Los seres humanos, en general, nos esforzamos por encontrar, o construir, una cierta racionalidad en nuestra vida y nuestro entorno. Al menos, una cierta razonabilidad. La necesitamos para saber a qué atenernos, para comunicarnos, para entendernos y para entender el mundo. Es la mínima cuota de seguridad para circular por la existencia. Nos esforzamos, pero lo cierto es que las paradojas nos acosan, nos inundan, son la sopa espesa en la que intentamos nadar.
Este ligero repaso no descubre nada. Sólo cataloga algunos ejemplos, con el modesto ánimo de nombrar a la bicha, primer paso para vencerla. La crisis la provocaron los bancos; los bancos reciben ayudas de fondos públicos, los aportados por la ciudadanía currante y declarante.
Los impuestos indirectos no están en relación con los bienes ganados o heredados, que estos se llaman directos; sube el IVA, que es un impuesto indirecto.
La crisis, dicen, genera paro; la solución está, dicen también, en hacer (aún) más fácil los despidos y precarizar las condiciones de trabajo, en gran medida de la parte de la población que paga impuestos, apoquina el IVA y no es propietaria de banco alguno.
La crisis obliga a replantear el sistema, pero las medidas que se ponen en marcha de “economía sostenible” buscan la competitividad y el crecimiento, bases sacrosantas del actual sistema.
Nuestra “ejemplar” transición de la dictadura y la democracia es asombro y admiración del mundo, pero quien se atreva aunque sólo sea a investigar los clamorosos crímenes de la dictadura se verá en el banquillo de los acusados. Aclaremos: de la dictadura de aquí. ¿Quién acusa? Colectivos fascistas (el significado de fascista mejor lo busca cada cual en el diccionario).
Siete años después de cerrar el semanario Egunkaria porque quienes lo hacían fueron a la cárcel acusados de algunas formas de terrorismo, ahora resulta que no, que de eso nada. El semanario, claro, cerrado queda. Es el mismo sistema de justicia de la paradoja anterior, pero eso no resulta muy paradójico.
La cúpula eclesiástica tiene una media de edad elevada, incluso para el Inserso, pero su agilidad para echar balones fuera, regatear pruebas acusatorias y perpetrar férreos marcajes hace palidecer los méritos del mejor equipo del mundo.
Éstas son, en fin, algunas de las paradojas que, como ruedas de molino, quieren hacernos tragar. O las destinadas al cuello de quienes escandalicen a los pobres, los pequeños, los últimos.