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El prelado cordobés hace unas declaraciones recogidas por Religión Digital y que no tienen desperdicio. Para no alargarme excesivamente , y ordenar mi artículo, enumeraré las que, en mi opinión, resultan afirmaciones más sorprendentes:
1ª) «La religión para los planteamientos laicistas es como la peste»
2ª) «En España el 80 por ciento del patrimonio cultural material es propiedad de la Iglesia Católica»
3ª) «No hay ninguna partida en los presupuestos generales del Estado para la Iglesia»
4ª) La X, en la declaración de la renta, según ha señalado Demetrio Fernández, «es para recaudar una cantidad, no del Estado, sino de los contribuyentes»
A modo de introducción consideraremos el concepto de Religión. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) la define así:
f. Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.
f. Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.
f. Profesión y observancia de la doctrina religiosa
La 1ª definición mete en un mismo saco cosas tan diferentes como dogmas, -y su correspondencia a nivel de comportamiento, creencias-, sentimientos, destacando los de veneración y temor, y después, entrando en el mundo de la moral, las normas morales para la conducta individual y social, hasta llegar a los ritos, centro del culto, entre los que destaca dos: la oración, y el sacrificio. Se trata de una definición que nos sirve, justamente por la amplitud y la poca especificidad que presenta. La divinidad es un término suficientemente genérico para pode referirse a uno o varios dioses, a fuerzas físicas y cósmicas, o a ideas trascendentes conceptuales, llenas de espiritualidad. No sé exactamente en qué universo de fenomenología religiosa se mueve don Demetrio Fernández, pero tengo la impresión de que, como muchos otros en la Iglesia Católica, no distingue bien entre Religión y Revelación.
El anuncio del Reino de Dios, proclamado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, (AT y NT), en el AT por los escritores sagrados y los profetas, no es propiamente, (e impropiamente, ¡muy de refilón!), una Religión, sino una Revelación, porque se trata de escuchar la Palabra de un Dios personal que se comunica libremente con los hombres a través de procesos misteriosos, pero perfectamente perceptibles y constatables. La RAE la define así: 2. «En la tradición bíblica, manifestación de Dios a los hombres de cosas que estos no pueden saber por sí mismos. Para los creyentes, la Biblia es una fuente de revelación divina».
Hay mucho más que hablar de Religión y Revelación. En el Antiguo testamento las dos están estrechamente mezcladas, sobre todo en los primeros libros, y los que nos trasmiten acontecimientos, opiniones y creencias de los primeros tiempos. Después, ya en el NT, se purifica y se aclara el concepto de la Revelación de Dios como un don, hasta poder decir que Jesús es uno de los mayores fustigadores de la religión de todos lo tiempos. Pero hay fenómenos de la Religión tan indeleblemente marcados en la Historia de la Humanidad, como el excesivo temor a los dioses, y la compensación de ese temor por medio de sacrificios, que esta idea se ha colado ampliamente entre aquellos, muchísimos en el Catolicismo, que viven la Revelación gratuita de Dios, que es un don que viene de lo alto, como una Religión, hechura de manos humanos, temblorosas, asustadas y débiles. Y no quiero terminar este breve comentario sobre la Religión, ¡mejor sería hablar de religiones!, sin destacar el impresionante poder que los profesionales del fenómeno religioso, -el clero, llámese como se llame, desde el hechicero elemental, hasta los sofisticadísimos sacerdotes egipcios, o griegos, o judíos-, tienen sobre los miembros sufridores y obedientes de las religiones. A Karl Marx le asiste toda la razón, si lo entendemos en el profundo sentido en que él lo afirma, al asegurar que la «religión es el opio del pueblo». La historia ha dado millones de ejemplos de la veracidad de este aserto, y en la actualidad lo comprobamos, otra vez, ampliamente.
1ª) «La religión para los planteamientos laicistas es como la peste»
En general, en medios eclesiásticos se usa mal, o de manera desviada, o de manera sesgada, que viene a ser parecida a desviada, pero con mala intención, que no imagino en esos medios a los que me refiero, el término «laicismo», o laicista, y por eso prefieren, y les parece mas suave y adecuado, «aconfesional». El Estado español, no es tan laico o laicista como parece, y en esto se desmarca bastante de los principales países de la UE, como Alemania y Francia, y sin embargo es mucho más confesional, no tanto como le gustaría a monseñor Demetrio Fernández, como veremos más abajo, que otros países europeos, y mucho menos laicista, justamente porque propicia manifestaciones típicamente religiosas. Cuando ciertos medios españoles jalean con entusiasmo la visita de los miembros de la casa real al Cristo de Medinaceli, o llenan sus primeras páginas de imágenes de pasos de semana santa acompañados por encapuchados cofrades, no huyen de la religión como de la peste, señor obispo, sino que hacen propaganda de la religión, y de la religiosidad, hasta las cachas. El laicismo es bueno, es una actitud sana y respetuosa, porque es profundamente democrática, y no es, de entrada, contra nadie. Laico, y laicismo, viene de la palabra griega «laos», pueblo, y no hay nada más democrático que el pueblo, de quien procede, y en quien reside la soberanía de una nación. Pero es que Pueblo es, también, un término tremendamente eclesial y conciliar, pues sirve para que el Vaticano II defina a la Iglesia como «El Pueblo de Dios». Y la Iglesia es producto no de una inspiración fundacional religiosa natural y humana, por tanto, sino que viene de lo alto, de la Revelación de Dios. Así que para un planteamiento laicista la religión no es como la peste, sino un hábitat, sin llegar a ser «su hábitat», muy natural. Así que la Iglesia es, por definición, «laicista». No olvidemos nunca que su fundador, el Señor Jesús, no era miembro del clero, no era funcionario de ninguna Religión. Desde le planteamiento del Vaticano II, la Iglesia, es, por concepto, profundamente laica, y los fenómenos «religiosos» que todavía subsisten en ella, no solo no provocan la huida del grueso de los humanos laicistas, sino que es lo que más los atare.
2ª) «En España el 80 por ciento del patrimonio cultural material es propiedad de la Iglesia Católica»
Pregúntese por qué, don Demetrio. Hace mucho tiempo que la Iglesia en Francia renunció a la propiedad de todos sus inmuebles artísticos y monumentales, en favor del Estado, respetando éste el uso, para fines eclesiales de culto, de esos bienes. La Iglesia española no solo defendió con ahínco su propiedad patrimonial cultural-artística, sino que por si acaso, por si había dudas, se valió de una ley franquista para «inmatricular», en los últimas décadas, infinidad de monumentos. Vd. podría colaborar con las autoridades civiles de Córdoba, y con un sentido de respeto maduro y caballeroso a otras religiones, o bien devolviendo la propiedad de la Mezquita cordobesa a los musulmanes, o, si no, por lo menos, admitiendo el uso común de la misma par ambos cultos. Pienso que Jesús, en los días de hoy, haría eso.
3ª) «No hay ninguna partida en los presupuestos generales del Estado para la Iglesia»
He avisado, antes, que más abajo demostraría que al obispo de Córdoba le gustaría que el Estado español fuera más confesional de lo que ya es. La frase que titula este 3º párrafo es la demostración más evidente. Ya hubo tiempo en los que se contemplaba esa presencia de la Iglesia en los presupuestos generales del Estado. Pero esa anomalía jurídica, y perniciosa para la Iglesia, se anuló en su momento, con toda lógica, aunque la situación actual le sepa a poco al señor obispo de Córdoba.
4ª) La X, en la declaración de la renta, según ha señalado Demetrio Fernández, «es para recaudar una cantidad, no del Estado, sino de los contribuyentes»
En esta afirmación se deja resbalar una comprensión errónea de la contribución del Estado, a indicación de los contribuyentes, a la financiación de la Iglesia a través del IRPF. Y el error se puede observar desde dos puntos de vista ligeramente diferentes, pero complementarios. En primer lugar, ¡a efectos prácticos, el Estado y el conjunto de los contribuyentes es, en la realidad, material y física la misma cosa. Sin los contribuyentes, el Estado no es nada, no existiría. Pero hay otro matiz: el dinero que loa contribuyentes tienen que pagar por ley, según los baremos instituidos, una vez entregados, son propiedad del Estado. Si éste, permite, en nuestro caso español, y para que se haga realmente efectivo, que los contribuyentes puedan indicarle que parte de esa recaudación, ya propiedad del Estado, se destine a otras instituciones, que además, forman parte de ese mismo Estado, como la Iglesia u otras ONGs, pero es dinero que el mismo Estado podría emplear para otros fines.