En este tiempo de cuaresma en el que la Iglesia nos pide un esfuerzo de ayuno y abstinencia (de comer carne, se entiende), hay quien se pregunta por el sentido y alcance de estas prácticas. En concreto me refiero aquí a la abstinencia de carne.
Hay cuestiones que para muchos no están claras; no tanto el alcance de la norma (¿pero esto era todos los viernes del año o sólo los viernes de cuaresma?) sino, sobre todo, por su sentido. Se nos dice que la cuaresma es un tiempo penitencial que conlleva prácticas penitenciales como la abstinencia. De hecho, así está contemplada en el Código de Derecho Canónico (1249-1253) y en algunas diócesis españolas que autorizan sustituir el ayuno y la abstinencia del Viernes Santo por otras formas de penitencia (CIC 1253).
Una mirada ligera a la práctica de los fieles cristianos nos dice que muchos de ellos no prestan la debida atención a la abstinencia de carne. No solo es que ésta está en crisis porque hoy la penitencia ¨Ccomo todo lo que suene a privación voluntaria¨C está en crisis, sino que es su propio sentido el que no se comprende. En una sociedad con disponibilidad abundante de una gran variedad de alimentos, ¿qué sentido tiene sustituir, una vez a la semana, la carne por el pescado, el marisco u otros alimentos? Hay quien ya lo hace habitualmente. Para esos, el sacrificio no está tanto en dejar de comer carne como en obedecer fielmente una ley de la Iglesia que no llegan a comprender.
Y, sin embargo, hoy podemos descubrir nuevas dimensiones de la abstinencia de carne que nos ayudan a vivir esta práctica desde otros parámetros:
– Solidaridad. Vaya por delante un dato: Somalia, un país con una hambruna oficialmente declarada, exporta grano a los mercados internacionales. No es un caso único: los países en los que se pasa hambre y donde las personas mueren por ello son países exportadores de alimentos. Exportan, sobre todo, soja y cereales a los mercados ricos y emergentes, que utilizan estos alimentos en la elaboración de piensos para engordar el ganado. Y los que entienden de esto nos dicen que en ese proceso hay una pérdida proteínica.
Por ejemplo: se necesitan 9,5 kg de pienso para ?fabricar?? 1 kg de ternera. En un mundo donde, según datos de la FAO, hay más de mil millones de personas ?severamente desnutridas?? y cada día mueren de hambre 40.000 personas ¨Cun tercio de ello, niños y niñas¨C, es sencillamente inmoral que engordemos el ganado con alimentos aptos para el consumo humano, con la pérdida de nutrientes que eso supone. Por eso, abstenerse de comer carne es una muestra de protesta contra este sistema perverso de alimentación y un gesto de solidaridad con quienes sufren mortalmente sus consecuencias.
– Sostenibilidad. Una de las causas de la deforestación tiene su origen en el incremento mundial de consumo de carne. Cada vez son más los territorios naturales que son talados y destruidos para ser destinados a la producción de soja y cereales, que a su vez servirán para elaborar piensos para el ganado. En el Estado Español, la práctica totalidad de los piensos que come nuestro ganado estabulado procede de otros países (¡no tendríamos suelo suficiente aquí para cultivarlo!). Además, la mayor parte constituye soja transgénica, con las perniciosas consecuencias ecológicas y sociales de ese modo de cultivo.
Por otra parte, es sabido que el metano y óxido nitroso que expulsan el ganado bovino son mucho más destructivos de la capa de ozono que el CO2. Se calcula que en torno al 20 % de las causas del calentamiento global del planeta está asociado a la ganadería. Con nuestra abstinencia de carne estamos expresando nuestra preocupación ante todo esto y contribuyendo, aunque sea a nivel de signo, a la Integridad de la Creación.
– Saludabilidad. Hace unos meses, los medios de comunicación informaron de que se habían encontrado altos índices de dioxinas en pollos y huevos procedentes de granjas de Alemania. Las dioxinas son compuestos tóxicos que se hallan presentes en los piensos con que se alimenta a los pollos. Sin llegar a estos niveles de toxicidad, a muchas personas les preocupa el alto contenido en sustancias químicas de la carne que consumimos.
Por ejemplo, en EE.UU. y algunos países de la Unión Europea, el consumo total de antibióticos es superior en los animales de las granjas (para que puedan soportar las duras condiciones de hacinamiento e higiene) que en las personas. Por otra parte, los expertos en nutrición afirman que en España consumimos más carne de la necesaria y que, dentro de una dieta equilibrada, es suficiente comer carne dos o tres veces por semana. Con todo esto, nuestra abstinencia de carne no solo es buena para otras personas y para el medio ambiente sino también para nuestra propia salud.
– ?tica en el trato a los animales. Acabamos de mencionar las duras condiciones que los animales sufren en las granjas de explotación, auténticas ?fábricas de carne?? donde los animales son considerados exclusivamente desde la productividad: se pasan toda su vida sin ver al luz del sol, sin poderse mover, sufriendo estrés y otros estados alterados de conducta, sin hacer otra cosa que comer, defecar y engordar, hasta el momento en que son sacrificados, no siempre en circunstancias adecuadas.
Algunas personas son indiferentes al sufrimiento que se le inflige a los animales, pero para otras es una cuestión importante. ?Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales??, decía Mahatma Gandhi. Absteniéndonos de comer carne estamos expresando y cultivando nuestra compasión hacia otros seres vivos.
Lo dicho hasta ahora puede apuntar a una nueva espiritualidad de la abstinencia de carne, no tanto basada en la penitencia y en la obediencia a la ley de la Iglesia sino en estas ?nuevas?? dimensiones (que no son tan nuevas): indignación moral, protesta profética, solidaridad con los hambrientos, contribución a la integridad de la Creación, ética y compasión hacia otros seres vivos. Ojalá nuestra abstinencia de carne nos ayude a profundizar en estos valores. Y no solo los viernes de cuaresma.