Me pides compartir algo de la experiencia comunitaria del día de Pentecostés.
Bueno, lo vivido en el mismo día creo que no es tanto como para ser «noticia». Fue una jornada muy simple y normal, pero sí hemos constatado que en nuestro país hubo un tornado muy difícil de interpretar-percibir si no es en claves del Espíritu, la Fe y la presencia del Señor de la historia que la preside, asumiendo los dolores y esperanzas de su pueblo, y la acompaña con ternura pero también con firmeza.
Desde un comienzo hemos intuido que el proyecto Lugo era cuando menos una quijotada (o tal vez un soberano disparate) y tuvimos que llegar al 20 de Abril, para experimentar algo, que todavía no terminamos de entender y los poderosos que cayeron mucho menos todavía.
El gigante que cayó es un partido con 68 años de poder. Es el partido de Stroessner, del operativo Cóndor, el que destruyó el tejido ético y social de la nación, el que instaló la corrupción y el prebendarismo como política de Estado, el que le dio carta de ciudadanía a las mafias de diferentes trust de contrabandos, el que corrompió las Fuerzas Armadas…etc.
Este era el estado de cosas cuando cien mil firmas piden a Lugo, Obispo emérito, que lidere un movimiento de recuperación y salvación nacional. Lugo, pide tiempo, piensa, ora (nos consta) y finalmente acepta el desafío. La Constitución Nacional aporta un serio reparo. Ningún ministro de culto alguno puede ser candidato a la Presidencia de la República. Lugo renuncia públicamente al ejercicio de su ministerio (no a su carácter de obispo). Pide honradamente una licencia o tal vez la reducción al estado laical como se concede a los diáconos y presbíteros, y hubo rasgaduras de vestiduras desde Roma hasta Asunción.
La mayor parte de la «alta jerarquía» moviliza todo su aparato, y toda su influencia, sagrada y diplomática, para hacer que Lugo desista de su descabellada idea de abdicar de su divina misión para ensuciarse en afanes tan rastreros como la política… los epítetos iban in crescendo, traidor a su sacramento, a su compromiso…el obispo Livieres Plano (Opus Dei) llegó a decir que Lugo era «un puñal clavado en el cuerpo de la iglesia».
Los argumentos «eclesiásticos» en contra del pedido del pueblo, y de la decisión de Lugo, eran lamentablemente miopes y superficiales. Uno de los más utilizados fue que la iglesia no debería meterse en política sino apenas iluminarla desde la atalaya de sus ortodoxas cátedras. Es decir, para ellos Jerarquía es Iglesia. 2da miopía: para eso, para esos juegos, no tan puros e inmaculados, están los laicos y, sin duda, entre los laicos en un país católico debe haber hombres honorables y capacitados para ocuparse de estos asuntos.
Nada que objetar a estas premisas abstractas y perennialistas de los nuncios y venerables teólogos dogmáticos y pastoralistas. Sólo que sirve poco o nada para el aquí y ahora de la realidad latinoamericana y paraguaya. Si estamos hablando de un pueblo que lleva más de 60 años de opresión, donde el 10 % de los terratenientes es el dueño de más del 80% de las tierras cultivables, donde el cultivo de soja de los monstruos trasnacionales ha destruido recientemente milenarios bosques naturales, y envenenado suelos, subsuelo, aire, ríos y arroyos, y matado y deformado indefensos niños campesinos, donde día a día asistimos a la desgarradora escena de madres que migran para trabajar, como lo que sea, para ganar el pan, el abrigo y la medicina que no encuentra en su país.
Esta es la coyuntura que el pueblo leyó (y los sabios, no) y dijo su palabra clara y fuerte e instaló su esperanza y votó por la posibilidad del cambio. Y no hubo la tal división del pueblo creyente que anunciaban los apocalípticos pregoneros de hace días nomás. Y de paso, el pueblo nos recordó el mensaje de la parábola del buen samaritano, que hay situaciones donde se puede y se debe responder nomás a la solicitud de un pueblo que sangra a la vera de la historia y que eso no es traicionar ni fe ni sacramento alguno, sino todo lo contrario.
Aún esta pendiente qué dirá el Vaticano antes y después del 15 de Agosto. Ojalá que su decisión sea coherente con lo que los Obispos dijeron recientemente en el documento de Aparecida, donde se hablaba de la necesidad de gestos audaces y creativos, que permitan a la Iglesia no instalarse en la comodidad y el descompromiso. Si es así, el gesto de Lugo no debería ser percibido como un puñal clavado en el cuerpo de la Iglesia (las puñaladas son otras! ciertamente), sino todo lo contrario, como una clave para buscar nuevos abordajes para que el espíritu de la parábola del samaritano sea entendida como interpelación y proyecto y no tanto como moraleja intemporal y abstracta. En fin, es mi humilde y falible, pero honrada opinión.
¿Qué nos depara el futuro? no nos hacemos vanas ilusiones. Posiblemente, vicisitudes muy similares a las de los israelitas en el desierto. La liberación no es un simple suceso. Nos aguardan los vaivenes y las contradicciones propias de un proceso. Pero la esperanza está sembrada, y valió la pena el afán.
Estas desaliñadas líneas intentan responder a un pedido recibido de la amiga María, de la red de comunidades.
Cordiales saludos a todos y todas
Arnaldo Gutiérrez. Asunción, Paraguay.