Pedro miguel lamet, escritor, periodista y biógrafo del padre arrupe
Autor de la primera, y aún la única, biografía del Padre Arrupe en una colección donde salen Felipe González, los Albertos, Mario Conde… «Casi todos han pasado por la cárcel y, mientras, de Arrupe se siguen publicando ediciones en el centenario de su nacimiento», dice Lamet
«El padre Arrupe fue un testigo privilegiado del siglo XX en cuanto que vivió la bomba atómica y todas las convulsiones de ese siglo, especialmente a partir de los 60. Fue también un profeta del siglo XXI que se adelantó a los temas más apasionantes de este siglo como pueden ser la justicia social, la solidaridad, los derechos de la mujer y la drogadicción», explica el escritor Miguel Lamet.
En cien años el mundo ha dado muchas vueltas y nuestra sociedad un giro copernicano, ¿con qué nos quedaríamos del pensamiento y de la obra de una persona o personaje como el padre Arrupe?
Lo que queda de él es esa intuición de que no se puede vivir la fe sin un compromiso con la justicia. Y luego con el dato básico de ser un puente entre oriente y occidente. Tendió una conexión de esos dos mundos a través de lo que llamaba la inculturación. Que la fe no se puede exportar en moldes occidentales sino que hay que leerla desde la cultura donde se lleva. Un profeta, con una actitud fundamental para una sociedad tan agresiva como la nuestra, del diálogo y la visión horizontal del mundo. Nadie tiene la verdad absoluta; la tenemos a pedazos y hay que encontrarla en cualquier rincón.
Los ciudadanos de a pie conocemos algo de su figura, pero a su biógrafo ¿qué le atrae más de Arrupe: la persona o el personaje?
La persona. Arrupe miraba más a las personas que a las instituciones y eso hacía que fuera tan entrañable, tan carismático, tan simpático y humano. Le quería todo el mundo. Luego tenía muchísimos sentido del humor y esto hace muy atractivas a las personas. En cualquier momento sabía decir algo simpático. Tenía mucho humor y carisma.
He escuchado opiniones no sé si acertadas o no de que era una persona recia e incluso muy directa para algunos gustos muy melifluos. ¿Esto lo dicen sus defensores o sus detractores?
?l era una persona enormemente educada, fina y sensible. Lo que ocurre es que, como buen vasco, no iba con la diplomacia. Esto le creo algunos conflictos. En el Vaticano sí no significa sí; y no, no significa no. Es un lenguaje que tienen y hay que entenderlo. Por contra, Arrupe decía sí o no como Cristo nos enseña. Era muy directo.
¿Cómo y hasta dónde cambió Pedro Arrupe su norte vital tras la experiencia vivida en el bombardeo atómico de Japón?
Creo que Arrupe era un hombre temperamentalmente preparado. Tenía un carácter apasionado, magnífico. El momento de la bomba atómica fue crucial en su vida. Tras su experiencia reflexionó hasta qué punto esa energía planteada para el mal no se podía haber empleado para el bien. Creo que tuvo ahí lo que los orientales llaman una iluminación, ver claro. ?l se decidió a tomar decisiones porque veía claro las cosas que tenía que hacer. A veces esto le acarreaba muchos discursos porque iba por delante.
Algunos dicen que fue el último papa negro porque tras él el Opus Dei descabalgó a los jesuitas de la toma de decisiones en la Curia. ¿Es muy simple o maniqueo este pensamiento popular?
El término de papa negro es empleado en la calle, pero no tiene ningún fundamento. En general lo que es importante, lo sigue siendo. La revista Times, que hizo un estudio sobre los jesuitas, les comparaba a la General Motors, valorando los cerebros que hay en la Compañía de Jesús. Aunque ahora mismo tenga menos sujetos que el Opus Dei está en un plano de actitud muy distinto, de la inteligencia, de la apertura de la Iglesia que yo creo que el Opus Dei no tiene
Se lo pregunto porque esta asociación religiosa ha conseguido lo que nunca antes los jesuitas: tener su propio obispo o legado personal.
De eso nos alegramos mucho los jesuitas por una razón: porque lo que San Ignacio quiso es que no hubiera obispos en la Compañía. Tenemos un voto por el que renunciamos a ello. Precisamente los cargos de poder no van con el estilo más cercano al Evangelio y más de estar en la calle. De eso nos alegramos muchísimo y sobre todo de que el Opus Dei tenga su prelado, que lo quería con tanto interés.
Lo digo porque al menos una cosa está clara, que el padre Arrupe no va camino de los altares oficiales, mientras que Escrivá de Balaguer es un santo meteórico.
Decían de Jesús que era un signo de contradicción y yo creo que Arrupe ha sido y todavía lo es un signo de contradicción. En particular, Juan Pablo II era una persona que por carácter y educación, por su lucha contra el comunismo, no era una persona que dialogara con el marxismo y que tuviera una apertura. Era muy conservador y no aceptaba la figura de Arrupe y por esa razón no lo tragaba. Ese es el motivo por el que Arrupe es un personaje todavía conflictivo. Estamos aún en la herencia de Juan Pablo II. Pero es curioso que cientos de centros en el mundo se llaman Arrupe. El padre Arrupe para la gente es un santo sin aureola todavía porque quizás no ha llegado el momento por las políticas de la Iglesia. Algunos piensan que últimamente se han beatificado y canonizado a tanta gente que parece que el ser santo se ha devaluado.
¿Acaso el padre Arrupe no hizo los suficiente méritos personales y labor de Iglesia como para merecerse un trato más venerable?
Ha ocurrido en la historia de la Iglesia que hombres santos eran conflictivos y han tardado mucho en canonizarse. Es un problema de tiempo. Cuando las figuras tienen fuerzas por si mismas casi no necesitan ese reconocimiento, aunque estaría muy bien que se produjera.
¿Qué le resultaba más duro al padre Arrupe, ver que eran otros preferidos antes que los jesuitas, la galopante secularización de la sociedad o que en absoluto se realizan intentos serios para evitar guerras o la injusticia del hambre?
Lo que más le indignaba era la situación de injusticia del mundo, lo mal repartido que estaba y que sigue estando. Tenía una frase tremenda. Unos mueren de hambre y otros por exceso de colesterol. Con esto explicaba lo que pasaba en el mundo. Tenía un gran interés por los inmigrantes, refugiados, drogadictos. ?l percibía que en el mundo global había cosas positivas, pero una gran injusticia.
Seguramente cualquier resumen de la obra de un personaje como Arrupe sea reduccionista, pero qué cabría destacar de su legado?
Para el momento presente de la sociedad, su capacidad de ilusión y de entusiasmo para una Iglesia aburrida y unos jerarcas que dan una imagen triste. ?l tenía ese encanto de una persona que sabe vivir. La última frase que pronunció en su vida, ya enfermo y marginado por el Vaticano, fue un ejemplo de su legado: para el presente amén y para el futuro aleluya.