Con el olor a estiércol
De vacas y becerros.
Naciste frente a los ojos asombrados
De los miserables,
Esclavos de fariseos y de romanos,
Que se acercaron deslumbrados
Por una luz misteriosa.
¿Porque tu padre Dios te dejo nacer ahí?
¿Te estaba anunciando ya tu muerte?
¿entre maderos y clavos
entre vinagre y burlas
de los malditos con casco y espada?
No era esa su razón desmentida,
No era esa su intención verdadera,
Sino levantar a nuestro Rey entre su séquito
De miseria y hambre pervertidas,
Rodeado de los asesinos que al final,
Desde la cruz habría perdonado.
Ese ha sido en la historia
El honor de los que no tienen
Una copa de vino o un poco de aceite
Que alivie sus heridas.
¡Haber visto nacer al Rey del universo!
Sentir desde ese día
Sus manos sedientas de milagros
Sus ojos sedientos de darles alegría.
De darles al fin
La dignidad de hombres
Atravesados desde siempre
Por el aliento del Espíritu.
Enrique, Noviembre de 2016