Las aguas siguen bajando bravas en la Iglesia guipuzcoana. Medio centenar de personas dieron la espalda ayer al obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, cuando el prelado se disponía a pronunciar su homilia en el santuario de Arantzazu, con motivo de la festividad de esta virgen, icono más que religioso de una parte importante de la sociedad vasca. Más de cuarenta fieles abandonaron el templo para hacer visualizar su protesta por la situación del profesor y teólogo franciscano Joxe Arregi, que ha abandonado los hábitos tras su enfrentamiento con la jerarquía.
Precisamente ayer, 9 de septiembre, era la fecha elegida por Arregi para abandonar la orden franciscana, aunque tuvo que adelantar su decisión en agosto tras la filtración de la noticia en distintos medios. El día estaba cargado de simbolismo, el final de la novena a la virgen de Arantzazu, pero también el escenario: el propio santuario de la orden cuyos hábitos acaba de abandonar y donde Arregi ha pasado gran parte de su vida desde que lo visitara de la mano de su padre, cuando sólo contaba con siete años. Arantzazu, además, ha sido uno de los bastiones de la rebeldía contra Munilla, algunos de cuyos frailes firmaron la carta contra la designación del nuevo obispo que relevaba a Juan María Uriarte.
Un episodio más en la crisis abierta en la Iglesia de Guipúzcoa, donde un amplio sector no acepta a su nuevo pastor. El último tuvo lugar la víspera, el pasado miércoles, cuando catorce sacerdotes difundieron una carta en apoyo a Arregi y para exigir más cotas de libertad en el seno de la Iglesia. El texto incluía la firma de significados nombres de la diócesis como Patxi Azpitarte y Félix Azurmendi, vicarios generales en la etapa de monseñor Uriarte, que abandonaron sus cargos con la llegada de Munilla. Ambos gozan de gran predicamento entre el clero guipuzcoano.