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Fuente: Observatorio eclesial
Occidente ha decidido que no sólo va a financiar el genocidio perpetrado por Israel contra el pueblo palestino, a declarar la guerra a cualquier país u organización que intente frenar la masacre y bloquear toda iniciativa en el marco de Naciones Unidas que busque detener la ma-
quinaria de exterminio de Tel Aviv.
Ahora también se criminalizará y perseguirá a quien
denuncie estas atrocidades, suprimiendo la libertad de
expresión de toda persona que conserve la suficiente
humanidad para condolerse con los niños, mujeres y
ancianos destrozados por las bombas, con los recién
nacidos que mueren entre los escombros, con los pe-
riodistas cazados sistemáticamente, con los cineastas
linchados por turbas de sionistas fanáticos, con un pue-
blo entero humillado por las burlas de sus asesinos.
En Estados Unidos, el regreso de Donald Trump a la
Casa Blanca ha terminado cualquier disimulo en el em-
bate contra la libertad de expresión. El secretario de Es-
tado, Marco Rubio, admitió que se han cancelado las
visas de más de 300 personas por participar en protes-
tas contra el genocidio, y amenazó con expulsar del
país a todo extranjero que exprese su disidencia con el
gobierno israelí.
En los últimos días la policía ha secuestrado a
Mahmoud Khalil y Rumeysa Ozturk e iniciado trámites
para deportarlos por sus posturas políticas, pese a que
el primero cuenta con una residencia permanente. Asi-
mismo, Trump anunció que retiraría fondos federales a
todas las instituciones educativas que no tomen medi-
das para imponer el sionismo como pensamiento único
en sus campus.
Como resultado, Columbia, donde una parte de la co-
munidad estudiantil se había negado a voltear la mirada
mientras tiene lugar la más atroz limpieza étnica del si-
glo, se comprometió a militarizar sus instalaciones, de-
signar a un censor en sus departamentos de estudios
de relaciones con Medio Oriente, cambiar sus políticas
de admisión y expulsar a estudiantes o académicos crí-
ticos.
Alemania ha seguido un camino similar, normalizando
expresiones de odio que hace poco nadie habría imagi-
nado fuera de los círculos de la extrema derecha. En
este país, que rivaliza con Washington en su apoyo a
Tel Aviv y donde la islamofobia está siempre latente ba-
jo las buenas maneras cultivadas por la clase política y
los grandes medios, se han girado instrucciones para
que las escuelas persigan toda manifestación verbal de
apoyo a la resistencia del pueblo palestino.
A las personas se les puede impedir la libre circulación
por portar la kufiya, la prenda icónica de Palestina, que,
como todos los símbolos de dicha nación, son califica-
dos por las autoridades como una apología del terro-
rismo en lo que constituye una estigmatización por motivos étnicos y religiosos de la que se supondría más
precavida a la sociedad alemana.
Con diversos matices, la islamofobia y la feroz persecución contra los denunciantes del genocidio se repiten en todo Occidente.
Ante los ojos del mundo, se ha instalado un consenso
fascista-sionista con el que se justifica la clausura de
las libertades de expresión, de reunión, de movimiento,
de manifestación y de pensamiento.
La principal responsable de hacer frente a este oscu-
rantismo es la sociedad estadunidense, cuya acepta-
ción de la Ley Patriótica promulgada en 2001 por Geor-
ge W. Bush la condenó a sí misma, pero también al res-
to del planeta, a una degradación de las libertades que
hoy se encuentra totalmente naturalizada.
Debe recordarse que esa ley habilita la detención inde-
finida de personas sospechosas de terrorismo sin ne-
cesidad de presentar cargos formales, otorga a las
agencias gubernamentales amplios poderes para reali-
zar vigilancia electrónica y acceder a registros financie-
ros y de comunicación de ciudadanos estadunidenses
sin una orden judicial. El espionaje fuera de Estados
Unidos ya era una actividad rutinaria de Washington, y
lo sigue siendo.
En suma, es necesario reconocer que la regresión
desatada por el trumpismo se inscribe en una larga
erosión de las libertades en nombre de la seguridad na-
cional y el combate a enemigos reales o imaginarios, en
una senda prohibicionista que se asemeja de manera
notoria al macartismo de la guerra fría.
Hoy las principales víctimas son el pueblo palestino,
sus simpatizantes y las personas migrantes no blancas,
incluso las que cuentan con documentos. Sin embargo,
ya ha iniciado el embate contra las mujeres, el colectivo
de la diversidad sexual, los afroestadunidenses y otros
grupos que no deberían esperar a un recrudecimiento
de la intolerancia para tejer redes de solidaridad y resistencia.
(jornada.com.mx) 28/03/2025