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Para los ausentes del 41 Congreso de Teología -- Benjamín Forcano

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Pedro Casaldáliga1Les puede suplir una inesperada visita repleta de savia y luz evangélicas
A dos años escasos de su partida para el hogar de la dicha y paz definitivos, el poeta, místico y profeta Pedro Casaldáliga, puede figurar y llenar todo un Congreso de teología, colmando con su pormenorizado cabalgar evangélico la no posible asistencia presencial de muchos al 41 Congreso de teología.

En ese espacio no escaso de aislamiento y de paz, la vida de Pedro, vivida minuto a minuto con el Jesús conocedor y enviado de Dios Padre, nos prendará como liberador de los más discriminados, marginados y empobrecidos y encenderá en nuestros corazones la llama de la confianza, del amor y de la esperanza.

Cumplía Pedro Casaldáliga 80 años y queríamos recoger, en apretada síntesis, los aspectos más importantes de su vida. Pero sabíamos que Pedro era alérgico a cualquier homenaje. “Hablar de mi mismo y de mi vida, no; hablar de las causas que han centrado mi vida, sí”. “Porque, dice, las causas de mi vida valen más que mi vida”. “A veces, le contesta a Françes Escribano en una entrevista, los periodistas me preguntan más por mi vida que por mis causas. Eso es quedarse en la superficie.

Yo siempre digo cambiando lo de Ortega y Gasset, que “yo soy yo y mis causas, y mis causas valen más que mi vida”.
“Causas mías, y no sólo mías, continúa, son: la tierra, el agua, la ecología, las naciones indígenas, el pueblo negro, la solidaridad, la verdadera integración continental, la erradicación de toda marginación, de todo imperialismo, de
todo colonialismo, el diálogo interreligioso e intercultural, la superación de ese estado de esquizofrenia humano, que es la existencia de un primer mundo y un tercer mundo ( y un cuarto mundo también), cuando somos un solo mundo, la gran familia
humana, hijos del Dios de la vida”.

¿Libres para crear o sumisos para obedecer?
Nuestro conocimiento de Pedro Casaldáliga no es de ahora ni nació por casualidad. Los jóvenes claretianos de mi tiempo comenzamos a poner la vista en Pedro
Casaldáliga, en alguien que traía aires de innovación, libertad y compromiso.
Cuando Casaldáliga se ordenó sacerdote en 1952, tenía 24 años y nosotros, ya en el Noviciado, le íbamos a la zaga con apenas siete años de diferencia. Pero ya
entre nosotros, la persona de Pedro descollaba como modelo y seña a seguir.

Eran tiempos de renovación, hervían prometedores los preparativos y sesiones del
concilio Vaticano II (1962-1965), en Roma podíamos asistir a las conferencias y ruedas de prensa que daban los obispos con sus peritos. Nosotros, aunque jóvenes,
sentíamos el peso de una tradición estricta, urdida con ideas y costumbres hechos ley.

Por eso precisamente, nos encandiló el Concilio y quienes en él iban a la cabeza con afanes de renovación.
Entreveíamos llegado el momento de otra Iglesia, de otro estilo de vida, de otra espiritualidad, de otro modo de estar en la sociedad.
Desde que se ordenó sacerdote, la figura de Pedro fue agigantándose en este sentido por más de 15 años hasta dar su salto definitivo al Mato Grosso del Brasil en 1968.

Pedro fue dándose a conocer n España durante 15 años, como animador, conferenciante, director espiritual, confidente de problemas y sufrimientos de jóvenes, trabajadores, inmigrantes y los más pobres en Sabadell, en Guinea
Ecuatorial cuando fue para consolidar los Cursillos de Cristiandad y después en Barcelona como animador de jóvenes, cayéndole encima un cúmulo de problemas propios
de gente de la periferia.

Junto con otros compañeros asume dirigir la revista “Iris de Paz”, que rebautizan con el nombre de Revista de testimonio y Esperanza, y tratan de impulsar otras iniciativas culturales y movimientos sociales.

Estos años tuvieron su punto culminante en el 68, cuando la Congregación Claretiana celebró el Capítulo General para aplicar la renovación del Vaticano II.
Algunos estábamos en Roma, -yo llegué el 62- haciendo mi especialidad en Teología Moral y seguíamos con fiebre las noticias de la marcha del Concilio.

Dentro de nuestro Capítulo General se perfilaron dos tendencias –la conservadora y la renovadora- y al frente de la renovadora, liderándola, estaba Casaldáliga, llamado el Che de la Sierra Maestra claretiana.
Estos años de Pedro fueron más que un preámbulo de su ida al Mato Grosso del Brasil.
Iba a emprender un viaje sin retorno, quemó las naves ciertamente y nunca más volvió a España. Ni siquiera –y pude darle yo la noticia- cuando murió su madre.

Pienso que Pedro, llevaba marcada en su alma la ruta a seguir y albergaba la disposición requerida, para allí profundizarla, vivirla y hacerla valer contra viento y marea.
Jesús de Nazaret: ven y sígueme
¿Cuál sería, pues, esa ruta, esa sutancial determinación, que no se plegó a circunstancias ni vientos adversos y le acompañaría toda su vida?
Yo diría que su adhesión incondicional a Jesús de Nazaret, simplemente, para convertir en centro de su vida el anuncio del mismo Jesús: el Reino de Dios.

Pedro no iba a proponer nada nuevo, simplemente mirar al Evangelio y seguir al que lo había llamado: Ven y sígueme.
El Evangelio como camino, como método y como meta. Jesús de Nazaret, hermano y maestro, fundamento, razón de ser y norma de su vida. Podemos oírlo en palabras del mismo ¡Pedro:

JESÚS DE NAZARET
¿Cómo dejarte ser sólo Tú mismo
sin reducirte, sin manipularte?
¿Cómo creyendo en Ti no proclamarte
igual, mayor, mejor que el cristianismo?
Cosechador de riesgos y de dudas,
debelador de todos los poderes,
Tu carne y Tu verdad en cruz, desnudas,
contradicción y paz, ¡eres quien eres!
Jesús de Nazaret, hijo y hermano,
viviente en Dios y pan en nuestra mano,
camino y compañero de jornada,
Libertador total de nuestras vidas ,
que vienes, junto al mar, con la alborada,
las brasas y las llagas encendidas.

Estamos tocando el fondo, creo, aquello que guiaba de
verdad la vida de este profeta del Mato Grosso: Jesús de
Nazaret. Sus causas iban a ser las causas de su vida, y todo
esto iba a pasar por su corazón y su mano, por su acción y su
palabra poética y profética.

Casaldáliga, desde su llegada a Brasil, quedó conectado
con centenares y centenares de amigos de España y otras
partes, a los que iba a hacer llegar sus Cartas periódicas.
Leerle, era continuar unido a él y contagiarse de su espíritu.
Y, llegado el caso, aparecían sus gestos, su leal
comportamiento, como cuando decide que no hará la visita ad
limina a Roma, prescrita a los obispos para cada cinco años,
porque esas visitas, dice, sirven para muy poco, todo se va en
protocolos y receremoniosos recibimientos, no logran informar
al Papa y porque además yo soy un pobre y los pobres no
viajan.

O, como cuando, tras recorrer por tres años toda su
Prelatura, – una extensión de más de 150.000 km2 , 1/3 de
España- y ver, compartir y analizar el modo de vivir de su
gente, sus condiciones de vida, el atraso y esclavitud en que
viven bajo la explotación de despiadados latifundistas, decide
romper el silencio y lanzar su Documento-Denuncia a la
opinión pública: “Una Iglesia del Amazonas en conflicto con el
latifundio y la marginación social”.

El Nuncio le pidió que no lo publicara, pues se conocería
en el extranjero y dañaría la fama de Brasil. Latifundistas y
generales, acostumbrados a tener capillas en su propias
fincas, le pidieron que dejara de meterse en esos asuntos y se
dedicara a las cosas espirituales.
Casaldáliga, consecuente, comenzó a demostrar
sensiblemente que entre estos “cristianos” y él, no había
alianza.

Escribe: “Dejábamos de ser amigos de los grandes, y los
encarábamos. Ningún explotador o aprovechado de la
explotación podría ser padrino de Bautismo por ejemplo.
Dejamos de aceptar el auto-stop en sus coches, esquivábamos
positivamente su compañía, su sonrisa: incluso el saludarlos,
en los casos más descarados…Nosotros no podíamos celebrar
la Eucaristía a la sombra de los señores… El Evangelio es para
los ricos, pero contra su riqueza, sus privilegios, su
posibilidad de explotar, dominar y excluir.

Si cada semana voy a la casa de un rico y no pasa nada,
no digo nada, no sacudo aquella casa, no sacudo aquella
conciencia, ya me he vendido y he negado mi opción por los
pobres”.

Las autoridades se movieron para que en Roma no le
consagraran obispo, (sólo habían pasado tres años desde su
llegada) y de una y otra parte comenzaron a calumniarlo en
grandes periódicos queriéndolo implicar con la guerrilla.
Hubo registros, detenciones, torturas, muertes,
acusaciones incluso de obispos de la propia Iglesia católica
del Brasil y estuvo a punto cinco veces, bajo la dictadura del
presidente Geisel, de producirse su expulsión con decreto
sobre la mesa para ser firmado.

Pero, el Papa Pablo VI alertó: “Tocar a Pedro es tocar al
Papa”.
Estamos en el 1971, y Pedro ya ha sido capaz de inquietar
a los más altos poderes –financieros y políticos- de Brasil. Un
obispo, que no quería serlo, que había constatado las causas
de la postración y sufrimiento del pueblo y lo había denunciado
con firmeza; un obispo, sin poder, sin economía, sin armas ni
nada que pudiera ser amenaza real, había puesto en jaque a los
grandes. Su poder era el de Jesús, a quien seguía, dispuesto a
no esconder su Evangelio.

Era pobre y libre; pobre para no depender de nadie y libre
para decir la verdad. Y sin miedo a la muerte.
Nada extraño, por tanto, que de inmediato , en el 1971, un
tal Vicente de Oliveira, peón de la compañía Bordón S.A,
analfabeto, sellara con su dedo esta declaración:
”El capataz Benedito Teodoro Soares , de sobrenombre
“Boca Quente” el día 1 de octubre me pidió que matase al
padre Pedro, y por matarlo él me daría mil cruzeiros, un
revólver 38 y pasaje para donde quisiera. Y, otra vez, el día 5 de
octubre, me pidió insistentemente que matase al padre Pedro y,
si yo le descubría a él, me mataría”.

Estas simples pinceladas bastan para situar y
comprender la personalidad de Pedro.
El Evangelio no es neutral y, por no serlo, Jesús acabó
crucificado. Entonces y ahora. Entonces con el Sanedrín y el
Pretorio; y hoy con el neoliberalismo y las multinacionales .
El proyecto de Jesús es un proyecto de liberación, en el
que se asienta la verdad fundamental de que Dios es Padre de
todos y que todos los humanos somos hermanos, donde la
ley fundamental es el amor y no el egoísmo, que rechaza la
desigualdad, la injusticia, la discriminación y la avaricia.

Jesús señala el camino y las condiciones para discernir
quiénes hacen suyo su proyecto, alineándose con él o contra
él. Y, frente a él, el cristianismo histórico, encarnado en la
Iglesia, ha claudicado muchas veces convirtiéndose en poder y
no en servicio, actuando como factor de alienación y
opresión en vez de emancipación y liberación.
Sin embargo, cada vez se hace más difícil esta
ambigüedad, esta doble cara en nombre de un mismo
Evangelio.

Como dice el Papa Francisco, en una Misa en Cagliari a
la que asistían miles y miles de personas: "No queremos este
sistema económico globalizado que nos hace tanto daño.
Hombres y mujeres tienen que estar en el centro (de un
sistema económico) como Dios quiere, no el dinero. El mundo
se ha convertido en un idólatra de este dios llamado dinero. Y
esto no es un problema de Italia y Europa (…) es la
consecuencia de la elección del mundo de un sistema
económico que ocasiona esta tragedia, que tiene en el centro a
un ídolo que se llama dinero".(Cagliari, 22 de septiembre)
Sin quererlo, me vienen a la mente las palabras del gran
crítico de capital, Carlos Marx. Con él coincidimos en
calificarlo, en esta hora en que el poder del capital se declara
más triunfante que nunca, como un fetiche, un dios artificial,
un ídolo.

El teólogo Enrique Dussel, comentando a Marx en su
libro “Las metáforas teológicas de Marx” escribe: Si un
cristiano es capitalista; y si el capital es la “bestia
apocalítica”,es decir, el anti-dios; dicho cristiano se encuentra
en contradicción práctica.

Pedro Casaldáliga dice lo mismo con palabras
contundentes: “Jesús dijo abiertamente que el antidios es el
dinero. Esto no es de ningún marxista, ni de ningún teólogo de
la liberación. Esto es del Señor Jesús: hijo de Dios y de María
de Nazaret. Realmente el dinero es el pecado, el diablo, la
muerte. El precapitalismo, el capitalismo y el neocolonialismo
ahora van a utilizar las estructuras de gobierno que le
interesen. Es un camaleón que sabe adaptarse a las diferentes
circunstancias .

Hemos acabado con las dictaduras militares e
incluso con los imperios. Ahora, estamos en el mercado, en el
neoliberalismo, en la democracia. El especialista Chomsky
afirma que el mundo está estructurado en dos: una minoría
que son un 15 % y que son los que tiene derecho a vivir bien y
el resto. Es indudable que el Tercer Mundo está en el resto”.
Y, añade: “Creo que el capItalismo es intrínsecamente
malo: porque es el egoísmo socialmente institucionalizado, la
idolatría pública del lucro, el reconocimiento oficial de la
explotación del hombre por el hombre, la esclavitud del interés
y prosperidad de unos pocos. Una cosa he entendido
claramente con la vida: las derechas son reaccionarias por
naturaleza, fanáticamente inmovilistas cuando se trata de
salvaguardar su propio tajo, solidariamente interesadas en el
aquel Orden que es el bien…de la minoría de siempre”.

.Tengo que acabar y lo hago con unas palabras de Pedro
en una de las Romerías de la Caminada Latinoamericana:
Posiblemente sea ésta, para mí, la última Romería con los
pies en la tierra. La otra ya será contando estrellas en el seno
del Padre. De todos modos, sea la última o la penúltima, quiero
dar unos consejos. Viejo caduco tiene el derecho de dar
consejos.

San Pablo, antes y después de tantos dogmas y rúbricas
y normas canónicas y diálogos culturales, da a aquellas
primeras comunidades un consejo único: "lo que yo os pido es
que no os olvidéis de los pobres".

Y yo, al igual que Pablo, pido de vosotros y vosotras :
que no olvidéis a los pobres. Esta opción es esencial en el
Evangelio, en la Iglesia de Jesús. Y esos pobres se concretizan
en los pueblos indígenas, en el pueblo negro, en la mujer
marginalizada, en los sin tierra, en los prisioneros, en los
deportados…, en los muchos hijos e hijas de Dios que están
prohibidos de vivir con dignidad y con libertad.
Yo os pido también que no olvidéis la sangre de los
mártires. Hay gente, también en la propia Iglesia, que piensa:
"Basta ya de hablar de los mártires". El día que dejemos de
hablar de los mártires deberemos cerrar el Nuevo Testamento,
borrar el rostro de Jesús…

Y una palabra más. Hay mucha amargura, hay mucha
decepción, hay mucho cansancio… ¡Esto es herejía!, ¡Esto es
pecado! Nosotros somos el pueblo de la esperanza, el pueblo
de la Pascua. ¡El otro mundo posible somos nosotros! ¡La otra
Iglesia posible somos nosotros! Debemos ponernos como
objetivo vivir todos incordiando, agitando, comprometiendo.
Como si cada uno de nosotros fuese una célula madre
generando vida, provocando vida.

La Iglesia de la Liberación está viva, resucitada, porque
es la Iglesia de Jesús. La Teología de la Liberación, la
espiritualidad de la liberación, la liturgia de la liberación, la vida
eclesial de la liberación no es algo superficial, es algo muy de
dentro, del propio misterio pascual, que es el misterio de la
vida de Jesús, que es el misterio de nuestras vidas.

Para todos vosotros, todas vosotras, un abrazo inmenso,
de mucho cariño, de mucha ternura, de un grito de esperanza,
ese cantar "Viva la Esperanza" que sea dar razón de nuestra
esperanza. Pueden quitárnoslo todo menos la fiel Esperanza.
¡Amén, Aleluia!

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