El mes de noviembre pasado Berlín y el mundo entero celebraron el vigésimo aniversario de la caída del Muro que dividió Alemania en dos durante 28 años. Las informaciones que durante esos días nos ofrecieron los medios de comunicación dieron cuenta de la alegría de las personas que se reencontraron con sus familias después de años de separación. Nos ofrecieron los testimonios de aquellos que, al pasar el muro, se maravillaban al ver los escaparates llenos de objetos de consumo y las tiendas de alimentación con productos para poder comprar.
También al contrario, los testimonios de las personas que habían pasado a la zona del Este y se asombraban de las estanterías vacías de alimentos. Todo se hablaba en pasado. Todo esto fue hace 20 años.
Quizás nos tengamos que preguntar qué muros son los que hay que derrumbar sin tener que esperar 28 años para poder celebrar la libertad y la igualdad en los distintos países. No hablamos sólo de los muros físicos: el de Israel con Palestina, Estados Unidos con México, la valla de España con África?? Hay otros muros menos visibles y, por lo tanto, más difíciles de derrumbar: el muro de las desigualdades, el de los inmigrantes, el de los derechos humanos??
Tanto nos hemos acostumbrado a las cifras y a las imágenes de los horrores que parece difícil con-movernos ante la injusticia de que un 20 por ciento de la humanidad posea el 80 por ciento de los bienes de este mundo. El muro entre ricos y pobres no sólo no cae sino que cada vez se hace más fuerte.
En un mundo globalizado donde la información, las imágenes, los mensajes, las mercancías, los capitales, las empresas?? circulan de un lado al otro del planeta sin ningún tipo de trabas, sólo a las personas, pero a las más pobres, a los inmigrantes, son a los que se les dificulta moverse a los países más ricos y acceder a una calidad de vida mejor. Son muchos los países que siguen teniendo las estanterías vacías de alimentos.
Derrumbar el muro de las desigualdades de género debería ser una de las prioridades en las agendas de los grandes mandatarios, porque las mujeres también son sujetos de los derechos humanos, cuyo 60 aniversario se celebraba el año pasado. Aún hoy en algunos países las mujeres son tratadas como mera mercancía. En Afganistán se ha aprobado una ley que permite al marido privar de alimento a su esposa si ella se niega a tener relaciones sexuales; además, las mujeres afganas necesitarán permisos de sus maridos para salir a la calle a menos que sea una emergencia.
A muchos hombres y mujeres de hoy, que viven estas realidades brutales, quizás les hubiera gustado vivir al otro lado del muro, el que se derribó hace 20 años.
Despedimos este año con el deseo de que el próximo sea el año en el que los muros del mundo desaparezcan.