Lo decíamos ayer: ahora empieza todo. Cuando este lunes José Ignacio Munilla desafíe la nieve y llegue a su despacho del Obispado, se encontrará con que buena parte de la curia diocesana ha dimitido o tiene previsto hacerlo. Entre ellos, dos de los principales responsables de la diócesis, y principales colaboradores de Uriarte: los vicarios generales Patxi Azurmendi y Félix Aizpitarte.
El director de Cáritas y los vicarios de Religiosos y Economía también dejarán su cargo, así como previsiblemente la jefa de prensa y la secretaria general, Luzía Alberro (por cierto, ¿sobrina de Setién?). Munilla se queda solo… pero también con las manos libres para no tener que hacer la «criba». Toda crisis es un desafío, y en este sentido hay que valorar positivamente la marcha de los vicarios generales. Un gesto muy eclesial: se marchan ellos para que el conjunto de la diócesis no cargue sobre las espaldas de Munilla su cese.
Ahora sólo resta esperar, y comprobar cuáles serán los pasos a dar por el nuevo obispo en su legítima función. A quién nombrará, si traerá o no a personas de su confianza de fuera de la diócesis, qué ocurrirá con el seminario y los institutos diocesanos y de vida religiosa… De momento, Munilla se ha quedado un poco más solo. Aunque algunos pensarán que mejor así que mal acompañado.
Ítem más: ¿se dieron cuenta que en su toma de posesión el único que tuvo palabras de agradecimiento para Uriarte fue el Nuncio Fratini? ¿Y que sólo se habló de paz y de violencia en las preces, y no en la homilía? Curioso…
Ítem más (II): para los picajosos… Una cosa es poner los cargos a disposición del obispo, que los puede cesar o mantener, y otra muy distinta es dimitir.
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