Sobre el volcán de Oriente Medio la nueva guerra entre Israel y el Líbano sitúa al mundo en ascuas. El apoyo de Siria e Irán al movimiento chiita de Hezbolá, mientras Estados Unidos sigue atizando el fuego en Irak, podría desencadenar lo peor, si Occidente no reacciona a tiempo y, en vez de mirar hacia el petróleo, hace respetar las decisiones de la ONU. Mientras, inocentes civiles mueren víctimas de una nueva escalada bélica tan injusta como absurda. Ojala haya concluido cuando llegue este número a manos del lector.
Este año no habrá serpientes de verano ni los medios podrán bajar la guardia por sequía informativa estival. No hay vacaciones para el drama: la guerra acaba de estallar en el enclave que más preocupa al mundo.
Cuando escribo estas líneas el enfrentamiento bélico arroja un total de cerca de 300 personas muertas, 24 de ellas soldados o combatientes de Hezbolá, en el Líbano a causa de los ataques israelíes iniciados el miércoles 12 de julio. Del lado judío, la otra parte de la frontera, los cohetes de la guerrilla habían costado ya la vida a 24 personas, la mitad civiles. La aviación israelí continuaba a la sazón bombardeando el Líbano por séptimo día consecutivo.
Mientras redacto esta crónica-comentario las bombas israelíes se dirigen especialmente al sur libanés y a los suburbios de Beirut. Estaban bombardeando domicilios, aeropuertos civiles, la carretera por donde se puede escapar de Beirut. En aviones y barcos huían angustiados los extranjeros residentes en el Líbano, sobre todo americanos y europeos.
En el otro escenario bélico, al menos seis cohetes katyusha de Hezbolá alcanzaban Haifa, la tercera ciudad más importante de Israel. Varios de ellos tocaban localidades del norte israelí, algunas con nombres de neto sabor bíblico, como Tiberiades, Nahariya, Shlomi y Safed.
Las guerras suelen empezar por poca cosa. El 12 de julio, los guerrilleros de Hezbolá, desde Líbano, atacaron una patrulla militar en el norte de Israel, matando a ocho soldados y secuestrando a otros dos. Desde entonces, Israel se veía obligado a cubrir dos frentes a la vez: Gaza y el Líbano. La catástrofe estaba servida.
Pólvora dentro de un volcán. El ministro español de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, lo tiene claro: ?Los grandes responsables de la actual situación en Medio Oriente son Hamás y Hezbolá??, pero advirtió a Israel de que su actuación ?desproporcionada?? no va a beneficiar a este país ni a corto ni a largo plazo y aseguró que lo que está en juego no afecta únicamente a Israel, Líbano, Siria y Palestina sino también, y ?directamente??, a los intereses europeos ?de paz y seguridad??.
Es tanto como echar pólvora dentro de un volcán. El mundo contiene el aliento temiendo que el conflicto crezca a Siria e Irán, pues se extendería así la guerra a todo Medio Oriente, incluido el Golfo Pérsico, elevando el riesgo de interrumpir el suministro de petróleo.
Ya se sabe que por el momento EE.UU. no va hacer nada por parar la guerra. Pretende en su política belicista que Israel siga golpeando al Líbano para disuadir a Hezbolá.
La comunidad internacional. En Líbano, lo que estaría en juego es la credibilidad de la comunidad internacional, que hizo de intermediaria y dio legitimidad a la retirada israelí del país en mayo de 2001. Hezbolá sería un actor importante en la política libanesa; incluso tiene ministros en el Gobierno. Sin embargo, en la crisis actual, vendría a ser más una pieza en el puzzle regional de Irán que defensor de los intereses nacionales de Líbano.
Otros analistas están convencidos de que Israel quiere ganar terreno en Oriente Medio con apoyo de Estados Unidos y sus intereses en el petróleo de la zona. Es para presionar al Gobierno de Líbano por lo que las fuerzas israelíes estarían llevando a cabo una campaña militar contra la población civil. También en este caso, como en Gaza, la táctica de Israel sería castigar a los ciudadanos por las políticas de sus dirigentes.
Por su parte, Hezbolá lanza sus misiles contra la ciudad de Haifa, centro industrial y de comunicaciones de Israel, para conducir la guerra dentro de ese país por primera vez en 50 años.
Guerra generalizada. A nivel regional la situación es grave porque se teme que Israel realice algún ataque contra alguno de estos dos países. Por un lado parecería improbable, porque a nadie le interesa radicalizar hasta ese grado la situación. Si Israel abre frentes y lanza un ataque contra Siria, podría provocar la reacción de Irán. Irán tiene misiles que pueden alcanzar a Haifa e incluso a Tel Aviv y eso nos implicaría a todos en una guerra generalizada porque la influencia sionista empujaría a los EEUU a la guerra contra Irán y Siria, lo que podría acabar desembocando en una guerra mundial. Por todo ello, Europa y la ONU deberían tomar cartas en el asunto y evitar la tibieza que les ha caracterizado en otros conflictos.
Por otra parte, hay demasiado odio enterrado durante años de enfrentamientos en esta tierra paradójicamente llamada para islámicos y cristianos ?santa??. Pero la Unión Europa no tiene autoridad política ni para resolver el problema de 55 personas a la deriva que, a unas millas de Malta, habían sido recogidas por un pesquero español y nadie quería recibir, mientras siguen viniendo pateras.
Batallitas de salón. Ante semejante noticia y otras como los 360 muertos víctimas de otro tsunami en Indonesia, nuestras preocupaciones internas pasan a un segundo plano. Es verdad que hay mucho en juego con las negociaciones con ETA. Pero aquí continuamos con la batallita de salón entre partidos. Se diría que más que la paz y la desaparición definitiva del terrorismo vasco, a cada uno de estos señores les importa ganar su partida: al PP que el PSOE no se apunte el éxito, y al PSOE que el PP siga al margen de este camino, pues si no ya habría cedido en algo. Ambos partidos tienen víctimas en su seno que por mucho que digan no cuentan demasiado. Es irrisorio verlos discutir por un vídeo que enlaza la rosa socialista con la serpiente etarra.
Mientras, da escalofríos ver a asesinos reírse de los tribunales y poner condiciones territoriales e independentistas utópicas. Por discutir, están enfrentados hasta por la guerra del Líbano. Zapatero se apresuró a ponerse con pocos matices al lado del Líbano y Rajoy a echárselo en cara enseñando su patita proamericana.
Tensiones que no ayudan. El ardiente verano, en medio de alertas por el calor, se ha cobrado, con los primeros incendios, nuevas hectáreas de bosque, mientras el privilegiado sindicato de pilotos vuelve a sembrar el caos en los aeropuertos, y el carné por puntos parece comenzar a contener algo a los desalmados del volante. Al cumplirse 70 años de la guerra civil, seguimos viviendo tensiones y radicalismos que no nos ayudan. El recuerdo de aquella horrible guerra entre hermanos debería acercarnos, en vez de discutir una vez más quiénes entre nuestros padres y abuelos fueron los buenos y los malos.
A unos y otros, Benedicto XVI dio un extraordinario ejemplo, no exacerbando posturas, sino ofreciendo con sencillez y respeto la doctrina de la Iglesia sobre la familia frente a los extremistas de siempre que buscaban carnaza, palos y alharacas. Una visita que no pudo convertirse en un mitin partidista, con el trasfondo luctuoso del accidente de Valencia y una misa tranquila y multitudinaria.
Ojalá el verano y la meditación vacacional nos permitan reflexionar sobre lo que nuestro país necesita de nuevo: recuperar el sosiego, envainar espadas y resentimientos y dar pasos que permitan entre todos una búsqueda eficaz de consensos para el logro del bien común.