Todos los que venimos criticando el manejo económico que se globaliza nos felicitamos de que el Vaticano se pronuncie mas y más en contra de las aberraciones del llamado Progreso económico. Vale la pena leer con atención el análisis que se le esta haciendo a la situación mundial en esta Declaración.
Pero no podemos menos que recordar los tiempos en qué el prestamos a interés (la usura) era prohibido entre cristianos y que para construir el Vaticano se recurriera a un banco judío, lo que ha contribuido a la división dramática de los cristianos.
Tampoco podemos olvidar que el Cristianismo fue el mejor promotor del Progreso con sus lemas: “crezcan y multiplíquense, llenen la tierra, someten, manden….” China hizo mucho para llegar a los siete mil millones de habitantes para esta tierra pero lo ha hecho también el rechazo de los Papas a los métodos anticonceptivos.
En un tiempo en qué la multiplicación humana y la escasez de alimento y especialmente de carne preocupan, vale la pena recordar que la Iglesia católica lograba, hace un siglo, hacer ayunar a los cristianos en cuaresma y les obligaba a abstenerse de comer carne los viernes bajo sentencia de pecado mortal, por mortificación, por sacrificio.
Hace falta recordar que las universidades católicas tuvieron su época de oro para formar muchos intelectuales y en Chile por ejemplo, la Universidad Católica formó los que más lograron enriquecerse.
Todos estos recuerdos, nos obligan a denunciar los vacíos que dejan las declaraciones Vaticanas. Estas hacen noticias un día pero dejan muchas preocupaciones no solamente por el real impacto de estas declaraciones pero también por lo que no aplican “ad intra”.
Antes de aconsejar reformas mundiales, quizás sea necesario mirarnos por dentro, en nuestra institucionalidad católica.
El centralismo vaticanista se mantiene por el respaldo de grupos económicamente poderosos. Las críticas a la riqueza de la Iglesia católica siguen entorpeciendo la evangelización. ¿Cuándo se decidirá cambios y reformas interna en esa materia?
Tanto como ha sido activo promotor del Progreso material, la Iglesia debe decidirse a hacerse promotor a todos los niveles de la defensa del medio ambiente y de una responsabilidad generacional realista. Debe cambiar su postura de capitalista caritativo por una postura de autentica solidaridad por el uso del agua, de los recursos naturales, de la energía…
La jerarquía de la Iglesia de ayer tuvo la ingeniosidad de fomentar conductas individuales y comunitarias logrando formar las conciencias para el esfuerzo y la generosidad, se espera de ella hoy día una misma ingeniosidad para invitar a comportamientos que respondan a las preocupaciones del futuro de la humanidad.
A pesar de la opción para los pobres en Medellín, la atención pastoral preferencial del clero y de las instituciones religiosas educativas sigue en la práctica siendo las elites.
Si la Iglesia no empieza a crear unas reformas propias faltarán sin duda muchas fuerzas espirituales para realizar la conversión radical que la economía mundial requiere.