Mujeres teólogas responden al cuestionario del Papa sobre la familia

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

«Rogamos a la Iglesia que elimine las trabas canónicas para que quienes fracasaron en su matrimonio puedan rehacer su vida con otro amor»
«A la Iglesia no le toca imponer modelos, sino acompañar, alentar, dar esperanza»
María Luisa Paret
El modelo familiar actual sigue cambiando: familias sin hijos, familias monoparentales, familias de hijos de diversos padres, familias homosexuales con hijos… Todo es muy delicado

(Mª Luisa Paret, Mujeres y Teología).- Las siguientes preguntas permiten a las Iglesias particulares participar activamente en la preparación del Sínodo Extraordinario, que tiene como objetivo anunciar el Evangelio en los actuales desafíos pastorales en relación a la familia.

1 – Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia en relación a la familia
a) ¿Cuál es el conocimiento real de las enseñanzas de la Biblia, de la Gaudium et spes, de la Familiaris consortio y de otros documentos del Magisterio postconciliar sobre el valor de la familia según la Iglesia Católica? ¿Cómo son formados nuestros fieles en la vida familiar según las enseñanzas de la Iglesia?
Hay un desconocimiento muy grande propiciado por la propia Iglesia. El divorcio entre la realidad que viven las personas y las enseñanzas del «Magisterio» chocan frontalmente. El lenguaje farragoso y la interpretación de éstas no dan respuesta a las situaciones que viven los hombres y las mujeres de hoy.

b) Allí donde se conocen las enseñanzas de la Iglesia, ¿son éstas integralmente aceptadas? ¿se verifican dificultades para ponerlas en práctica? ¿Cuáles?
Ni siquiera en las comunidades parroquiales, asociaciones o grupos de reflexión cristianos, son aceptadas integralmente las enseñanzas de la Iglesia. La voz de los laicos y de las laicas nunca ha sido escuchada ni tenida en cuenta. Ante esta cerrazón y sordera, en la práctica cada uno se responsabiliza en conciencia de sus actos o, lo que es peor, las personas «pasan», se alejan. El Evangelio es el criterio a seguir, no la mayoría de los documentos de la institución eclesial que sólo hacen referencia a prohibiciones, pecados y desviaciones graves con el consiguiente rechazo de quienes actúan o viven de diferente forma. Todo lo relativo a la sexualidad es pecaminoso para la Iglesia. En los documentos oficiales apenas se hace alusión al respeto, al amor, al placer, a la misericordia, al diálogo entre las personas.

c) ¿Cómo se difunden las enseñanzas de la Iglesia en el contexto de los programas pastorales a nivel nacional, diocesano y parroquial? ¿Qué catequesis se ofrece sobre la familia?
Debido a la involución de la Iglesia desde los años 80 hasta nuestros días, los cristianos nos hemos ido alejando de las enseñanzas de la Iglesia católica. La pastoral familiar es sólo una: o se acepta o «estás fuera». Todo lo que suponga apartarse del modelo de familia que ofrece la Iglesia católica es rechazado.
La pastoral comunitaria parroquial es la única que funciona en las pequeñas comunidades de vida, de talla humana, inspiradas en el C.V. II porque es allí donde hombres y mujeres en plano de igualdad reflexionamos a la luz del evangelio la propuesta del amor que Jesús nos propone en el día a día.

d) ¿En qué medida -y en particular en relación a qué aspectos- dichas enseñanzas son realmente conocidas, aceptadas, rechazadas y/o criticadas en ambientes extra eclesiales? ¿Cuáles son los factores culturales que obstaculizan la plena recepción de las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia?

Está claro que la sociedad actual no sigue los criterios de la Iglesia pero lo más grave son los obstáculos que la Iglesia pone para la vida en sociedad. Defender los valores de la familia cristiana no tiene por qué excluir o condenar otra forma de entender o vivir la familia o las relaciones entre las personas. Las intervenciones públicas que hacen obispos o sacerdotes célibes «expertos» en pastoral familiar en los medios de comunicación están alejadas de la realidad y abundan en el rechazo, en la condena y en la exclusión. Jesús ni rechazó, ni condenó ni excluyó a nadie.

2 – Sobre el matrimonio según la ley natural
a) ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto a nivel institucional, educativo y académico, como a nivel popular? ¿Qué visiones antropológicas se dan por sobrentendidas en el debate sobre el fundamento natural de la familia?

El concepto de «ley natural» apenas tiene valor para la mayoría de los creyentes. La vida en toda su complejidad, la naturaleza con su inmensa capacidad de transformación y renovación, son la ley suprema para el ser humano. El descubrimiento del Espíritu-Ruah que aleteaba sobre las aguas del Génesis, sigue vibrando en el corazón de todos los seres, es la gran tarea que tenemos por delante, más allá de prohibiciones, tabúes, restricciones o exclusiones. Todo vive, todo se mueve, todo cambia.

La familia es la base de la sociedad como célula indispensable de desarrollo personal: psicológico, físico, ético, político, socioeconómico, relaciones, etc, reconocida por el ordenamiento jurídico y las leyes. En la familia se aprende a convivir y a relacionarnos con nosotros mismos, con los demás, con nuestro entorno. En la familia se educa y se vive la fe y se ponen las bases de nuestro «andamiaje» personal y comunitario. Está fundada por la unión de dos personas que se quieren y tienen un proyecto de vida en común orientado a la construcción de una sociedad y un mundo más humano y más justo.

También la familia ha ido cambiando sin cesar, desde los clanes primitivos hasta la familia nuclear, pasando por la familia patricarcal que hemos conocido hasta hace bien poco. Por otra parte, la familia de Nazaret poco tiene que ver con la institución familiar del siglo XXI. La visión antropológica de aquella era radicalmente diferente a la nuestra: eran clanes y tribus que se agrupaban para defenderse y sacar adelante la prole, marcadamente patriarcal, con predominio de unos sobre otros y subordinación de todos al cabeza del clan.

El modelo familiar actual sigue cambiando: familias sin hijos, familias monoparentales, familias de hijos de diversos padres, familias homosexuales con hijos… Todo es muy delicado. Hay mucho dolor. A la Iglesia no le toca imponer modelos, sino ante todo, acompañar, aliviar, alentar, dar esperanza.

b) ¿Es comúnmente aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural en relación a la unión entre el hombre y la mujer, de parte de los bautizados en general?
No, no es comúnmente aceptado que hombre y mujer constituyan un núcleo natural desde el que sólo se puede acceder a Dios. El ser humano es imagen de Dios más allá de su identidad sexual y en el siglo XXI podemos entender que exista diversidad en la forma de entender nuestra identidad. Como decía Pablo, no nos une nuestra condición biológica sino nuestro vínculo a Cristo en el que «ya no somos ni hombre ni mujer, ni judío ni gentil, ni libre ni esclavo». Nuestra raíz creacional es de ser humano y nuestro desarrollo de las potencialidades que provienen de Dios, cada uno desde su psicosexualidad, nos hace diferentes y diversos. El sabernos «hijo/a amado/a» es el fundamento de nuestro bautismo según el Espíritu.

c) ¿Cómo es contestada, en la práctica y en la teoría, la ley natural en lo que respecta a la unión entre el hombre y la mujer en vista de la formación de una familia? ¿Cómo es propuesta y profundizada en los organismos civiles y eclesiales?
Los organismos civiles respetan y promueven las uniones entre hombre y mujer, bien sea matrimonio civil, parejas de hecho o matrimonio religioso. Sin embargo la Iglesia sólo admite y acepta el matrimonio canónico, como si sólo existiera «sacramento» donde hay amor. El amor es el fundamento de toda relación y trasciende los límites de tal o cual unión: civil, canónica, en pareja, homosexual, etc. La Iglesia debería valorar y no despreciar otro tipo de uniones tan respetables como la canónica.

Si la pareja está en dificultades, como sucede tantas veces, solo será de Dios aquello que les ayude a resolver sus dificultades y a volver a quererse, si pueden; y solo será de Dios aquello que les ayude a separarse en paz, si no pueden resolver sus dificultades ni volver a quererse.

Rogamos a la Iglesia que elimine las trabas canónicas para que quienes fracasaron en su matrimonio puedan rehacer su vida con otro amor. Que la Iglesia no añada más dolor a su dolor. Y que de ningún modo les impida compartir el pan que reconforta en la mesa de Jesús, pues Jesús a nadie se lo negó.
Por parte de la institución eclesial dudo mucho que haya evolucionado acorde con los tiempos y con las situaciones reales de las personas.

d) ¿Cómo se deberían afrontar los desafíos pastorales que surgen cuando bautizados, no practicantes o que se declaran no creyentes, piden la celebración del matrimonio?
En principio la Iglesia no debería administrar cualquier sacramento a cualquiera que lo pida, sin un mínimo de garantía de que quiere vivir su adhesión a Jesús: bautismo, primera comunión o matrimonio. Debe exigir una formación previa a los padres y facilitar un proceso de educación en la fe serio y corresponsable. No más «coladeros» por convencionalismos sociales.

Por otra parte, cualquier pastoral debe basarse en el respeto, la escucha y el trato personalizado de cada caso. La Iglesia tiene el derecho y el deber de proponer un modelo de unión sacramental, de educación y de vida cristiana pero no de imponer ese modelo a todos y en cualquier circunstancia. Usar el sacramento del matrimonio para engordar listas o para una labor pastoral que debería haberse hecho en momentos anteriores, nos parece inapropiado. El sacramento tiene sentido en la práctica del Reino de Dios y no como acto social.

3 – La pastoral de la familia en el contexto de la evangelización
a) ¿Qué experiencias han sido maduradas en las últimas décadas en orden a la preparación al matrimonio? ¿Cómo se ha tratado de estimular la tarea de evangelización de los esposos y de la familia? ¿En qué modo se puede promover la conciencia de la familia como «Iglesia doméstica»?

La pastoral del matrimonio debe poner el énfasis en la familia como Iglesia doméstica, donde se viven la fe, la esperanza y la celebran en comunidad, siendo reflejo vivo del evangelio de Jesús en medio de la sociedad. No puede haber «clichés» de cómo es la familia cristiana. Los cursos prematrimoniales deben estar orientados a aspectos fundamentales de toda relación: convivencia, respeto, libertad, educación sexual, procreación, etc. El típico cursillo prematrimonial que se reduce a llegar célibe al matrimonio o entender el sexo sólo como objeto de procreación resulta obsoleto y ridículo.

El catecumenado de adultos y de la familia ha fallado estrepitosamente en las parroquias, salvo raras excepciones. Casi nadie ha oído hablar de «iglesia doméstica» hoy día. Muchos de nuestros de nuestros jóvenes y adultos no llegarán a alcanzar su adhesión a Jesús; serán bautizados pero no evangelizados.
b) ¿Se ha logrado proponer estilos de oración en familia, que sean capaces de resistir ante la complejidad de la vida y de la cultura actual?

Ante acontecimientos puntuales y cotidianos (celebración especial, bendecir la mesa, orar al acostarse), siempre es posible hacer alusión al Dios que está con y entre nosotros. Pero es la comunidad la que acoge, educa, celebra la fe y posibilita el compromiso según edades, tiempo disponible, carismas, etc. Muchas familias han hecho dejación de su responsabilidad como transmisora de la fe porque apenas hay comunidades que ofrezcan ese espacio de oración, de celebración y fiesta compartidas. El sentido de pertenencia de l@s laicos a una comunidad es muy débil. La Iglesia tendría que preguntarse por qué.

c) ¿En qué modo las familias cristianas han sabido realizar la propia vocación de transmitir la fe en la actual situación de crisis entre las generaciones?
Lamentablemente la transmisión de la fe se ha ido diluyendo. Los padres cedieron este derecho a los abuel@s y en muchos casos, es la comunidad cristiana la que trata de despertar la fe en los niños aun sin tener la experiencia previa de la propia familia. Con todo, es difícil que el/a niñ@ o el/a joven llegue a tener una fe adulta si no encuentra un grupo de referencia. Sin embargo, también la sociedad de hoy posibilita a través de movimientos sociales, asociaciones de todo tipo, que los jóvenes se comprometan en proyectos cuyos valores son similares a los del evangelio. Ello podría ser cauce de conversión y descubrimiento de la propia fe.
d) ¿De qué manera las Iglesias locales y los movimientos de espiritualidad familiar ha sabido crear caminos ejemplares?

Hay pluralidad de caminos, de grupos… el reto consistiría en asumir las nuevas claves espirituales y las nuevas formas que el Espíritu suscita en los hombres y mujeres de hoy posibilitando contrastar toda esta rica experiencia para no caer en fundamentalismos o en grupos sectarios. Hay también un sector de creyentes alejados que viven por libre su fe: cristian@s sin Iglesia.

e) ¿Qué aporte específico han logrado dar los matrimonios y las familias, en orden a la difusión de una visión integral del matrimonio y de la familia cristiana, que sea creíble hoy?
Como decíamos antes, la familia está dejando de ser la «iglesia doméstica» de épocas anteriores pero una familia que en el día a día da ejemplo de los valores evangélicos: respeto, comprensión, sencillez, trabajo, sin hacer discriminaciones de ningún tipo, etc, transmite la fe y pone las bases de la solidaridad y de transformación de la sociedad.

f) ¿Qué atención pastoral ha demostrado la Iglesia para sostener el camino de los matrimonios en formación y de aquellos que atraviesan por una crisis?
En muchos casos la Iglesia ha acompañado la vida y las dificultades de los matrimonios orientando, despejando dudas o dando libertad de conciencia a las parejas para que tomen decisiones según sus expectativas específicas. En otros, lamentablemente, la Iglesia ha hecho oídos sordos a situaciones de ruptura dolorosas para los propios esposos, ha condenado o, basándose en el mandato bíblico «lo que Dios ha unido que no lo desuna el hombre», ha hecho una interpretación literal dando lugar a situaciones insostenibles donde la mujer ha llevado la peor parte. Es un clamor urgente que la Iglesia reoriente sus normas y sea cauce de reconciliación, de acompañamiento, de consuelo y no añada dolor donde ha habido mucho dolor. Que no ponga trabas canónicas de difícil solución sino que imparta misericordia, ayuda y comprensión para que la persona pueda rehacer su vida con otro amor. Y que no niegue el pan y el vino a quien se acerque a la mesa del compartir. Jesús nunca lo negó a nadie.

4 – Sobre la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles.
a) ¿Es una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular la convivencia ad experimentum? ¿Es posible estimar numéricamente un porcentaje?
No. Sin embargo debería ser relevante como ejercicio de madurez y corresponsabilidad de los jóvenes que conviven juntos antes de dar el paso definitivo hacia el matrimonio. Con la condena actual la Iglesia sólo consigue alejar a los jóvenes.

b) ¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento religioso ni civil? ¿Hay datos estadísticos confiables?
Sí, es una realidad consolidada y normal entre los jóvenes de hoy.
c) ¿Son una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular los que están separados y los divorciados casados de nuevo? ¿Cuál es el porcentaje numéricamente estimable? ¿Cómo se enfrenta esta realidad a través de programas pastorales adecuados?

Es una realidad que la iglesia no atiende ni se molesta en comprender. Las causas son múltiples pero ésta no debe excluir ni marginar a quienes han fracasado en su intento de convivencia ni mucho menos excluirles de la práctica sacramental: Dios nunca les abandonará y seguirán siendo signo de su presencia hasta el final de sus días. ¿Cómo puede la Iglesia arrogarse el derecho de juzgar y excluir?
d) En estos casos: ¿Cómo viven los bautizados su irregularidad? ¿Son conscientes de ella? ¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos?

Son conscientes al haber pasado por una situación dolorosa y no buscada. Al principio la viven con indignación al sentirse discriminados y luego pasan a la indiferencia cuando ven que la Iglesia les rechaza y les ignora.
e) ¿Qué piden las personas divorciadas y casadas de nuevo a la Iglesia a propósito de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación? Entre las personas que se encuentran en estas situaciones ¿cuántas piden dichos sacramentos?

Como todo bautizado, se consideran hij@s de Dios y piden a la Iglesia un cambio de actitud. Al principio muchos se refugian en su fe pero cuando rehacen su vida y comprueban que la Iglesia les rechaza se sienten traicionados e injustamente tratados. Las normas eclesiales actuales no son liberadoras sino que profundizan la discriminación y el abandono de sus hij@s. En pequeñas comunidades la norma no se tiene en cuenta pero ¿no es hora de reformar algunas leyes canónicas anti evangélicas?

f) ¿Podría ofrecer realmente un aporte positivo a la solución de las problemáticas de las personas implicadas la agilización de la praxis canónica en orden al reconocimiento de la declaración de nulidad del vínculo matrimonial? Si la respuesta es afirmativa ¿en qué forma?
Sí, sería un paso indispensable para sanar y drenar heridas que afectan gravemente a la misma credibilidad eclesial. Agilizando los expedientes, favoreciendo la normalidad para que las personas puedan reanudar su vida sin culpabilidades ni impedimentos costosos. Es escandaloso el hecho de que si tienes dinero obtienes la nulidad si no, no.

g) ¿Existe una pastoral orientada a la atención de estos casos? ¿Cómo se desarrolla esa actividad pastoral? ¿Existen al respecto programas a nivel nacional y diocesano? ¿Cómo es anunciada a los separados y a los divorciados casados de nuevo la misericordia de Dios? ¿Cómo se pone en práctica el apoyo de la Iglesia en el camino de fe de estas personas?
Hay una desatención grande. En España creo que, salvo excepciones, no se practica.

5 – Sobre las uniones de personas del mismo sexo
a) ¿Existe en el país una ley civil de reconocimiento de las uniones de personas del mismo sexo equiparadas, de algún modo, al matrimonio?

Sí. El matrimonio entre personas del mismo sexo fue oficialmente legal en España el 3 de julio de 2005 siendo presidente del gobierno J. Luis Rguez. Zapatero del PSOE.
b) ¿Qué actitud asumen las Iglesias particulares y locales ante el Estado civil, promotor de uniones civiles entre personas del mismo sexo, y también ante las mismas personas implicadas en este tipo de uniones?

A pesar del apoyo del 66% de los españoles al matrimonio homosexual, la tramitación de esta ley se vio acompañada de movilizaciones sociales tanto en contra como a favor de la medida, que congregaron a miles de personas de toda España. La Iglesia Católica se opuso a esta ley, considerándola un ataque a la institución del matrimonio. Otras asociaciones también expresaron su preocupación sobre la posibilidad de que las personas homosexuales pudieran adoptar menores. En consecuencia la Iglesia no da respuesta a la situación de estas personas.
Sin embargo, en las comunidades parroquiales sí se acogen, se acompañan y se da respuesta a las necesidades de éstas.

c) ¿Qué atención pastoral es posible desarrollar en relación a las personas que han elegido vivir según este tipo de uniones?
No discriminar. Como cualquier bautizado, hacerles partícipes del mismo evangelio: «Venid a mí tod@s los que estáis cansad@s y agobiad@s

d) ¿Cómo habría que comportarse pastoralmente, en el caso de uniones de personas del mismo sexo que hayan adoptado niños, en vista de la transmisión de la fe?
De igual forma que todo creyente perteneciente a una comunidad cristiana. Esto no significa que la Iglesia deje de proponer el modelo de familia cristiana como válido y bueno para el mundo de hoy, pero sí que la respuesta para otras realidades sea la exclusión, el anatema. Los niños que nacen fruto de esas uniones, ¿qué culpa tienen de lo que hayan hecho o dejado de hacer sus padres, aun suponiendo que hubieran hecho algo malo? Es inaceptable esta condena por extensión.

6 – Sobre la educación de los hijos en las situaciones matrimoniales irregulares.
a) ¿Cuál es en estos casos la proporción estimada de niños y adolescentes, en relación a los niños nacidos y educados en familias regularmente constituidas?
Este lenguaje -regular, irregular- es desacertado, más aun dañino. Hace daño a un niño oír que ha nacido o que vive en el seno de un matrimonio o de una familia «irregular». Y hace daño a sus padres, los que fueren. Lo que hace daño no es ser excepción, sino ser censurado por ser excepción. En cualquier caso, la Iglesia no está para definir lo que es regular y lo que es irregular, sino para acompañar, animar, sostener a cada persona tal como es allí donde está.
b) ¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué piden? ¿Sólo los sacramentos o también la catequesis?

Fundamentalmente, aceptación y acogida. Sin estas dos actitudes, difícilmente podremos hablar de algo más concreto. Los sacramentos han de vivirse en el día a día. Antes que enseñar los preceptos de una religión se ha de vivir el amor y la misericordia. «Mirad cómo se aman», debería ser prioritario, en lugar de «cumple estas normas

c) ¿Cómo las Iglesias particulares intentan responder a la necesidad de los padres de estos niños de ofrecer una educación cristiana para sus hijos?
Salvo en comunidades pequeñas en las que se vive el espíritu del C.V.II donde se acoge, se acompaña y se vive la experiencia comunitaria de la fraternidad, en otras se ven rechazados, discriminados.

d) ¿Cómo se desarrolla la praxis sacramental en estos casos: la preparación, la administración del sacramento y el acompañamiento?
Como a cualquier otra persona de la comunidad se le da una formación seria, se le acoge sin reservas para llegar al compromiso verdadero fuera de convencionalismos sociales que pervierten el genuino mensaje de Jesús.

7 – Sobre la apertura de los cónyuges a la vida
a) ¿Tienen los cristianos un real conocimiento de la doctrina de la Humanae vitae sobre la paternidad responsable? ¿Qué conciencia se tiene del valor moral de los diferentes métodos de control de los nacimientos? ¿Qué profundizaciones podrían ser sugeridas sobre esta materia desde el punto de vista pastoral?
La encíclica de Pablo VI (1968) que declaró pecado mortal el uso de todo método anticonceptivo «no natural», todo método que no fuera la abstinencia o la adecuación al ciclo femenino de la fertilidad hizo sufrir a casi todos nuestros padres y aun a nosotros mismos. Fue lamentable en su tiempo y no es menos lamentable que haya sido mantenida hasta hoy.

b) ¿Es aceptada la mencionada doctrina moral? ¿Cuáles son los aspectos más problemáticos que dificultan la aceptación en la gran mayoría de los matrimonios?
c) ¿Qué métodos naturales son promovidos de parte de las Iglesias particulares para ayudar a los cónyuges a aplicar la doctrina de la Humanae vitae?

Afortunadamente, los creyentes por debajo de los 60 años no la conocen. Hoy nadie la comprende y entre los mismos católicos nadie la cumple. Pocos sacerdotes y obispos se atreven a exponerla todavía. Ya no tiene sentido afirmar que la relación sexual haya de estar necesariamente abierta a la reproducción ni seguir distinguiendo entre métodos naturales y artificiales, y menos todavía condenar un método porque sea «artificial».

Asistimos a un cambio transcendental en todo lo que tiene que ver con la sexualidad y la reproducción: por primera vez después de dos milenios, la relación sexual ha dejado de ser necesaria para la procreación. Es un cambio tecnológico que trae consigo un cambio antropológico y requiere un nuevo paradigma moral. La sexualidad y la vida siguen siendo tan sagradas como siempre y es preciso cuidarlas con suma delicadeza. Pero el criterio y las normas de la Humanae Vitae no ayudan a ello, sino que lo dificultan. Anhelamos que la palabra de la Iglesia sea luz y consuelo, como el Espíritu de Dios, como lo fue la palabra de Jesús en su tiempo y sería también en el nuestro.

d) ¿Cuál es la experiencia respecto a este tema en la praxis del sacramento de la Penitencia y en la participación en la Eucaristía?
Ha habido experiencias nefastas en el sacramento de la penitencia. De hecho ha sido el sacramento que más ha alejado a los creyentes de la Iglesia. Las mujeres lo hemos sufrido de manera muy especial pues nos tocó cargar con la culpa de casi todo. Los hombres «pasaron» de sus normas. En cuanto a la Eucaristía, se ha visto condicionada por esa misma obsesión pecaminosa de lo sexual, hemos tenido que soltar lastre y hacer una relectura profunda de nuestro ser mujer para liberarnos de tanta opresión y dominación patriarcal. Ni la sexualidad ni el control de natalidad debiera ser materia de estos sacramentos sino una decisión libre de los cónyuges en base al amor recíproco de ambos.

e) ¿Qué contrastes se detectan entre la doctrina de la Iglesia y la educación civil en relación a esta temática?
Hay un contraste abismal. En la educación civil ha habido un gran avance no exento de polémica, pero ha supuesto situar el tema a favor del ser humano y su misión en el mundo. La Iglesia está a años luz de una perspectiva actual que atañe principalmente a la pareja.

f) ¿Cómo se puede promover una mentalidad más abierta a la natalidad? ¿Cómo puede favorecerse el aumento de los nacimientos?
Dejando de considerar el sexo como algo pecaminoso y proponiendo una auténtica paternidad responsable, favoreciendo que las familias tengan el sustento y el soporte económico y social adecuados para que la natalidad sea un acto realmente responsable. La lógica del Evangelio supone tener los hijos que puedan mantenerse, que éstos sean deseados y puedan tener un futuro digno.

8 – Sobre la relación que existe entre la familia y la persona
a) Jesucristo revela el misterio y la vocación del ser humano ¿La familia es realmente un ambiente privilegiado para que esto tenga lugar?
Sí, siempre y cuando se construya en base al amor y al respeto entre todos sus miembros.

b) ¿Qué situaciones críticas de la familia en el mundo actual pueden constituir un obstáculo para el encuentro de la persona con Cristo?
Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier modelo de familia, en cualquier situación familiar. Encerrarnos en nosotros mismos, en nuestras ideas y normas, en nuestros miedos y sombras, es lo único que nos aleja del otro y de Dios. Una Iglesia que anunciara esto, como Jesús, sería una bendición para la humanidad en todas sus situaciones.

c) ¿En qué medida las crisis de fe que las personas pueden atravesar inciden en la vida familiar?
La fe forma parte de la vida de cada hombre y mujer y en la medida en que somos seres sociales, cualquier crisis de fe puede incidir en la vida familiar y social. Puede ser motivo de abandono o, por el contrario, de fortalecimiento y de purificación de nuestra fe.

9 – Otros desafíos y propuestas
¿Existen otros desafíos y propuestas en relación a los temas tratados en este cuestionario que merezcan ser considerados como urgentes o útiles?
Fundamentalmente, que las respuestas que se den a este cuestionario, sean tenidas en cuenta para la construcción de una Iglesia más participativa, más inclusiva, más pendiente de los sufrimientos y anhelos del hombre y la mujer de hoy. El verdadero reto es volver a colocar la Iglesia en el centro.

Asimismo, agradecemos de corazón esta iniciativa pues se pide la opinión a los hombres y mujeres que estamos viviendo estos desafíos que se han discutido durante demasiado tiempo en foros cerrados donde las mujeres no hemos tenido voz. Deseamos que den fruto en forma de decisiones que abran a la Iglesia a una auténtica pastoral familiar, que afronte los desafíos con valentía e inclusión, como lo haría Jesús, que nos dijo que «allí donde dos o más estén reunidos en su nombre, ahí estará él».
Es lamentable que la Conferencia Episcopal Española no haya divulgado y animado a participar a las comunidades parroquiales locales. En la mayoría de éstas este cuestionario ha pasado totalmente desapercibido. Los/as cristianos/as, como Pueblo de Dios, también tenemos derecho a alzar nuestra voz en favor de la Iglesia de los que seguimos a Jesús.

Nuestro anhelo es que el Papa Francisco logre hacer de la Iglesia el signo de la presencia de Dios en el mundo.

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales