Mañana se cumplen 28 años del asesinato de Monseñor Romero, el pretexto perfecto para sentarse a platicar con Gregorio Rosa Chávez ?obispo auxiliar de San Salvador desde hace casi 26? sobre el eterno proceso de canonización y sobre el papel de la Iglesia católica dentro de la sociedad actual.Lo entrevista Roberto Valencia en La Prensa. Le gusta platicar en la oficina de Moisés. Gregorio Rosa Chávez ha bautizado con ese nombre el patio interior de su casa, situada junto al cruce de las avenidas Monseñor Romero y Juan Pablo II. Reveladora casualidad. Ahí recibe a las visitas.
Son unos 25 metros cuadrados en los que caben cuatro sillas verdes metálicas, una mesa, un canopi, plantas aquí y allá y, justo en medio, un dominante y estilizado palo de mango. ?La llamo la oficina de Moisés. ¿Sabe por qué? Porque la Biblia ?y esboza una sonrisa? cuenta que Moisés atendía a la gente debajo de un árbol.??
Es un patio sin techo, y el bullicio del Centro Histórico está presente. Lejos de molestarle, para el veterano obispo es motivo de orgullo residir en ese lugar, frente a una parada de bus. Vivir ahí, asegura, le permite que la realidad le entre cada día por sus ojos. Y no le gusta lo que ve. Ve una sociedad deshumanizada, un Gobierno inoperante, una juventud de derecha y una Iglesia demasiado alejada de su pueblo. El cuadro suena apocalíptico, pero para Rosa Chávez aún hay solución. Las hojas de ruta, y cuando lo afirma suena verdaderamente convencido, son el documento que Benedicto XVI aprobó en la reunión de obispos latinoamericanos del año pasado en Brasil, y el discurso que también el Papa pronunció hace unas semanas ante los 11 obispos salvadoreños que viajaron a Roma, en el que se ensalzó la figura de Monseñor Romero.
Viene de estar junto a Joseph Ratzinger. ¿Lo había visto desde su nombramiento como Papa?
Sí, lo vi el año pasado, en la asamblea mundial de Cáritas. Tuvimos una audiencia con él en la que pude saludarlo, pero sin conversar. Y antes lo había visto como cardenal.
¿Cómo es él? Porque tiene cara de pocos amigos.
?l es una persona que no es, digamos, de un gran carisma. Es una persona tranquila, sencilla, sonriente y no de muchas palabras. Meditabundo, pero agradable. Estuve a su lado para la foto oficial, y le pregunté por el segundo volumen de su libro ?Jesús de Nazaret??, y me dijo que quizá dentro de unos dos años esté terminado.
¿Y en qué idioma hablan?
En italiano y también en español.
En el discurso oficial sobre el encuentro, el Papa menciona a Monseñor ?scar Arnulfo Romero.
En el segundo párrafo él recordó a los primeros evangelizadores de El Salvador y a los actuales, y ahí mencionó solo a Monseñor Romero. Y el final del párrafo es bastante llamativo, porque termina diciendo que la palabra de Dios no está encadenada, y uno puede interpretarlo como un homenaje a aquel hombre que supo ser profeta en tiempos tan difíciles, ser líder, y eso le costó la vida. Pero eso es lo que puede interpretarse, porque el texto no lo dice de forma explícita. La alusión, sorprendente para mí, la sentí como un homenaje al trabajo pastoral y a la valentía de Monseñor Romero.
Es una única referencia en el discurso. ¿De ahí se puede inferir que el Papa puso a Romero como ejemplo para los demás obispos?
El Papa es bastante contenido en sus expresiones, pero sí se puede afirmar que puso a Monseñor Romero como ejemplo de pastor. Que la alusión aparezca en los primeros párrafos es muy significativo. Y de hecho, en todo el mundo se interpretó así; esa fue la noticia mundial que yo vi en distintos despachos de agencias de prensa.
¿Había ocurrido algo así en las otras cuatro visita ad limina en las que ha participado usted?
Recuerdo muy bien la entrevista de 2001 con el papa Juan Pablo II, que fue la última vez que lo vimos. ?l estaba ya muy enfermo, muy pasivo, ausente parecía, pero al final levantó la vista y preguntó: ?¿Y monseñor Romero??? Y le respondió el arzobispo Lacalle comentando la devoción hacia él, y entonces el Papa se puso de pie, tomó el bastón en su mano izquierda, con la derecha hizo un gesto, dijo en italiano: ?Es un martirio??, y se marchó.
¿Y hablaron esta vez sobre el proceso de canonización?
No con el Papa, pero sí se trató con la oficina que lleva el caso, que es la Congregación para las Causas de los Santos. Se habló de dos temas, de dos mártires. De Monseñor Romero y de uno del que casi nunca se habla, que es el sacerdote italiano franciscano Cosme Spessotto, asesinado en la diócesis de Zacatecoluca en 1980. Fueron los únicos temas de una conversación que duró más de una hora, y a la que asistió el equipo en pleno de la congregación, con el cardenal José Saraiva al frente, un portugués que es el prefecto.
¿Qué se dijo sobre Romero?
El clima de la conversación fue muy positivo, muy cordial, y la actitud hacia ambos mártires fue también muy abierta, muy positiva. Mi impresión es que el proceso de canonización ha llegado ya a una madurez, y que ahora en cierto modo está todo listo para dar el siguiente paso en el momento que se considere oportuno. Esa fue mi impresión y la de otros obispos con los que conversé también. No hubo crispación, no hubo tensión…
¿Hubo crispación en otras veces?
Es que, digamos, en otras ocasiones no teníamos todos los obispos la misma visión, y no siempre nos había recibido la congregación. De hecho, de cinco veces, esta ha sido apenas la segunda en la que nos recibieron, pero sí, esta vez fue el gran tema. Yo quedé muy contento de la reunión y de la manera como transcurrió todo el diálogo, así que pienso que estamos ya en la recta final del proceso, aunque recordemos que una recta puede ser muy larga.
Me dijo hace un rato que Juan Pablo II sabía que fue un martirio desde 2001. ¿No hay contradicción entre sus impresiones de las visitas y que pase tanto tiempo sin avances?
No. Yo llevo visitando Roma 25 años, he visto cómo al principio Monseñor Romero era un tema incómodo, y cómo se fue serenando la atmósfera, y 2001 fue el punto de inflexión, porque Juan Pablo II habló claro, y el entonces cardenal Ratzinger también se notó tranquilo después de examinar la parte doctrinal y comprobar que era una doctrina totalmente apegada a los principios de la Iglesia. Y desde entonces he notado que el tema en Roma se ve con naturalidad, como con más claridad, y que todo va tomando su lugar.
Pero Benedicto XVI sigue siendo un crítico de la Teología de la Liberación, y Monseñor Romero no deja de ser para muchos el emblema de esa teología.
Hay una anécdota documentada que aclara un poco esa temática. El papa Benedicto XVI, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tenía la idea de que Monseñor Romero era uno de los abanderados de esta teología, y por eso se sorprendió cuando le contaron que en su biblioteca privada casi no tenía libros de los teólogos de la liberación. Y yo puedo dar fe de que era así, porque visitaba a monseñor, y en su pequeña biblioteca el libro con más señal de uso es el famoso ?Comentario bíblico de San Jerónimo??, y uno que le había regalado el teólogo Leonardo Boff nunca lo leyó. Con el único de los teólogos con quien tuvo contacto directo fue Jon Sobrino, y porque vivía aquí y lo visitaba en la UCA.
Usted lo está alejando de la Teología de la Liberación.
Vamos a la parte central. La visión de la liberación Monseñor Romero la tomó de un documento del papa Pablo VI que se llama Evangelii nuntiandi. Esa fue su base, al grado que, y este dato es sorprendente, la primera homilía transcrita que se tiene, la realizada cuando asesinaron al padre Rutilio Grande, está organizada en torno a una afirmación de Pablo VI sobre lo que es el verdadero liberador cristiano. Casi toda su doctrina de la liberación está tomada de esa fuente.
¿Y qué me está queriendo decir con todo esto?
Que Monseñor Romero no era un abanderado de la Teología de la Liberación, sino un hombre que logró expresar de una forma muy original la doctrina de Pablo VI sobre la liberación cristiana, y que después se retomó en el Documento de Puebla (1979); tanto que él, cuando regresó de Puebla, llegó a decir: ?Puebla ha confirmado mi doctrina y mi enseñanza??. La doctrina de Monseñor Romero es muy conservadora, muy tradicional, aunque sus posturas ante la realidad fueran tan audaces. Son dos temas diferentes.
Porque el Papa actual sigue siendo intransigente con la Teología de la Liberación.
Por eso su sorpresa al saber que no tuvo como fuente a esos teólogos. Ni siquiera tuvo tiempo de conocerlos. Monseñor murió en 1980 y los conoció un año antes en Puebla. Es interesante ese dato, y sorprende porque uno imagina otra cosa. Yo, que lo traté tan de cerca, puedo dar fe de que vivía su jornada de manera tan intensa que apenas le quedaba tiempo de leer mucho.
Hace un año el Papa amonestó a Jon Sobrino por un libro escrito en 1991. Parece un mensaje claro.
Sí, pero fue antes de su viaje a Aparecida, en Brasil, donde conoció la fe del pueblo latinoamericano, y pasó a plantear que hay que dar pasos desde la fe hacia la justicia. Un obispo de los más respetados de Brasil me dijo que el Papa se había convertido en Aparecida.
Otro tema interesante estos días es la sucesión de monseñor Sáenz Lacalle. ¿Hablaron sobre ese tema con Benedicto XVI?
Ni una palabra en ninguna de las reuniones oficiales. No hubo alusión al tema, ni siquiera indirecta.
Como obispo auxiliar de San Salvador, ¿tiene alguna opinión sobre si el sucesor debe ser salvadoreño?
Yo expresaré mi opinión y las razones ante el nuncio apostólico cuando me llegue el momento, y lo haré con total libertad, porque es cuando uno puede plantear su postura con la posibilidad de que sea tomada en cuenta. En esa reunión que tenemos individualmente todos los obispos se pregunta por nombres y por razones. Todo lo demás son puras elucubraciones. Y este es un país pequeñito, por lo que no creo que tengan que gastar en Roma mucho cerebro para elegir al sucesor.
Su sensación es de que esto apenas está comenzando…
De hecho, en Roma no vi ninguna señal de que la cosa esté madura.
Usted a los 39 años ya era obispo. Muy joven.
Sí, hay dos casos más de obispos salvadoreños elegidos más jóvenes. Monseñor Luis Chávez y González fue nombrado obispo a los 37, y monseñor Rivera y Damas, a los 36, pero lo normal es que los obispos se designen con al menos 40 años.
Sobre la Iglesia católica salvadoreña, desde fuera da la impresión de que hay diferentes visiones de la misma realidad. ¿Es así?
Bueno, yo, después de estar en Roma, fui a España, y dentro del episcopado de allá hay encontradas visiones. Con este ejemplo quiero decir que hay como dos escenarios: uno conflictivo y otro, más sereno.
¿A qué se refiere con conflictivo?
Cuando Monseñor Romero era arzobispo solo había seis obispos en el país y, por decirlo de una manera sencilla, las decisiones se tomaban cuatro contra dos. Casi nunca había consenso. Eran momentos dramáticos que él los cuenta en su diario. Cuando lo sucede monseñor Rivera y Damas, una de sus metas fue cambiar esa dinámica por una dinámica de consenso, que es la que hoy predomina en el episcopado. Todos los documentos que publicamos son fruto del consenso, y eso es bien importante señalarlo. A veces hay documentos con más mordiente, y otros con menos fuerza, pero son de consenso, y entre un mayor número de obispos.
¿Cuántos son ahora?
Somos 11, contando los dos que serán ordenados en los próximos días.
Pero hay diferencias evidentes entre unos y otros.
Sí, pero eso viene después. Hay distintas tendencias, visiones y sensibilidades. La Iglesia no es de un solo color, pero esos matices se pueden hacer en un tono confrontativo o en un tono fraterno. En El Salvador pasamos por una experiencia durísima en tiempos de Monseñor Romero, y ahora estamos en una época de fraternidad.
Monseñor, usted fue quien ofició las exequias por Schafik Hándal. ¿Fue a solicitud de la familia?
Hay dos casos. También asistí a las exequias del mayor D’Aubuisson, y es importante que se sepa. Cuando murió D’Aubuisson, el nuncio pidió a monseñor Rivera que hubiera presencia de la Iglesia en los funerales, pero se resistió. Entonces, yo le dije: ?Si quiere, voy yo??. Yo asistí junto al nuncio, y noté la cara de sorpresa de los dirigentes de ARENA. No me esperaban. Pasaron varios años para que uno de ellos, el diputado Roberto Angulo (hoy en el PCN), me diera un día las gracias en el ascensor de la Asamblea Legislativa.
¿Y con Schafik Hándal? Usted tuvo una presencia muy activa.
Le quiero contar cómo fue la cosa. A mí me buscaron la familia y el partido, yo lo consulté con el señor arzobispo Sáenz Lacalle, y él accedió inmediatamente. Después pidieron que fuera a la cripta, y el arzobispo dijo: ?Está bien??. Después me pidieron que fuera a la plaza, y el arzobispo lo aprobó también. Es decir, yo no hice nada al margen del arzobispo, porque era un momento especial, en el que yo no podía actuar sin su aprobación.
Me consta que incluso dentro de la Iglesia se critica la pasividad en lo alto de la jerarquía sobre algunos problemas sociales.
Se critica, y con razón. De hecho, el Papa, en su discurso de Brasil, recordó una frase de su primera encíclica sobre las diferencias entre política y justicia. La política corresponde a los estados, pero la lucha por la justicia corresponde a la Iglesia, y de ella no puede abdicar. ?l está muy preocupado de ver que la fe no transforma la historia, de ver que uno va a misa el domingo, pero al día siguiente no actúa apegado a la ética cristiana. Entonces, es verdad, y la gente se queja con razón, que no estamos tan presentes en temas que son de impacto, y que afectan a la comunidad salvadoreña.
Y si cree que la queja es con razón, ¿por qué no se corrige?
Si analiza los últimos documentos, han sorprendido. Un ejemplo es el tema de la minería. Había una presión grande de las compañías mineras sobre el arzobispo para que cambiemos la posición, pero hemos sido enfáticos. O el tema de las represas, que también ha sido objeto de un mensaje nuestro, o incluso del tema de la violencia, hicimos una buena radiografía. Es cierto que a veces falta un poco de seguimiento.
A eso me refería.
Pero en Brasil quedó claro, y el Papa lo aprobó, que no podemos seguir así. ¿Y cómo hacer el cambio? Pues ahí es donde caben distintas opciones. Por ejemplo, ya vienen las elecciones. ¿Qué vamos a decir? ¿Cuándo lo vamos a decir? Ya prometimos que vamos a hacer uso de la palabra, porque es en los momentos clave de la historia de un país cuando hay que hablar, y actuar.
¿Me está adelantando que en los próximos meses se van a acentuar las posturas similares a la mantenida en el tema de la minería?
Sin duda. Es obvio, porque tenemos dos nuevas coordenadas. El discurso de Brasil, y lo que nos dijo el Papa en Roma. Nosotros tenemos una reunión de tres días en el mes de julio, y la actitud de la Iglesia será parte central de la agenda.
Y esas posturas más críticas serán fruto del consenso también.
Eso sin duda, porque eso es una cultura ya entre nosotros, lo cual no quita que cada uno pueda expresar públicamente posturas personales sobre temas candentes. Una cosa no quita la otra.
Hasta ahora es lo que se ha estado escuchando, opiniones personales.
Pero la dinámica última apunta a una presencia más activa de la Iglesia. Yo espero que sea así.
Monseñor, ¿por qué sigue habiendo tanta pobreza en El Salvador?
Hay un documento que sacamos cuando Juan Pablo II nos visitó en 1996, un documento cortito pero con mucha mordiente. Entonces preguntamos a qué país viene el Papa, y respondimos que El Salvador es un país que firmó la paz, pero que no tiene la vivencia cotidiana de la paz. Y poníamos como señales la pobreza, el desempleo y la inseguridad ciudadana.
Pero son líderes espirituales. ¿No son corresponsables de que la paz no se viva aún cotidianamente?
Yo creo que muchas heridas de la guerra siguen abiertas porque no se acepta el esquema que Juan Pablo II planteó en 1997 sobre cómo reconciliar un país. ?l planteó un concepto nuevo dentro de la Iglesia, que es el de la purificación de la memoria, pero acá no se quiere derogar la Ley de Amnistía aunque hay una resolución de la OEA que lo exige. El Papa dijo una cosa: ?Verdad y justicia son presupuestos del perdón??, y lo escribió en un documento que tiene por título ?Ofrece el perdón, recibe la paz??. La Iglesia, de hecho, pidió perdón públicamente en 2006 por el daño hecho por algunos hijos de la Iglesia, y el Papa tuvo mucha oposición por esa acción.
¿Y la Iglesia salvadoreña no debe pedir perdón por nada?
Es que la salvadoreña es de las pocas iglesias que estuvieron a la altura, al grado que pagó con la vida de muchos de sus pastores.
Muchas de las personas que ocupan puestos claves del Estado fueron educadas en colegios católicos. ¿Por qué entonces tenemos el país que tenemos?
Precisamente el Papa habló de eso este mes, de cómo la educación no es solo transmitir conocimientos, sino valores y una manera de vivir, y las escuelas católicas tienen esa vocación. De este asunto ya se habló en los setenta cuando vimos que, a pesar de que casi todos los dirigentes habían pasado por colegios católicos, se profundizaba la desigualdad. Monseñor Romero tiene una frase que se hizo famosa: ?Tenemos cristianos de misas dominicales y de semanas injustas??.
El caso de los jesuitas quizá sea el más paradigmático. Hasta los setenta solo se dedicaron a formar a las clases más pudientes.
Y eso cambió cuando en la congregación se tomó lo que llamaron la opción por la justicia, y ahí se lanzaron a estar más presentes con los sectores populares. Pero, volviendo al tema, es totalmente cierto que la Iglesia ha tenido en sus aulas a los actuales dirigentes de estos países, y lo que se decide pocas veces coincide con los valores que, se supone, debían haber asimilado. No hay que olvidar el papel de la familia, que es la primera escuela, y muchas veces los padres solo quieren que sus hijos tengan dinero, que la pasen bien, pero no educan para la justicia, para la solidaridad. Y otro factor es que la juventud de hoy es… no estamos en mayo de 1968, para nada. La juventud de hoy es de derecha, y eso choca porque uno identifica al joven con lo novedoso, la audacia, los ideales, y sin embargo tenemos una juventud que piensa, básicamente, como gente de derecha, de manera conservadora. Y la juventud no era así en los tiempos de Monseñor Romero, eran tiempos en los que toda América Latina estaba incendiada por un idealismo de protesta, y solo hay que escuchar las canciones que entonces surgieron. Y eso no lo tenemos hoy. Entonces, aquí hay un reto terrible.
Lo que tenemos hoy son 9 ó 10 muertos al día, 14,000 asesinatos en cuatro años. Y lo peor es que la sociedad parece convivir con esas cifras como si fueran normales.
El contraste lo vive uno cuando va al extranjero. Yo una vez que estaba en España el país prácticamente se paralizó por la muerte de un taxista. Afuera hay una cultura de respeto a la vida que no tenemos acá. Aquí tenemos la cultura de la muerte. Yo recuerdo los tiempos de la guerra, cuando los niños pasaban junto a los cadáveres todos los días al ir para la escuela. Entonces, la vida no vale nada. Son solo cifras y una visión ideológica del tema de los homicidios. De hecho, estadísticamente hablando, hay más homicidios hoy que cuando comenzó a gobernar el presidente Saca, y él lo que prometió fue seguridad. ¿Y qué indica eso? Que las políticas han fallado.
También se podría pasar a los líderes espirituales la factura por la situación que vivimos.
La carta pastoral sobre la violencia establece como tres puntos. El primero es tener un diagnóstico objetivo, y cualquiera ve que, hasta hace poco, la política de la Policía era echar la culpa de todo a los pandilleros y a los jueces. Segundo, se necesita un análisis de causas. Y tercero, una propuesta concertada, y ahora hay insinuaciones de avances por ese camino, pero se quedan en los primeros pasos. No ha habido una decisión política del Gobierno de asumir el esquema que la Iglesia católica propone, y espero que ahora que lo ha retomado el Papa se le dé un poco más de dinamismo. ¿Qué es lo que nos falta? Generar todo un movimiento, y estoy convencido de que es posible hacerlo, porque ya se hizo durante la guerra, un movimiento nacional es esta línea. Los datos nos están dando la razón, y camino hay, camino hay. Yo siempre digo que si apoyáramos a las familias al 100%, la violencia bajaría a la mitad en unos cuantos meses.
¿Pero no está minimizando el papel de la Iglesia en la sociedad?
No, yo estoy reconociendo nuestra culpa.
Me refiero a que hay países con más pobreza, pero con menos violencia. Como Nicaragua.
Y dentro de El Salvador, hay departamentos pobres que son los menos violentos. Pero fíjese que en nuestra carta ya aparecían dos palabras como son narcotráfico y crimen organizado. Ahora ya se usan con más frecuencia en los medios, pero hace unos años, no. Entonces, un enfoque sobre violencia que ignore esas dos cosas es totalmente subjetivo, y es el que predominaba hasta hace poquito.
Monseñor, acá se tira la basura en cualquier lado, se maneja sin respeto… Y esa descomposición social no es atribuible al narcotráfico.
Déjeme contarle otra historia que tiene que ver con paz social. ¿Se acuerda usted de la campaña para construir la paz social? El presidente Saca y su equipo nos invitaron a los obispos, y yo pregunté: ?¿Y qué entienden por paz social??? Y me respondieron que la paz era convivir pacíficamente. ¿Y a qué se redujo la campaña? A que se maneje con respeto hacia los otros conductores. El mensaje fue que ser constructores de paz social era manejar con respeto. Es otro ejemplo de que nunca vamos al fondo, y el fondo supone tener un país más justo, más fraterno, más solidario.
¿Cree entonces que en El Salvador están ausentes esos valores?
Por supuesto. Tenemos una sociedad que no es justa, ni fraterna, ni solidaria. Hay que crear una cultura de la vida, ante la cultura de la muerte que nos domina. Y cultura de la vida para nosotros significa cuatro cosas: defender la vida que va a nacer; significa una vida justa y una vida digna; significa también buscar una verdadera democracia, realmente participativa; y significa por último la parte espiritual. Esas cuatro cosas están recogidas en el documento de Brasil del año pasado, y buscan una vida plena para todos. Pero aquí la doctrina social de la Iglesia hasta ha sido tachada de comunista.
Hace unos días un obispo afirmó a título personal que acumular excesiva riqueza es pecado.
Ciertamente, yo creo que el futuro de la humanidad pasa por una vida austera, pero eso no es lo que nos enseña la publicidad todos los días.
¿Y cree que la Iglesia, como institución, es un ejemplo de austeridad?
Hay de todo. Yo me pregunto cuando voy al Vaticano: Si viniera aquí Jesucristo, ¿qué cambios haría? Y creo que haría muchos. Porque, realmente, no es lo mismo que alguien para venir a verme tenga que pasar solo una puerta o tres barreras de seguridad. Y eso pasa en tantos obispados de Europa, por la misma estructura cultural. Yo vivo frente a una parada de buses, y la realidad me entra por los ojos e inunda todo mi ser. Entonces, en Roma hay muchas cosas que se han ido acumulando y que han hecho más pesada la marcha de la Iglesia.
Ciertamente, permanentemente deberíamos limpiar nuestra cara, para luego dialogar con el mundo. La Iglesia debería ser más sencilla en todos los aspectos, incluso en el lenguaje. Eso de excelencias y eminencias… Una iglesia sencilla es la que la gente entiende que es la Iglesia de Jesús, y creo que eso está claro en papeles. Falta concretarlo en la vida de todos los pastores, desde el más humilde hasta el Santo Padre.
Concluyo con quien empezamos, con Romero. ¿Cómo interpreta que esa figura que encarnó la bondad naciera y fuera pastor en un país como El Salvador?
Dios manda hombres y mujeres providenciales donde se necesitan. ¿Y por qué a este pequeño país? ¿Por qué un hombre que era tan tímido y tan temeroso se convirtió en un gigante? Esa es la obra de la gracia. Ciertamente se unió una serie de factores en el caso de monseñor: era un hombre con una formación romana tradicional, con una conocimiento profundo de la doctrina de la Iglesia, un hombre con un don la palabra impresionante, un hombre cercano al pueblo, que jamás se imaginó que iba a ser nombrado arzobispo…
Era un hombre cuyo nombramiento decepcionó, pero que a los pocos días teníamos ya otro Romero. Es obra de la gracia cuando una persona se da cuenta de que tiene un llamado de Dios, que es difícil, pero que sabe que Dios no le va a fallar, y Romero es el ejemplo de que eso es verdad.