“Dios, gritando al nacer, rompió las imágenes de Dios” (Kurt Martín)
“No preguntes y canta conmigo que Dios ha nacido pa´ hacerte feliz”, así resume el sentido de la Navidad un villancico andaluz, pues la gente sencilla de nuestro pueblo ha percibido que Dios no es un aguafiestas ni un sádico, sino el Dios del amor, de la humildad y de la paz, que desea que todos seamos de verdad felices. La eminente teóloga norteamericana, Elizabeth A. Johnson, escribe que “Jesús es el gran NO de Dios al sufrimiento humano y el gran SÍ de Dios a la felicidad de todo ser humano”. En estos días celebramos el aniversario de su nacimiento.
Lo primero que debemos saber es que los evangelios son las únicas biografías de Jesús, pero no como las entendemos hoy. Hace veinte siglos se contaba la “vita o la bios”de un personaje de una forma muy distinta a la actual. Los escritos biográficos eran, sobre todo, breves escritos encomiásticos; es decir, eran destinados a relatar las grandezas de un personaje incluso desde antes de nacer. Se silenciaba la crítica, todo eran alabanzas y elogios. Hoy puede ocurrir que una persona analfabeta, con una infancia desgraciada y poco decorosa pueda llegar a ocupar, por sus propios méritos, un cargo importante en la sociedad. En la época de Jesús no era así. Una persona que de adulta sería importante ya desde su infancia está rodeada de fenómenos portentosos, milagrosos y sorprendentes. Los mejores especialistas en las ciencias bíblicas nos dicen que los relatos del nacimiento son simbólicos y míticos, aunque llenos de grandes lecciones para nosotros. Si el nacimiento del emperador Augusto fue anunciado por ángeles, por estrellas y por visiones, ¡cuánto más el nacimiento del hombre-Dios tendría que ser anunciado de manera sorprendente y maravillosa! E incluso nacer de una forma distinta a la de los demás mortales.
A lo mejor no hubo ni ángeles, ni estrella, ni magos, ni pastores, ni Herodes en la primera Navidad. La cosa ocurrió de una forma mucho más sencilla y anodina. Que nadie se escandalice. Los relatos evangélico que nos hablan del nacimiento de Jesús está inspirados en leyendas, todas anteriores al cristianismo, que se han cristianizado para darnos –no lo olvidemos- un mensaje teológico, no para informarnos de lo que pasó realmente. Así pues, los “midrashim”, como así se llama el género literario hebreo de los relatos evangélicos de la infancia de Jesús, nos enseñan la teología del Dios hecho hombre. Cuando el ángel anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús le da dos títulos que solo lo ostentaba en aquella época el divino Augusto, (divus augustus) emperador del Imperio: “soter y kirios” (salvador y señor). Pero para que los pastores y nosotros, los lectores del evangelio, no nos hagamos una idea falsa del recién nacido, el ángel nos da a continuación una señal segura: “Encontraréis a un niño pobre envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Ése es el Salvador, el Mesías y el Señor”.
Y nuestros ojos se desconciertan pues están acostumbrados a detenerse en lo que brilla, en lo que se anuncia, en las luces artificiales que nos rodean, en lo que llama la atención. Pero la Navidad nos llama a descubrir una señal y un Dios que está en lo pequeño, en la penumbra, en lo escondido, en lo que no brilla, en lo insignificante, en lo marginal… Nuestros pies se resisten, pues se nos obliga a ir a descampados y periferias y salir al encuentro de los que andan perdidos y excluidos. Cierto, la Navidad rompe, como dice la frase del exergo de este articulo, todas nuestras imágenes de Dios. Porque allí, en la periferia de todos los centros y al sur de todos los nortes, sigue naciendo hoy Jesús. Y allí hemos de adorarlo, estando junto al que sufre.
Pero, ¿cómo pudo el mundo acostumbrase a la Navidad? ¿Cómo perdió la Navidad su fuerza revolucionaria? No lo sé, pero sabemos que una cosa es aceptar con la cabeza el significado de la Navidad y otra cosa bien distinta es ponerla en práctica en la realidad de mi vida diaria. Es triste que todavía haya personas que dan su buen donativo para el adorno del templo parroquial y que, al mismo tiempo, prohíben a una mujer inmigrante que pida limosna a las puertas del mismo templo. Les invito a que en estos días hagamos un hueco en nuestra agenda y reflexionemos sobre el profundo significado de estas fiestas: Dios se hace carne y vive entre los pobres. En estos tiempos oscuros sigue siendo luz para nuestra lucha. Y nos sigue diciendo que son precisas la indignación y la compasión solidaria, que ha llegado la hora de revalorizar el compromiso y la resistencia frente a un sistema que no admite reformas ni refundaciones y que crea cada día más víctimas de todo tipo para saciar el lucro de unas minorías. Hace poco la Asociación pro-defensa de los Derechos Humanos de Andalucía reclamaba: “Exigimos que sean las personas, su dignidad, los derechos reconocidos en 1948 los que sirvan de referencia para las políticas económicas: menos primas de riesgo y más hermanos solidarios”.
¡Feliz y solidaria Navidad para todos y todas en la lucha por la justicia global!