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Santa María La Antigua (Panamá), 25 de enero de 2019
Introducción.
El Viacrucis de Jesús hoy se prolonga en….
El Viacrucis no es un espectáculo, es profundo acto de Fe. Hay representaciones como las de Semana Santa en España que atraen a mucha gente devota y a muchos turistas. Hay Viacrucis muy realistas con la Cruz, los azotes y la crucifixión como en Iztapalapa México que conmueve a una gran multitud del Pueblo sencillo.
Hay Judeas en las parroquias y en los pueblos, y se celebran con mucha devoción. Pero en las Comunidades esto aunque bueno, no basta. Se trata de celebrar el Viacrucis de Jesús y el Viacrucis del Pueblo hoy. Mns. Romero nos invita a partir del texto bíblico, a encarnarlo en la situación histórica actual. En otros años hemos celebrado el Viacrucis con textos de Mns.Romero, o el Viacrucis Ecológico o el del Migrante etc… e históricamente en 1986 en medio de la guerra celebramos el Viacrucis de Jalapa a Managua 315 km por la Paz y por la Vida.
Como un insumo e inspiración para este año podemos tomar la plegaria y mensaje del Papa Francisco en el Viacrucis con los Jóvenes en la Jornada Mundial en Panamá. Muy bella e interpelantemente el Papa va invocando a Dios Padre Misericordioso y va repitiendo el Viacrucis de Jesús, se prolonga hoy en…. Y nos invita a ir concretando en quiénes y cómo se prolonga hoy. Y al final nos invita a estar al pié de la Cruz con María, María del sí fiel. Recogemos aquí con devoción la plegaria del Papa:
“Señor, Padre de misericordia, en esta Cinta Costera, junto a tantos jóvenes venidos de todo el mundo, hemos acompañado a tu Hijo en el camino de la cruz; ese camino que quiso recorrer para mostrarnos cuánto nos amas y cuán comprometido estás con nuestras vidas.
El camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y soledad que continúa en nuestros días. Él camina, padece en tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante de nuestra sociedad, sociedad que consume y se consume, que ignora y se ignora en el dolor de sus hermanos. También nosotros, tus amigos Señor, nos dejamos llevar por la apatía, la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente: hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el ruido, para no oír; nos tapamos la boca, para no gritar.
Siempre la misma tentación. Es más fácil y “pagador” ser amigos en las victorias y en la gloria, en el éxito y en el aplauso; es más fácil estar cerca del que es considerado popular y ganador.
Qué fácil es caer en la cultura del bullying, del acoso, de la intimidación, del encarnizamiento con el débil.
Para ti no es así Señor, en la cruz te identificaste con todo sufrimiento, con todo aquel que se siente olvidado. Para ti no es así Señor, pues quisiste abrazar a todos aquellos que muchas veces consideramos no dignos de un abrazo, de una caricia, de una bendición; o, peor aún, ni nos damos cuenta de que lo necesitan, los ignoramos. Para ti no es así Señor, en la cruz te unes al Viacrucis de cada joven, de cada situación para transformarla en camino de resurrección.
Padre, hoy el Viacrucis de tu Hijo se prolonga: se prolonga en el grito sofocado de los niños a quienes se les impide nacer y de tantos otros a los que se les niega el derecho a tener infancia, familia, en los niños que no pueden jugar, cantar, soñar,
Se prolonga en las mujeres maltratadas, explotadas y abandonadas, despojadas y ninguneadas en su dignidad;
Se prolonga en los ojos tristes de los jóvenes que ven arrebatadas sus esperanzas de futuro por falta de educación y trabajo digno; se prolonga en la angustia de rostros jóvenes, amigos nuestros que caen en las redes de gente sin escrúpulos ―entre ellas también se encuentran personas que dicen servirte, Señor―, redes de explotación, de criminalidad y de abuso, que se alimentan de sus vidas.
Padre, el Viacrucis de tu Hijo se prolonga en el grito de nuestra Madre Tierra, que está herida en sus entrañas por la contaminación de sus cielos, por la esterilidad en sus campos, por la suciedad de sus aguas, y que se ve pisoteada por el desprecio, el consumo enloquecido que supera toda razón.
Se prolonga en una sociedad que perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor.
Sí, Padre, Jesús sigue caminando, cargando y padeciendo en todos estos rostros mientras el mundo, indiferente, y en un confortable cinismo, consume el drama de su propia frivolidad.
Y nosotros, Señor, ¿qué hacemos?
¿Cómo reaccionamos ante Jesús que sufre, camina, emigra en el rostro de tantos amigos nuestros, de tantos desconocidos que hemos aprendido a invisibilizar?
Y nosotros, Padre de Misericordia, Consolamos y acompañamos al Señor desamparado sufriente en los más pequeños y abandonados? ¡Lo ayudamos a cargar el peso de la cruz, como el Cireno, siendo operadores de paz, creadores de alianza, fermentos de fraternidad?
¿Nos animamos a permanecer el pie de la cruz como María? Contemplamos a María, mujer fuerte. De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz.Con su misma decisión y valentía, sin evasiones ni espejismos. Ella supo acompañar el dolor de su Hijo, tu Hijo Padre; sostenerlo en la mirada, cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza. Nosotros también Padre, queremos ser una Iglesia que sostiene y acompaña, que sabe decir: ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos cristos que caminan a nuestro lado.
De María aprendemos a decir “sí” al aguante recio y constante de tantas madres, padres, abuelos que no dejan de sostener y acompañar a sus hijos y nietos cuando “están en la mala”.
El Viacrucis de tu Hijo se prolonga en tantos jóvenes y familias que, absorbidos en una espiral de muerte a causa de la droga, el alcohol, la prostitución y la trata, quedan privados no solo de futuro sino de presente. Y así como repartieron tus vestiduras, Señor, queda repartida y maltratada su dignidad.
El Viacrucis de tu Hijo se prolonga en jóvenes con rostros fruncidos que perdieron la capacidad de soñar, de crear e inventar el mañana y se “jubilan” con el sinsabor de la resignación y el conformismo, una de las drogas más consumidas en nuestro tiempo.
Se prolonga en el dolor oculto e indignante de quienes, en vez de solidaridad por parte de una sociedad repleta de abundancia, encuentran rechazo, dolor y miseria, y además son señalados y tratados como los portadores y responsables de todo el mal social.
La pasión de tu Hijo se prolonga en la resignada soledad de los ancianos que dejamos abandonados, descartados.
Se prolonga en los pueblos originarios, a quienes se despoja de sus tierras, sus raíces y su cultura, silenciando y apagando toda la sabiduría que tienen y nos pueden aportar.
Padre, el vía crucis de tu Hijo se prolonga en el grito de nuestra Madre tierra, que está herida en sus entrañas por la contaminación de sus cielos, por la esterilidad en sus campos, por la suciedad de sus aguas, y que se ve pisoteada por el desprecio, el consumo enloquecido que supera toda razón
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Se prolonga en una sociedad que perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor.
Sí, Padre, Jesús sigue caminando, cargando y padeciendo en todos estos rostros mientras el mundo, indiferente, y en un confortable cinismo, consume el drama de su propia frivolidad.
Y nosotros, Señor, ¿qué hacemos?
¿Cómo reaccionamos ante Jesús que sufre, camina, emigra en el rostro de tantos amigos nuestros, de tantos desconocidos que hemos aprendido a invisibilizar? Y nosotros, Padre de Misericordia, Consolamos y acompañamos al Señor desamparado sufriente en los más pequeños y abandonados? ¡Lo ayudamos a cargar e l peso de la cruz, como el Cireno, siendo operadores de paz, creadores de alianza, fermentos.
¿Nos animamos a permanecer el pie de la cruz como María? Contemplamos a María, mujer fuerte. De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz.
Con su misma decisión y valentía, sin evasiones ni espejismos. Ella supo acompañar el dolor de su Hijo, tu Hijo Padre; sostenerlo en la mirada, cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza.
Nosotros también Padre, queremos ser una Iglesia que sostiene y acompaña, que sabe decir: ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos cristos que caminan a nuestro lado.
De María aprendemos a decir “sí” al aguante recio y constante de tantas madres, padres, abuelos que no dejan de sostener y acompañar a sus hijos y nietos cuando “están en la mala”.
De ella aprendemos a decir “sí” en la testaruda paciencia y creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar en situaciones que parecen que todo está perdido, buscando crear espacios, hogares, centros de atención que sean mano tendida en la dificultad.
En María aprendemos la fortaleza para decir “sí” a quienes no se han callado y no se callan ante una cultura del maltrato y del abuso, del desprestigio y la agresión y trabajan para brindar oportunidades y condiciones de seguridad y protección.
En María aprendemos a recibir y hospedar a todos aquellos que han sufrido el abandono, que han tenido que dejar o perder su tierra, sus raíces, sus familias, sus trabajos.
Padre, como María queremos ser la Iglesia que propicie una cultura que sepa acoger, proteger, promover e integrar; que no estigmatice y menos generalice en la más absurda e irresponsable condena de identificar a todo emigrante como portador del mal social.
De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz, pero no con un corazón blindado y cerrado, sino con un corazón que sepa acompañar, que conozca de ternura y devoción; que entienda de piedad al tratar con reverencia, delicadeza y comprensión.
Queremos ser una Iglesia de la memoria que respete y valorice a los ancianos y reivindique el lugar que tienen como custodios de nuestras raíces.
Padre, como María queremos aprender a “estar”.
Enséñanos Señor a estar al pie de la cruz, al pie de las cruces; despierta esta noche nuestros ojos, nuestro corazón; rescátanos de la parálisis y de la confusión, del miedo y de la desesperación. Padre, enséñanos a decir: Aquí estoy junto a tu Hijo, junto a María y junto a tantos discípulos amados que quieren hospedar tu Reino en el corazón. Amén.
Y después de haber vivido la pasión del Señor junto a María al pie de la cruz, nos vamos con el corazón silencioso y en paz, alegre y con muchas ganas de seguir a Jesús, que Jesús los acompañe y que la Virgen los cuide. Adiós.”
Escribir aquí A) ¿Dónde se prolonga el Viacrucis hoy en Nicaragua? B) Y nosotros, Señor, ¿qué hacemos?
¿Cómo reaccionamos ante Jesús que sufre, camina, y carga la Cruz hoy en tantas hermanas y hermanos agobiados por todo tipo de opresión, violencia o de abandono?
Fuente: Red Mundial de Comunidades eclesiales