Enviado a la página web de Redes Cristianas
Como estamos enterados por diferentes medios de información y redes sociales, el próximo 14 DE OCTUBRE será canonizado en Roma nuestro mártir y profeta salvadoreño y centroamericano, MONSEÑOR ÓSCAR ARNULFO ROMERO Y GALDÁMEZ, venerado en todo el mundo por su entrega fiel al pensamiento del Nazareno, JESÚS. Aunque los pueblos del mundo ya lo santificaron desde hace varias décadas y se le reconoce como SAN ROMERO DE AMÉRICA.
En meses pasados un buen amigo nuestro, el padre Mario Adín Cruz Zaldívar, hizo una entrevista (video) al reverendo JOSÉ INOCENCIO (CHENCHO) ALAS que hicimos circular por las redes sociales sobre sus vivencias, experiencias y testimonios con MONSEÑOR ROMERO.
CHENCHO ALAS nació en Chalatenango, El Salvador, el año de 1934 en un hogar de 10 hijos. Es sacerdote Católico retirado, escritor, actualmente está casado y siempre ha trabajado en la noble misión cristiana como fiel defensor del movimiento campesino. Ha escrito el libro Iglesia, Tierra y la Lucha Campesina. En 1970 fue secuestrado y torturado por las fuerzas militares de la dictadura salvadoreña. Fue uno de los amigos más cercanos de Monseñor ROMERO. También fue fundador el año de 1961 del Movimiento de “cursillos de cristiandad” en El Salvador y en 1968 siendo párroco de Suchitoto fundó las “comunidades cristianas de base”, labor enraizada en la conocida teología de la liberación y en la doctrina social de la iglesia, DSI, preconizadas por el Concilio Vaticano II (1965) y las CELAM de Medellín (1968), Puebla (1979) y otros. Ha fundado varias organizaciones en favor de la paz, la justicia y los derechos humanos y ha recibido varios premios por su labor humanitaria y cristiana.
Del video sobre ROMERO extraemos su conmovedor testimonio:
Yo conocí a monseñor (Romero) cuando él era párroco de San Miguel, el año de 1962. Tuve la bendición de Dios de darle “cursillos de cristiandad” a él y a un grupo de migueleños en 1962. Después él se incorporó al trabajo de cursillos, yo era el Director Nacional y cuando dejé los cursillos porque me fui a estudiar a Ecuador, él quedó de Director, Director Nacional.
Monseñor ROMERO era un hombre sencillo y muy humilde; un hombre de oración, un gran orador, un hombre muy dedicado al pueblo, pero muy dedicado al pueblo. El odiaba todo lo que sonara a riqueza, pero al mismo tiempo su educación en Roma le había hecho un hombre que no respondía a los hechos actuales. Era lo que sabemos decir conservador, lógicamente. Lo hacen obispo auxiliar de San Salvador y monseñor (LUÍS) CHÁVEZ Y GONZÁLEZ está muy molesto porque él no lo quería como auxiliar. Él no se incorporó al clero de San Salvador; monseñor Chávez había hecho avanzar a la iglesia enormemente siguiendo el Vaticano II y siguiendo a Medellín, la Conferencia de Obispos de América Latina en 1968 y … bueno, trasladado a Santiago de María y cuando monseñor Chávez que fue arzobispo de San Salvador por 39 años se retira quien es elegido arzobispo de San Salvador es monseñor ROMERO. Estábamos unos 50 sacerdotes comprometidos (con la lucha del pueblo) y ciertamente no nos agradó para nada (la elección de ROMERO). Mi mamá me contó de qué monseñor estaba siendo consagrado arzobispo en la iglesia de San José, allá en el seminario, yo no lo sabía; muchos de nosotros que estábamos comprometidos con el clero no lo sabíamos. Me fui allí a la iglesia, lo que había era el cuerpo diplomático, sacerdotes bien conservadores y desde luego los obispos.
Yo me dije, lo voy a esperar afuera, porque yo me sentía un poco hipócrita. Sale monseñor ROMERO de la iglesia, me ve y se dirige directamente a mí y me dice: “Chencho, yo los necesito a todos ustedes… dile a tus compañeros que los necesito en la arquidiócesis”. Yo me llevé aquello, me fui a ver algunos de mis compañeros y les dije: parece, parece, que vamos a poder trabajar con él, pero no estoy seguro, pero me parece. Para mí ese abrazo fue muy simbólico. El 12 de marzo de 1977 matan al padre (Rutilio) Grande, yo ya no estaba en Suchitoto donde trabajaba debido a la amenaza que tenía de muerte, debido a que fui secuestrado y torturado en 1970 y monseñor ROMERO me pidió que me viniera al seminario porque ya había una amenaza demasiado clara de que me iban a asesinar en esos días. Llega a mi cuarto, él vivía en el mismo seminario y allí tenía sus oficinas de arzobispo y me dice: “Chencho han matado al padre Grande. El padre Grande era amigo de él y monseñor ROMERO admiró al padre Grande. No salgas, no tienes que ir a Aguilares por favor, quédate acá; yo me quedé, vi las lágrimas que le rodaban por sus mejillas y al día siguiente me fui a Aguilares para el entierro.
Le pedimos a monseñor ROMERO que tuviéramos una reunión todo el clero, de inmediato después del entierro y él lo aceptó. Comenzamos a hablar de la necesidad de ser profetas, ese era el momento más oportuno y decidimos dividirnos en grupos y él todo lo estaba permitiendo. Ahí estaba monseñor (Arturo) Rivera (y Damas), monseñor Chávez, los tres obispos, y en mi grupo propusimos tener una misa única en catedral el siguiente domingo para celebrar los nueve días de la muerte del padre Grande. Hicimos nuestras propuestas y él en su valoración teológica nos dijo “en cada misa se celebra la Gloria de Dios y por lo tanto este domingo no va a ser así” y la respuesta nuestra fue: “la Gloria de Dios, se celebre una misa o se celebren todas las misas que se quieran, es la misma. Y le pedimos: ¿monseñor podemos votar? Y su primer acto de democracia dentro de la iglesia Católica, fue admirable.
Él dijo SÍ. De los 400 que estábamos allí, más o menos entre clero diocesano y religioso, 399 votamos por SÍ. El único que votó en contra fue Revelo, el tío de Nidia Díaz, creo se llamaba Revelo, no estoy seguro, párroco de La Libertad. Bueno, cuando se regó la noticia de que íbamos a tener una misa única, los obispos de El Salvador comenzaron a reclamar a monseñor ROMERO. El nuncio estaba en contra, la oligarquía estaba en contra, el gobierno estaba en contra, el cardenal (Mario) Casariego (Y Acevedo) que era un gran sinvergüenza, cardenal de Guatemala, estaba en contra. El sábado monseñor ROMERO me pidió que diseñáramos pancartas por cada parroquia; con mis hermanos y los seminaristas lo hicimos. Como a las cinco de la tarde que estábamos trabajando, llegó el nuncio y me dice “¿dónde está monseñor ROMERO?”, yo no sé le dije; él me dijo “¡él debería estar acá!”, yo le dije bueno, pero no está.
Me dice: “mañana es un día terrible, la misa que van a tener en catedral”, no, le dije, mañana va a ser un día de los más grandes, vamos a celebrar la misa por el padre Grande, y me dice: “Eso es malo, están en contra del gobierno porque están prohibidas las aglomeraciones masivas de gente” y me dice; “dale esta carta a monseñor ROMERO”, él traía la carta. Cuando llegó monseñor ROMERO se la entregué, se fue a su cuarto y como a los cinco minutos sale y me dice: Chencho ¿qué debo hacer? Él era humilde, él era sencillo y él siempre preguntaba y consultaba a los demás sobre lo que tenía que hacer, y era un hombre muy inteligente y yo le digo yo tuve miedo de darle una respuesta teológica, de decirle usted es el Pastor, usted es el que tiene que decidir, pero como él había asistido a mis cursillos de cristiandad le dije lo que decíamos en los cursillos: “cuando nosotros no podemos resolver un problema y no hay nadie que nos dé la luz para poderlo resolver, lo que nos queda es ir a la capilla, vaya y hable con JESÚS y haga lo que JESÚS le diga, no lo que Roma diga, sino lo que JESÚS le diga. Se fue. Así era de sencillo.
Pasó como una hora y yo en el corredor del seminario iba y venía, no quise entrar en la iglesia, la capilla del seminario. Cuando sale le veo una sonrisa extremadamente bella y me dice: “Chencho mañana vamos a celebrar la misa en la catedral”. Me dice: “y ahora dame lo que tienes escrito para la presentación mientras la gente llega”. Me había pedido que escribiera junto con los seminaristas una introducción de 45 minutos. Se lo di y me dice al rato “Mira nos vamos a reunir con monseñor Jesús (Chuz) Delgado , vamos a ir a la casa de él y tú irás conmigo porque esto es mejor recortarle un poco. Me dejó quince minutos de introducción.
Me fui con él a la catedral el domingo, yo comencé la introducción y antes de hacer toda la introducción él comenzó a celebrar. Estaba pálido, estaba nervioso, las frases no las hilvanaba tan bien, siendo él un hombre de oratoria y como a los quince minutos yo sentí que el Espíritu de Dios llegaba a él, posaba en él. Y comenzó levemente, sin fuerza, a denunciar lo que estaba pasando en El Salvador.
Para mí, en ese momento, monseñor ROMERO se convirtió en el profeta que nosotros necesitábamos en el país. No fueron los jesuitas, no fueron los jesuitas, los que convirtieron a monseñor ROMERO, para ese cambio. Ni siquiera la muerte del padre Grande, porque no se convirtieron más gentes. Fue la oración con JESÚS la que le llevó a ese cambio, ahí fue que él abrazó la misión que Él le había dado y ciertamente entre los hombres de América Latina que es conocido mundialmente; eso lo sé porque he viajado por muchos países y he hablado de él. Monseñor ROMERO se convirtió en el profeta, en el mártir y, ahora pues… en el SANTO.
Alegrémonos, pues, porque en el mundo se reconocen las virtudes y entrega de una persona que luchó, hasta dar la vida, similar a lo que sucede a los mártires sociales y religiosos, pasados y actuales, mujeres y hombres, en El Salvador, Centroamérica y el Mundo que luchan por la paz, la justicia, el bienestar de todos y la convivencia entre los pueblos.
1 de octubre 2018