Noticias nuevas, ?novedades-, que no lo son. (Sobre la doctrina de la ?excomunión??, o no, de los divorciados.) -- Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Estos días estamos oyendo y leyendo muchas noticias, que nos venden como verdaderas primicias, que, de hecho, no lo son. Este es uno de los defectos principales que, en mi opinión, en que cae la prensa. Para ésta solo son noticias los dichos, hechos, pronunciamientos, declaraciones, etc., que vienen de lo más alto de los diversos estamentos de la realidad social, tanto políticos, como religiosos, como deportivos, como artísticos, como militares, etc.

Lo que la gente normal, los de abajo, dicen, hacen, programan y realizan, no solo no tiene importancia, sino que no existe, no cuenta nada. Por eso recuerdo con gran satisfacción y alegría lo que aprendí con el libro de Johan Huizinga, (sus dos obras más conocidas, exaltadas por Ortega y Gasset como obras magistrales, son El otoño de la Edad Media (Herfsttij der Middeleeuwen- 1919) y Homo ludens (1938). Nuestro gran profesor de Historia de la Iglesia, el padre Miguel Pérez del Valle, ss.cc., nos indicó que leyéramos el primero, en el que, por primera vez, contemplamos, admirados, cómo la Historia verdadera no es la que parece, -solo parece-, que han protagonizado reyes, papas y grandes hombre, sino la que ha sido protagonizado por el pueblo raso, cómo comía, cómo hacía el amor, como compraba en los mercados, como se divertía, como se elevaba en la plegaria o se desesperaba con las diatribas de los clérigos.

He presentado esta pequeña introducción para que se me entienda lo que quiero decir: la afirmación del papa Francisco de que los casados canónicamente, divorciados, y vueltos a unirse en pareja, por matrimonio civil, o no, no son gente excomulgada, y no están fuera de la Iglesia, no es ninguna novedad. Desafío a quien quiera a citar el documento, o la declaración, de un personaje relevante en la Iglesia, individual o colegialmente hablando, -Papa, Concilio, Sínodo, universal o diocesano, Conferencia Episcopal, etc.-, que haya enseñado y defendido lo contrario, es decir, la exclusión de la Iglesia de los Divorciados en esa situación. Por eso, ante tanto alboroto, me ha gustado mucho que un periodista de «EL País», ese diario que para algunos es el paradigma del anticlericalismo, por su coordinador de información religiosa, Juan González Bedoya, en su artículo de ayer en su periódico, «Un camino sobre aguas turbulentas», haya sido el único bien informado, y atento a la realidad de la Iglesia de a pie, que ha recordado que son miles y miles los curas que, hace muchos años, cumplen esa que para algunas es nueva enseñanza, y , por lo visto, deberá ser ¿nueva? praxis, de dar la comunión a tantos divorciados y separados sin preguntar, sin juzgar, ni, mucho menos, condenar.

Estaba yo de párroco en la parroquia de los Sagrados Corazones de Madrid, esa Iglesia preciosa que está enfrente del Estadio Santiago Bernabéu, por los años 1993-96, cuando en la misa de una, con una asistencia de más de mil personas todos los domingos, afirmé, bien alto y claro, que la jerarquía de la Iglesia no podía oponerse a lo que hizo Jesús. ?l dio un mandamiento nuevo, y maravilloso: «tomad y comed, tomad y bebed, haced esto en memoria mía». No hay en el Nuevo Testamento, (NT), ni un solo argumento, ni pista, para imaginar que Jesús, o los apóstoles, o los primeros cristianos, se hubieran podido embarcar en una aventura moralista que habría levantado esas historias, totalmente clericales, no evangélicas, de pecado mortal, de pecado venial, y todas esas distinciones y condiciones, más administrativas que morales o éticas, para poder recibir la Eucaristía. El mismo gran maestro de Teología y de Pastoral, Santo Tomás de Aquino afirmaba que «hablar de pecado mortal era dificilísimo», («de pecato mortade dificultossime falitur»), así como su teoría y enseñanza de que uno de los principales efectos directos y primordiales de la celebración de la Eucaristía, y de la Comunión, es perdonar los pecados.

¡Que falta nos hacen teólogos, pastoralistas, hombres de fe y de Evangelio, que en vez de convertir los mandatos de Jesús en realidades opcionales más o menos dispensables, acepten con humildad las verdaderas enseñanzas de las palabras y los hechos de Jesús! ?l dio la comunión en la Cena que fue la primera Eucaristía a Judas. Y no pienso que el cardenal Müller se hubiese atrevido a censurar al Maestro por ello. ¿Cómo alguien puede mantener, como enseñanza de Jesús, que un creyente, que valora y desea fervientemente, no por capricho, la Eucaristía, pueda ser privado de cumplir uno de los pocos mandatos de Jesús por una motivación puramente jurídica, administrativa y , ¡si, con todas las letras, antievangélica?