Atrio
Los cambios –“mudanzas, alteración en la apariencia física o moral,”– o “conversión” en algo distinto u opuesto, son buenos. Muy buenos. En la Iglesia, diríase que esenciales. El eslogan penitencial de “Ecclesia semper reformanda” habrá de acompañar a la institución, a sus clérigos, laicos y laicas, a perpetuidad y en sintonía sagrada con los tiempos para los que pretende ser reglamento de redención, de resurrección y de vida. Sin cambios no hay Iglesia, o esta no es la verdadera. Ver noticia original en …