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Pastoral de las “dolorosas deserciones”, basada en la mentira sistemática -- Rufo González

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

celibato“La controversia sobre el celibato” después del Vaticano II (17)
(Comentarios a “Sacerdotalis Caelibatus”, de Pablo VI)
De vergüenza ajena, de “juzgado de guardia”
Un comentarista del post “La soledad de Cristo no es por el celibato” (17.07.2015), textualmente dice: “los número 83 a 90 no son de vergüenza ajena, son de “juzgado de guardia”. Estoy seguro del profundo dolor del Papa Pablo VI al tener que firmar semejantes barbaridades” (Pensando 23. 07. 15 | 23:42). Comparto la apreciación. El fanatismo conduce a la incomprensión. La palabra misma es inapropiada e insultante: “deserciones”.

Cambiar de opción no necesaria evangélicamente no es “desertar” de la salvación cristiana, ni del ministerio. Es más bien liberarse (“salvarse”) de una opción que en la práctica de la gracia divina se manifestó equivocada. Es propio de humanos optar entre diversos caminos buenos, y cambiar cuando la experiencia demuestra que no era el más adecuado para nuestra personalidad. Incluso el ministerio está entre esos caminos. Abandonarlo no es abandonar el “yugo de Cristo” (el Reino de Dios). Todo servicio puede ser temporal.

La verdadera responsabilidad (n. 83)

Mal empezamos de salida al descargar de responsabilidad a una ley innecesaria y no aceptada por una parte de la Iglesia Católica (la Oriental). Ofende a las personas que no han podido con la ley:

“…Su lamentable estado y las consecuencias privadas y públicas que de él se derivan mueven a algunos a pensar si no es precisamente el celibato propiamente responsable en algún modo de tales dramas y de los escándalos que por ellos sufre el Pueblo de Dios. En realidad, la responsabilidad recae no sobre el sagrado celibato en sí mismo, sino sobre una valoración a su tiempo no siempre suficiente y prudente de las cualidades del candidato al sacerdocio o sobre el modo con que los sagrados ministros viven su total consagración” (Sacerd.Caelib. 83).

La responsabilidad está en “la valoración… del candidato” o en “el modo de vivir de los ministros sagrados”. La culpa es de formadores y formados. La institución, que creó la ley, no tiene ninguna responsabilidad. Y para lavarse las manos del todo, la sacraliza (“el sagrado celibato”), atribuyendo al Espíritu Santo su inspiración. Es difícil comprender que el mismo documento diga que “el Nuevo Testamento, en el que se conserva la doctrina de Cristo y de los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros, sino que más bien lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (cf. Mt 19, 11-12).

Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los doce, como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1 Tim 3, 2-5;Tit 1, 5-6)” (Sacerd. Caelib. 5). Y ahora, al valorar la responsabilidad de las “deserciones”, no piense que tal vez la ley podría no ser justa, y, por ello, Jesús y los Apóstoles no la quisieron imponer. Huele al fanatismo de los jefes judíos frente a Jesús. La ley que perjudica innecesariamente, que atenta contra la evolución personal y produce cuantiosos daños a inocentes, no puede ser querida por el Espíritu de Dios. Es la primera falsedad sistemática.

Motivos falsos para las dispensas (n. 84)

¡Qué lástima que la “Iglesia sensibilísima” no sea capazaz de atajar la raíz del problema: la ley! Su fanatismo le mueve a buscar las causas en las “fundadas y reales dudas sobre la plena libertad y responsabilidad del candidato al sacerdocio y sobre su idoneidad para el estado sacerdotal” (n. 84). Contradice los testimonios de sacerdotes, que se sienten libres y responsables del compromiso y de su posterior renuncia. Y no digamos de “su idoneidad para el estado sacerdotal”, acreditada por sus comunidades casi siempre. Sin celibato son idóneos para el ministerio los presbíteros orientales, los anglicanos venidos al catolicismo, los “tolerados” en algunas diócesis… Es lamentable que los dirigentes hayan venido exigiendo, para concerderles la llamada “reducción al estado laical”, que reconozcan su inmadurez personal, desequilibrio psíquico, pérdida de fe, degradación moral, etc. Por ello, muchos, por firme honradez, dejaron de solicitar tal reducción. Otra mentira sistemática.

Justicia y caridad de la Iglesia (n. 85) teóricas, no reales

Causa sonrojo leer este párrafo. Ofende a la verdad: “porcentaje verdaderamente mínimo”. Miles de presbíteros y algunos obispos dejaron el ministerio a causa del celibato. Cálculos fiables aseguran que, tras el concilio Vaticano II, abandonó un tercio. Si no hubiera trabas (psíquicas, laborales, económicas, sociales…), serían muchos más. La inmensa mayoría quiere seguir ejerciendo casados. La contumacia ciega y la pobre actitud de los dirigentes no les deja. Me alegra lo que dice Celso Alcaina en un comentario, donde declina la responsabilidad personal de Pablo VI:

“A propósito de la «Sacerdotalis Caelibatus»… La encíclica nace de la debilidad de Montini y de la presión de la curia, así como de viejos influyentes cardenales. Yo lo viví en la curia romana. El papa luchó por la opcionalidad del celibato. Era sensible y sufría ante las deserciones generalizadas y ante la falta de clero disponible en regiones de misión, particularmente en el lejano Oriente. No se atrevió a dar el paso, a pesar de su convicción y de haberse reservado el tema en el Concilio. Al final se doblegó. Pablo VI nada tenía de dictador. Era hamlético, tímido y cobarde. Es curioso y triste constatar que algo tan importante como la opcionalidad del celibato dependa de una frase o documento de un jefe” (jueves 23 julio 2015, 19:54).

La encíclica se atreve a juzgar la conciencia ajena (Mt 7,1-5)

Contradice sin rubor la conciencia de los interesados. Supone que renunciar al celibato es “rehusar llevar dignamente el yugo suave de Cristo, se debe a crisis de fe, o a debilidades morales…, frecuentemente responsables y escandalosas” (n. 85). Esta ley no es “yugo de Cristo”, sino de una parte de la Iglesia. Rehusarlo no supone necesariamente crisis de fe ni debilidad moral. El biblista y profesor universitario, Juan Barreto, puede representar el sentir de muchísimos secularizados:

“Con respecto al ministerio, siempre dejé claro que mi decisión de casarme no implicaba ni crisis de fe ni dudas sobre mi ministerio. Fue tomada por coherencia interior al no encontrar razones objetivas para que renunciásemos a ello, al no verlo incompatible con el ministerio que estaba realizando, ni poder aducir motivos de índole histórica, ni teológica, ni antropológica o psicológica para justificar una tal renuncia. Nos parecía que, en nuestro caso, la pura razón canónica no era suficiente” (CURAS CASADOS. Historias de fe y ternura. Moceop. Albacete 2010, pág. 171).

“Llamamiento doloroso” (n. 86) e hipócrita

“Oh si supiesen estos sacerdotes cuánta pena, cuánto deshonor, cuánta turbación proporcionan a la santa Iglesia de Dios, si reflexionasen sobre la solemnidad y la belleza de los compromisos que asumieron, y sobre los peligros en que van a encontrarse en esta vida y en la futura, serían más cautos y más reflexivos en sus decisiones, más solícitos en la oración y más lógicos e intrépidos para prevenir las causas de su colapso espiritual y moral” (Sacerd. Caelib. 86).

Deberían los dirigentes eclesiales aplicarse la reflexión: “cuánta pena, cuánto deshonor, cuánta turbación proporciona a la santa Iglesia de Dios” esta ley. La Iglesia no son sólo ellos. También los que creen honradamente que Dios no les pide el celibato son Iglesia. Ellos sufren más que nadie. La ley ha sido vestida de tanta “solemnidad y belleza”, la han amarrado tanto, hasta hacer creer que en ella está la santidad sacerdotal…, que quienes en experiencia de gracia descubren que no era para ellos y que Dios no les obliga, entran en una incomprensión eclesial terrible, en un callejón absurdo. Dios no les abandona: asociaciones como ASCE o Moceop les ayudan a ver que las cosas no son como las pintan los documentos oficiales. No hay “peligros en que van a encontrarse en esta vida y en la futura”. Fuera del celibato hay vida cristiana, comunidad y ministerio. ¡El Espíritu les habita!

Solicitud hacia sacerdotes jóvenes (n. 87): nueva falsedad del sistema

“… La Iglesia quiere que, especialmente en estos casos, se tienten todos los medios persuasivos, con el fin de inducir al hermano vacilante a la calma, a la confianza, al arrepentimiento, a la recuperación, y sólo cuando el caso ya no presenta solución alguna posible, se aparta al desgraciado ministro del ministerio a él confiado” (Sacerd. Caelib. 87).

¡Vaya tratamiento pastoral! Autorizar el ministerio al casado no es “solución ninguna”. Si no se deja persuadir de la ley, “se aparta al desgraciado ministro del ministerio a él confiado”. Ahí está todo el corazón del legalismo clerical. “Desgraciado”, dice. ¿Le habrá retirado su amor, su gracia, el Padre?

La concesión de las dispensas (n. 88): ¡hasta dónde llega el amor de la Iglesia!

“Si se muestra irrecuperable para el sacerdocio, pero presenta alguna disposición seria y buena para vivir cristianamente como seglar, la Sede Apostólica, estudiadas todas las circunstancias, de acuerdo con el ordinario o superior, dejando que al dolor venza el amor, concede a veces la dispensa pedida, no sin acompañarla con la imposición de obras de piedad y de reparación, a fin de que quede en el hijo desgraciado, mas siempre querido, un signo saludable del dolor maternal de la Iglesia y un recuerdo más vivo de la común necesidad de la divina misericordia” (Sacerd.Caelib. 88).

¿Cómo puede este texto mirar honradamente los derechos humanos, el Evangelio, el amor de Jesús, el Reino del Padre? “Concede a veces la dispensa”, pero con penitencia incluida. ¡Qué amor tan gratuito! Ni al hijo pródigo, que viene a la casa del Padre urgido por la necesidad material, se le ocurrió a Jesús tratarle así. Lean despacio: “Si se muestra irrecuperable para el sacerdocio…”. La inmensa mayoría son recuperables para el sacerdocio. La autoridad eclesial no quiere reconocerlo. Sólo importa el celibato. Si humanamente no pueden cargar con él, los cree “irrecuperables para el sacerdocio”. La contradicción con la revelación no puede ser más clara: “si no se pueden contener, que se casen, pues es mejor casarse que abrasarse” (1Cor 7, 5. 9. 36; 1Tim 3,2.4-5).

Sigue la falsedad sistemática: disciplina de “estímulo y aviso” (n. 89)

Con la mentalidad actual -la ética es tan evolutiva como la historia humana- no puede sostenerse que la disciplina celibataria eclesial es:

– “severa y misericordiosa al mismo tiempo; – inspirada siempre en justicia y en verdad, en suma prudencia y discreción; – contribuye a confirmar a los buenos sacerdotes en el propósito de una vida pura y santa; – sirve de aviso a los aspirantes al sacerdocio, para que… avancen hacia el altar con pleno conocimiento, con supremo desinterés, con arrojo de correspondencia a la gracia divina y a la voluntad de Cristo y de la Iglesia” (Sacerd. Caelib.89).

Los constantes abandonos lo desmienten. “Buenos sacerdotes” son también los orientales. El pueblo sencillo desea su eliminación. Las asociaciones de sacerdotes secularizados de todo el mundo, están pidiendo el cambio. En octubre de este año se celebrará un Congreso Internacional de la Federación Europea de Curas Católicos Casados, bajo el lema “Curas en unas comunidades adultas”. Congreso que sigue a otros sobre “Compatibilidad de sacerdocio y matrimonio”, “El ministerio presbiteral al servicio de la Iglesia de Jesús en el momento actual”…, “Derechos humanos en la Iglesia”, “Otra iglesia es posible y real”… Es inaudito que los Pastores de la Iglesia estén ausentes o contra de este movimiento por cuestiones legales. Jesús se saltaba toda ley que supusiera menos vida humana. Moceop va con el evangelio, el proceder de Jesús y los apóstoles. Tiene “la convicción de seguir formando parte de iglesias locales, domésticas, en las que la comunidad cobra el protagonismo y los diferentes cometidos o tareas -presbiterado incluido- se van asumiendo según la disponibilidad o capacidad de cada creyente… Una realidad pequeña, pero nada despreciable y con grandes posibilidades de cara al futuro” (“Curas Casados. Historias de fe y ternura”, p. 17.. Albacete 2010).

¿Cuándo tendremos el “gozo profundo” de readmitir al ministerio a los casados?

Sería una gracia inmensa para la Iglesia eliminar la ley que vincula ministerio-celibato. Habría, por supuesto, otras dificultades, como tienen los hermanos orientales, ortodoxos, anglicanos, luteranos… Pero reinaría la libertad cristiana. Podría reescribirse el n. 90 de esta encíclica con el Espíritu de Jesús, no con el de la ley:

“No queremos, por fin, dejar de agradecer con gozo profundo al Señor advirtiendo que no pocos de los que fueron desgraciadamente infieles por algún tiempo a su compromiso, habiendo recurrido con conmovedora buena voluntad a todos los medios idóneos, y principalmente a una intensa vida de oración, de humildad, de esfuerzos perseverantes sostenidos con la asiduidad al sacramento de la penitencia, han vuelto a encontrar por gracia del sumo sacerdote la vía justa y han llegado a ser, para regocijo de todos, sus ejemplares ministros” (Sacerd. Caelib. 90).

Surpimiría “desgraciadamente infieles”. Subrayaría: “han vuelto a encontrar por gracia del sumo sacerdote la vía justa y han llegado a ser, para regocijo de todos, sus ejemplares ministros”. La “vía justa” para quien no quiere vivir en celibato es poder ejercer el ministerio casado y aceptado por la comunidad. ¡Cómo no alegrarse con la recuperación de un buen servidor de la Iglesia! La “intensa vida de oración, de humildad, de esfuerzos perseverantes sostenidos con los sacramentos” llevan a muchos secularizados a recuperar el ministerio en comunidades cristianas adultas. ¡Es una gracia del cielo! Toda la Iglesia, con sus pastores a la cabeza, debería alegrarse.

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