Enviado a la página web de Redes Cristianas
Que ha cambiado el perfil de los pobres es un hecho. Pero lo que especialmente ha puesto de manifiesto la crisis financiera y social es que la pobreza nos es más familiar y cercana. Los rostros con los que llega no son los habituales de África o América Latina, sino los de un padre, una hija o de un vecino de nuestro entorno.
Resulta difícil de creer, pero uno de cada cuatro niños españoles está bajo el umbral de la pobreza. Efectivamente, un total de 2.267.000 niños viven en España por debajo de dicho umbral, 80.000 más que hace un año, debido al impacto de la crisis económica, según las estimaciones de UNICEF. Esta cifra representa el 27,2 % de la población infantil española. Hay que recordar que el umbral de pobreza, en 2011, se situó en 7.818 euros al año por persona en España, 627 euros al mes, según Cruz Roja.
Pero no son solo los niños. El número de personas en riesgo de exclusión social ha aumentado, haciendo que la tasa de pobreza en España pasara de un 19,6%, en 2007, a un 20,7%, en 2011, según la Encuesta de Condiciones de Vida. Como botón de muestra está la tasa de paro, que ha crecido de un 8,6%, en 2007, a un 22,8%, en 2011, según la Encuesta de Población Activa, es decir, hay 5.639.5000 personas sin trabajo.
En este conjunto, los grupos más vulnerables, con más posibilidades de caer en la pobreza, son los jóvenes, las familias inmigrantes, y las familias con miembros que podrían estar trabajando y que ahora todos se encuentran en paro, según European Anti Poverty Network (EAPN). Así los jóvenes en torno a los 30 años son los protagonistas de este nuevo perfil de pobreza en dos vertientes distintas. Por una parte están los jóvenes con estudios superiores que llevan más de dos años sin encontrar trabajo y por otro lado, los que abandonaron a principios de siglo la educación para irse en la construcción. Cruz Roja añade que el problema se complica cuando, ahora, muchos de ellos tienen parejas con las que han tenido hijos, a los que tienen que mantener; y en su informe de datos detalla que su situación les lleva a no poder encender la calefacción en invierno, el no incluir carne o pescado en las comidas semanales, el empeoramiento progresivo del estado anímico y una nula vida cultural.
Por otro lado, cada vez hay más hogares sin ingresos (de un 2,14% en 2005 hasta un 3,22% en 2011), y un número mayor de familias que tiene problemas para llegar a fin de mes (desde un 26,2% en 2005 hasta un 30,6% en 2011). Pero en el manejo de estas cifras no solo se pone de manifiesto la creciente desigualdad social en relación a las personas más vulnerables, sino también de las clases medias, que poco a poco se van incluyendo dentro de un nuevo sector pobre.
El paso para entrar a formar parte en la pobreza es mínimo. Todo suele empezar con la pérdida del trabajo. Por eso es difícil de entender la reforma laboral aprobada por el Ejecutivo de Rajoy al fomentar un abaratamiento del despido y colocando en el precipicio de la pobreza a muchas familias. En estas circunstancias, muchos de estos nuevos pobres se han acercado a los servicios sociales para pedir ayuda. Los números de Cáritas alertan del número de solicitudes de ayuda que recibió en 2010 son de casi dos millones, mientras que en 2007 se mantenía en 910.812 peticiones y su gasto económico se ha incrementado en 16.393.198 euros desde 2007.
El rostro de la pobreza, efectivamente, cada vez está más cercano. Es el caso de las personas que están ?tirando de familia??, están dejando a los hijos en casa de los padres o sencillamente se han ido a vivir a la casa paterna para tener por lo menos un techo y una comida. La infinidad de currículos que cada día a cualquier lugar donde hay un atisbo de trabajo. Noticias cada día de cierre de pequeños negocios. La pobreza parece, como en El Silencio de los corderos, hace sentir su aliento a nuestras espaldas.
Sin embargo en esta jornada no se puede prescindir de una mirada a nuestro alrededor, donde las cosas no están mejor y es que 870 millones de personas, algo así como la población de Canadá, EEUU y Europa, pasan hambre en el mundo. O lo que es lo mismo, el nivel de pobreza llega hasta el punto que un 12,5 % de la población planetaria sufre malnutrición severa, según el último informe de la FAO que recoge datos desde 2010 a 2012. En esta situación se han mantenido al alza los precios de los alimentos y con el pretexto de la crisis económica, que azota a los países occidentales, muchos gobiernos, incluido el español, han recortado drásticamente las ayudas para cooperación al desarrollo a los países más pobres. Estas cifras alejan aún más a la humanidad de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, fijados por la ONU en el año 2000. El primero de ellos era reducir el hambre en el mundo a la mitad antes del fin de 2015, una meta que, según se va acabando el plazo, parece cada vez más difícil de cumplir.
Se pide una solución desde numerosas asociaciones y un aumento en el gasto social que permita hacer frente a estas desigualdades cada vez mayores. Demandan que la lucha contra la pobreza sea una política de Estado que alcance todos los niveles del gobierno (central, autonómico y local), independientemente del grupo político que esté en el poder. Pero, como en el Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, el Gobierno sigue justificándose en la crisis para llevar a cabo sus recortes, centradas sobre todo en los derechos sociales.
Políticas basadas en la solidaridad lejos del mantra neoliberal. Quizá nuevas ideas como el decrecimiento, impulsada por Carlos Taibo, esa teoría que pide una disminución regular controlada de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Quizá la petición de la Alianza Española contra la Pobreza que plantea se «aumenten las recaudaciones gravando a los más ricos y se persiga el fraude fiscal de esos 70.000 millones de euros que cada año, en España, eluden a Hacienda». Quizá la exigencia de la Coordinadora de ONGs para la Cooperación de Málaga del cumplimiento del 0,7% de la RNB para Ayuda Oficial al Desarrollo en 2015 y que se destine un 30% del PIB a inversión social (sanidad, educación, dependencia, protección social), igualando la media a niveles europeos. O, finalmente ?poner a las personas en el centro de las políticas en vez de los bancos y mercados?? como demanda el movimiento ?Rebélate contra la pobreza?? de la Alianza Española.
Cuando la pobreza está cada más cercana se convierte en responsabilidad acabar con ella. Trabajar por un sistema en el que se garantice el derecho de todas las personas, a tener un nivel de bienestar mínimo, de acuerdo con la dignidad humana. Un sistema que promueva la igualdad, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, los derechos sociales y económicos.