Nos asusta la palabra crisis. Pero el término tiene un significado bien positivo. Se deriva del griego krisis y significa discernir, escoger, distinguir. Somos hijos de una crisis ocurrida allá en la lejanía del tiempo: cuando una vieja estrella, paradójicamente llamada ?supernova??, entró en crisis y explotó hace 5 mil millones de años; sus fragmentos, lanzados por el espacio, dieron origen al sistema solar.
El sol es un trozo de supernova dotado de calor propio. La tierra y los demás planetas, fragmentos incandescentes que poco a poco se fueron enfriando. De una gran crisis surgió la vida y todo lo necesario para vivir. Pero mucho antes, en la explosión primordial o Big Bang, predominaban los protones, el helio, el deuterio y vestigios de litio. Ya la naturaleza se estaba preparando para el tratamiento de los maniaco-depresivos, como asegura con fina ironía un eminente astrónomo francés.
Nuestra vida biológica y psíquica ha pasado por muchas crisis: la pubertad, la adolescencia, la madurez, la vejez. Y ahora está en crisis el llamado capitalismo salvaje. Se creyó que el capitalismo era eterno, sobre todo en su versión neoliberal religiosamente apoyado en dogmas de fe: el libre mercado, la mano invisible, la capacidad de autorregulación, la privatización de lo público etc. Ahora los gobernantes mundiales están nerviosos y con razón. Y se apresuran a tratar de calmar los ánimos como la tripulación del Titanic: mientras el agua iba inundando la nave ordenó a la orquesta que siguiera tocando. ¡Había que distraer al personal!
Pero tal vez lo que está en crisis no es el sistema sino el hombre mismo y sus actitudes. No tenemos un problema ecológico, tenemos un problema con el hombre que se está cargando la naturaleza. No sigue creciendo la desigualdad y el hambre, estamos provocando que cada día haya más personas que mueran de hambre. No han fallado los mecanismos del control financiero, hay una pandilla de sinvergüenzas y corruptos que se han lucrado permitiendo el robo a mano armada. Seamos sinceros: la desmesurada avaricia de unos cuantos nos está hundiendo a todos.
¿Habrá salvavidas para todos? ¿Ocurrirá como con el Titanic que sólo algunos de la clase preferente pudieron salvarse? Vivimos en una situación de irresponsabilidad colectiva. Todos nos quejamos de todo, pero nadie se siente responsable de nada. Pedimos a gobiernos y políticos que eliminen la pobreza, pero que no suban los impuestos ni pongan a los pobres cerca de nuestras casas. Pedimos a las familias que tengan hijos y que los eduquen, pero hemos organizado el trabajo de tal manera que hemos roto todos los tiempos de la vida.
Navidad es un buen momento para reflexionar y comprometerse porque Alguien nació entre nosotros y está empeñado en transformar la historia. Y el Dios con nosotros nos sigue urgiendo para que trabajemos por la renovación de nuestro mundo. Porque esta crisis debe traernos otros modelos de vida: menos consumismo y más modestia en el estilo de vida; menos competitividad y más solidaridad entre personas y tareas; menos obsesión por el dinero y más preocupación por los débiles.. Navidad: es hora de comenzar de nuevo. No tenemos que refundar el capitalismo, tenemos que refundar a la persona humana. Sólo personas nuevas podrán hacer un mundo nuevo decía Carlos Marx., sin duda inspirado en Pablo de Tarso.