No entiendo las dudas sobre los ministros/as del sacramento del orden -- Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

(En primer lugar, a modo de introducción, y como información a mis editores y lectores, os comunico que he estado una semana en el hospital, concretamente, en el «de la Princesa», reponiéndome de una infección bastante grave, con el nombre pintoresco, para mí, de «Celutitis MID», que no tiene que ver demasiado con esa afección de la piel, incómoda y detestada por mujeres, jóvenes y maduras, que afean su estética. A mí, que no soy precisamente un experto en medicina, me tuvieron que explicar que se trata de una infección que entra por alguna herida abierta, -en los adultos, generalmente en la parte baja de la pierna, o en los pies-, y puede extenderse, subrepticia y procelosamente bajo la piel, hasta constituir un peligro nada desdeñable, si no se combate a tiempo, con antibióticos, a poder ser en vena.

La herida me la hice en uno de mis paseos para adelgazar, y no le habría dado ninguna importancia hasta que, la Naturaleza, detrás de la cual, para los creyentes, está el buen Dios, me provocó un explosión de dolor, hinchazón e incapacidad para caminar. Entré en capilla el martes pasado, con lo puesto, pues no imaginaba que me hospitalizarían. Ayer mismo volví del Hospital, que me pareció magnífico, médica y técnicamente, y sobre todo, e importa más, humanamente).

1º) ¿Qué por qué no entiendo las dudas de la Jerarquía de la Iglesia sobre el ministerio de los ministros del Sacramento del Orden? Me explico.

La cosa viene de muy lejos, pero se actualizó y se desbarató y desbordó como tema polémico con el reciente Sínodo de la Amazonía, realizado en Roma, junto al «amazónico» y desmesurado río Tiber. Ya en el «Instrumentum laboris» sinodal comenzó pronto a despuntar que uno de los que sería tema estrella del Sínodo Romano-Transamazónico sería carestía de personas marcadas con el Sacramento del Orden, que tal vez provocaría la urgencia de buscar soluciones como fuera. Y no olvidemos que algunas de ellas eran ya, antes de propuestas, y muchísimo antes de aceptadas, consideradas inaceptables, por los pusilánimes moderados, y heréticas, ¡sic!, por los conservadores, muchos de ellos no solo radicales, sino fanáticos de una tradición mal entendida.

¿Y por qué este desplazamiento laborioso, que ubicaba a los sinodales, todos ellos venidos de lo profundo de la selva amazónica, en un contexto urbano, cultural, socio-económico, y, sobre todo, eclesial, no solo diferente, sino seguramente opuesto a su realidad pastoral y evangélica cotidiana? ¿Tal vez para que cerca de la sacrosanta presencia del poder centralista de la Sede, ¡romana, sí, que no Santa!-, a los padres sinodales les resultara más difícil pensar en desmandarse hacia caminos intrincados y llenos de sobresaltos, por los que resultara complicado transitar?

2º) Nadie que haya leído el Nuevo Testamento, (NT), puede albergar dudas sobre la capacidad de la Iglesia, la licitud, y, en el momento de la Iglesia en el mundo actual, la oportunidad, y hasta necesidad, para volver a la libertad evangélica, ¡si, Evangélica!, de la Iglesia primitiva en la situación personal y familiar de sus ministros.

En primer lugar, tenemos que recurrir a una distinción fundamental, como enseñaba e insistía reiteradamente D. Teodoro Jiménez Urresti, (in distintione salus): 1º, «el mundo de la praxis», y 2º, el del «pensamiento dogmático y teológico». El estado personal y familiar de los ministros cae de lleno en el primer apartado, de la praxis: no tiene por qué revestir ninguna transcendencia ni teológica, ni, mucho menos, dogmática. Hasta en Jesús de Nazaret hay que admitir esa libertad de opción, como afirman hoy muchos teólogos, independientemente de la que Jesús de hecho eligiera.

Y este tema no es ni baladí, ni prohibido. Está habilitado por la realidad incontestable de la Iglesia primitiva, como aparece en los Evangelios, Hechos y Cartas de los Apóstoles, y Apocalipsis. Al estudiar Teología nos enseñaron, nadie me lo puede negar, que el modo de vida de la Iglesia primitiva, que no era perfecto, ni excelso, ni éticamente heroico, pero sí lo más coherente posible con el Evangelio y las doctrinas y hechos de Jesús, era, por los siglos de los siglos, Paradigma perpetuo del estilo y modo de vida de los cristianos de todos los tiempos. Con los necesarios acomodos y consiguientes correcciones. Pues bien, en el tema de la libertad para el estilo de vida personal y familiar la humanidad ha corrido tanto que nos ha dejado, o nos puede dejar, arrumbados al borde del camino. ?sta es la situación que en mucho casos, sectores, y sensibilidades de la Iglesia, ya está aconteciendo.

Yo veo, con perdón de los que se puedan sentir aludidos, algo, o mucho, de hipocresía en las tentativas, para mí, artificiales y ficticias, de tejer una espiritualidad, ésta sí, y lo digo con toda la responsabilidad y conocimiento de causa de sus consecuencias, «Sacerdotal». Quien haya leído la «Carta a los Hebreos» tendrá que aceptar, si tiene sentido lógico, y una simple compresión lectora, que el único sacerdote, en nuestra comunidad Cristiana, es Jesús, «?nico y Eterno Sacerdote», de cuyo sacerdocios participamos todos los bautizados. Y no sirve, ni me vale demasiado, la distinción entre el «sacerdocio común de los fieles», y «el sacerdocio ministerial», pues Jesús no participó de éste, ya que era bien y buen seglar, y, a no ser que nos expongamos, como ya lo hicieron nuestros antepasados en los siglos IV-VI, a convertir el seguimiento de Jesús en una Religión convencional, como la viven de hechos muchos católicos, incluyendo cardenales, obispos, y presbíteros, (de este tema escribiré en los próximos días), algo que es, sería, y se convertiría, después del Concilio Vaticano II, en catastrófico.

3º) Y todavía hay otro tema que indica la posibilidad, y hasta la cercanía, de la hipocresía que he mencionado.

Me refiero al hecho, conocido por todos los eclesiásticos de la Iglesia Occidental de Rito Romano, pero desconocido por casi todos sus fieles, de la situación especial de la Iglesia Oriental de Ritos Griegos. En primer lugar, hay que decir que los miembros de Estas Iglesia pertenecen al número de los fieles que aceptan, respetan y mantienen, con entusiasmo, su obediencia a la autoridad del Papa, Obispo de Roma. Es decir, en términos populares, se trata de fieles católicos.

Pero con una particularidad muy especial: muchos de sus curas, llamados «Popes», los que quieren, están casados, lo que no significa ningún quebranto para su Iglesia, ni, mucho menos, para la atención a sus fieles. Os cuento ahora una historia anecdótica que sucedió en la prestigiosa Escuela Histórica de San Petesburgo, que durante la permanencia del Estado comunista en Rusia, pasó a llamarse Leningrado, y que es la siguiente: intentando explicar el por qué la Iglesia occidental, a partir del siglo nono, IX, y cada vez con más ahínco en pasos dados en los siglos XIII, año 1215, en el Concilio Lateranense IV; y, por fin, en las 25 sesiones del Concilio de Trento, desde 1545 a 1563, decidió definitivamente la ley del celibato obligatorio.

Pues é aquí, que la prestigiosa escuela de Leningrado, encontró un por qué, una causa, en esa ley, muy de estilo marxista: por motivos económicos, pues un clero con hijos haría temblar el sistema de rentas y prebendas de que la Iglesia disponía en la Edad Media, algo válido también hasta nuestro tiempo, y quedaba claro que un solo clérigo por familia gastaría mucho menos que una familia numerosa. (Algunos desprecian, por injuriosa, insultante e injusta, esta explicación, pero a la vista del inadecuado convenio que muchas veces ha vivido al Jerarquía de la Iglesia con el Capitalismo, y todavía vive en muchos ámbitos, no es nada despreciable esa posibilidad).

(El tema es largo, y continuaré mañana, y días siguientes, sobre este mismo tema, y la ordenación de mujeres. Gracias)