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No hay articulación política sin articulación social… -- Gabriel Sánchez (Montevideo-Uruguay)

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La construcción política entre semejantes: algunas sugerencias para no repetir
Romero, Alejandro
Domingo, 05 de Julio de 2009 03:20
Construir frentes o articulaciones estables de fuerzas políticas o sociales diversas en Argentina es una proeza que nadie consigue llevar a buen puerto. Ni a la derecha ni a la izquierda del arco político (pero tampoco en su centro).

Hace poco leí en las páginas de la revista Debate una nota que su autor, Carlos Leyba, encabezaba con un apotegma de Einstein que dice así: “No se puede pretender obtener resultados diferentes operando siempre de la misma manera y con los mismos métodos”. Creo, como Carlos Leyba por lo demás, que es lo que estamos haciendo los argentinos, no sólo en micro-economía sino sobre todo en política, desde hace años.

Y me parece que uno de los fenómenos en que esto se muestra con más fuerza es en los intentos de construir frentes, coaliciones o redes estables y capaces de crecer y consolidarse en el tiempo. Es decir, creativas. De hecho, construir frentes o articulaciones estables de fuerzas políticas o sociales diversas en Argentina es una proeza que nadie consigue llevar a buen puerto. Ni a la derecha ni a la izquierda del arco político (pero tampoco en su centro).

Las que aparecen son siempre coyunturales y, en general, reactivas: es decir, están motivadas no por el proyecto de llevar a cabo un programa compartido (en sus líneas generales) sino por la necesidad de sumar fuerzas en vistas de la derrota de algún adversario. Así fueron los casos de la Alianza y, ahora, de las distintas articulaciones que se intenta fraguar (sin mucho éxito) contra los Kirchner.

Quizás lo más parecido a un frente programático que pareció querer constituirse en los últimos años sea, precisamente, el Frente para la Victoria. Y éste tampoco tuvo ni tiene un programa, sino que creció al calor de los hechos a partir de la deblace del 2001, como consecuencia de la falta de legitimidad en la que quedaron los partidos políticos y sus dirigentes más emblemáticos. Además, creció -esto es fundamental- impulsado por un liderazgo casi personal: el de Néstor Kirchner.

“Casi”, porque sus “pingüinos” hicieron lo suyo, pero sin el empuje y la habilidad de Kirchner en persona para constituirse en referencia política a partir de una serie de medidas inesperadas, efectivas y oportunas y de un estilo de comunicación poco usual –campechano, aun en su agresividad-, no habría habido FpV (como amenaza con dejar de haberlo si ese liderazgo se eclipsa).

Por efecto de la atracción casi gravitacional que ejercieron la emergencia brusca de discurso y medidas anti-neoliberales en un país acostumbrado a que ciertas palabras y conceptos eran impronunciables y ciertas instituciones (especialmente internacionales) eran sagradas, alrededor de Néstor se armó una especie de malón político, se juntó un conjunto hasta entonces disperso de grupos, militantes y dirigentes “nacional y populares”, que estaban, por lo demás, casi a la deriva, distanciados unos de otros cuando no peleados entre sí.

Prendas de unidad y criterios de “construcción”
Es decir: en la política argentina de hoy parece haber dos prendas de unidad en las construcciones frentistas. Una de ella es el liderazgo personal, siempre “de hecho”. La otra, solidaria de ésta, pero no exactamente coincidente, es la expectativa de beneficio.

Ni las alianzas de organizaciones sociales (al menos las que intervienen públicamente) ni las alianzas de partidos políticos se mantienen y prosperan si no es por alguna de estas dos razones: o porque pueden de ese modo captar recursos y aumentar su poder electoral y territorial inmediato, o porque algún liderazgo especialmente efectivo y promisorio los “seduce” (no ideológicamente, sino como factor de concentración de poder).

Ahora bien, ¿qué nos dice esto sobre la construcción actual de frentes o articulaciones entre fuerzas semejantes, convergentes o que pertenecen al mismo “segmento” ideo-político?

Vale la pena pensarlo, porque el campo político argentino sigue fragmentado e inestable. Muchas organizaciones, activistas, militantes y dirigentes siguen pensando en construir frentes y coaliciones, siguen hablando de ello y lo siguen intentando. Otro tanto ocurre con las organizaciones sociales. Pero rara vez se plantea la pregunta acerca de cuál será la prenda de unidad en una construcción de ese tipo. Se da por sentado: siempre “esta vez” va a funcionar, por alguna oscura razón. Y siempre fracasa. Porque, en tercer lugar, los criterios con que se hace política en nuestro país siguen reproduciendo las condiciones que determinan que los frentes y las coaliciones se pulvericen.

Pero, ¿cuáles son esos criterios? Los más básicos, digo. Son un par. Los voy a enunciar en breves y callejeras palabras. Primero: “Cómo y cuánto nos conviene esta construcción (“nos” es el grupo de cada caso, es claro): qué provecho podemos sacar nosotros –nuestra organización- con ella”. Este primer principio guía (“nos unimos para sacar provecho propio” –en el bien futuro del país, por supuesto-), es enunciado explícitamente como máxima de “realismo político”, pero hay que agregarle un segundo principio, que no se enuncia pero está casi siempre presente, y que puede formularse así: “Si no lo hago yo (nosotros), que no lo haga nadie: lo que represento es lo único válido y sólo yo lo represento como se debe”.

Un dirigente sindical de mi conocimiento explicaba de otro modo –aunque con el mismo sentido- esta tendencia a obstaculizar o quitarle el apoyo a toda iniciativa valiosa que uno no pueda “capitalizar” en su favor: “Y bueno: todos queremos el bronce, ¿no?”, justificaba. Pero podemos encontrar expresiones de lo mismo en actitudes y declaraciones de gente tan disímil como Elisa Carrió, Alfredo de Ángelis, o ciertos exponentes de la “izquierda” y el progresismo.

Así pues, los “armados” políticos en nuestro país parecen estar guiados por una combinación de estos dos criterios: actuar siempre sólo fijándose en el propio beneficio (aunque la meta última e ideal pueda ser “el bien del país, de la república o de la economía”), y –dos- obstaculizar, criticar, abandonar o no apoyar las iniciativas y construcciones, por valiosas que sean, que no se pueden controlar o capitalizar.

Por eso sólo puede haber unidad más o menos duradera y con cierta estabilidad donde la concentración de poder –económico, de liderazgo personal o de aparato- es tan grande que un solo grupo (lobby empresario, grupo político o social, dirigente “mediático” o “territorial”) logra condicionar el campo político y “dobla la cerviz” de los demás o los obliga a “comerles de la mano”.
http://www.elgritoargentino.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=142:la-construccion-politica-entre-semejantes-algunas-sugerencias-para-no-repetir&catid=15:romero-alejandro&Itemid=5

Queremos agradecer a los hermanos que nos han hecho llegar el entrañable medio de comunicación que es EL GRITO ARGENTINO, del que tomamos prestado parte de un artículo para profundizar nuestra reflexión.-
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NO HAY ARTICULACIÓN POLITICA, SIN ARTICULACIÓN SOCIAL…
Mi autoridad emana de de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana.- El Karai Guazú. José G. Artigas. General del Pueblo

Montevideo, 13 de julio de 2009 – Gabriel Sánchez

Tal vez la imagen más clara de la génesis de sentimos que es una verdadera articulación del Pueblo, es la del Éxodo del Pueblo Oriental encabezada por Artigas, allí uniéndose a la cabellaría gaucha y charrua del ejercito patriota, la gente quemaba sus casas, incorporaba sus animales a la marcha y se hacían al camino…era todo un pueblo entero marchando rumbo al Ayui…

Una articulación política, que intente contar con el pueblo, nace en el trabajo en medio de la gente, multiplicando las instancias de encuentro, de incidencia y empoderamiento social del pueblo…en la calle, en medio de la lucha cotidiana, dando la discusión desde abajo, de los caminos a tomar…

Es ahí donde nace una articulación política, en la discusión del pueblo de los caminos que a su vez crearan las bases para un futuro programa alrededor del que nuclearse políticamente , no a los dirigentes con sus apetencias, sino a la participación de la gente, el desafió de la América Latina, es empoderar al pueblo para articular estructuras políticas y de gestión estatal, en que sea el pueblo el que determine el como y el hacia donde…

El gran desafió para los gobiernos progresistas, es crear ámbitos de participación real de la gente común, ámbitos en que sus opiniones, sus necesidades y su sueños puedan plantearse y porque no en algún momento, transformarse en programas de gobierno…

Para esto, se debe organizar a la gente, descentralizar, aunque se paulatinamente (mediante un proceso), la capacidad de tomar decisiones, esto creara una articulación política estable, las que se manejan entre los dirigentes, normalmente estarán prisioneras del “Cómo y cuánto nos conviene esta construcción “y del “Si no lo hago yo (nosotros), que no lo haga nadie”.-

Pero es bueno tener en cuenta que este mismo proceso de empoderar al pueblo, fue el que Zelaya intento andar y las consecuencias fueron el golpe de Estado, por esto urge, que el proceso de multiplicar los ámbitos de participación se vayan concretizando como una verdadera estrategia de cambio…desde abajo…con análisis claros y profundos de la realidad, con la información que los medios formales de información intenta borrar y con la capacidad de diagnosticar y proponer líneas de acción que vayan desde lo vecinal, hasta lo nacional, este parece ser el primer proceso, dar vida a que el pueblo pueda nucleares, encontrarse analizar, escucharse y porque no ir proponiendo líneas de acción…

Tal vez el golpe de Hondura, nos muestra que los halcones norteamericanos le tienen más miedo a esto, que al hecho que llegue un gobierno de izquierda…por algo será….Mi esposa siempre me ha contado una anécdota que quedo grabada en mi mente, ella cuenta que ya hace unos cuantos años, si bien no recuerda el nombre, pero a su pequeña comunidad vino de visita un obispo Mexicano, que suponemos pueda ser Méndez Arceo y les decía, los poderosos le tienen más miedo a esta comunidades que a las revoluciones, a pesar de que no tenemos influencias políticas, ni dinero, ni tanques, ellos les tienen más miedo a ustedes reunidos, que a una revolución armada…Tal vez por eso, debamos levantar nuestra voz, para que se inteverga con firmeza en Honduras, no por la constitución o por la Ley, sino para salvaguardar la voluntad del Pueblo que es en quien debe radicar la soberanía…

(Información recibida de la Red Mundial de Comunidades Eclesiales de Base)

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