Enviado a la página web de Redes Cristianas
El principio de un nuevo año puede ser un buen momento para lanzar una mirada al futuro. No parece muy realista esperar que con el Año Nuevo venga una Vida Nueva, como afirma la expresión popular, si no hacemos algo para construir esa Vida Nueva.
Pero ¿por qué hablamos de Vida Nueva? ¿No estamos satisfechos con la vida que llevamos? Creo que, si nos centramos en nuestra vida personal, muchos nos consideraremos bastante satisfechos.
Pero nuestra vida personal no se desarrolla en un planeta idílico perdido entre las estrellas, sino en el planeta Tierra, en el que se dan unas brutales desigualdades sociales, y donde la precariedad, en el trabajo y en las condiciones de vida, no cesa de aumentar para
una gran parte de la humanidad.
Y la biosfera de nuestro planeta no se libra de esa precariedad que se extiende por todo el mundo. Aquí no hace falta que investiguemos a ver cómo van las cosas. La comunidad científica, a la que tanto admiramos cuando desarrolla la inteligencia artificial, hace
apremiantes llamamientos a nuestra inteligencia natural para que reaccionemos ante el creciente y amenazador deterioro que nuestra forma de vida está causando en el medio natural que nos sustenta.
Pero en este campo parece que le hacemos poco caso.
El deterioro no sólo es social y ecológico, en el fondo se da un grave deterioro moral y cultural. Se ha impuesto el individualismo egoísta propio del capitalismo, y su afán por el consumo. Las dos cosas nos obnubilan la mente, y nos tragamos todas las mentiras que el sistema lanza por sus poderosos medios, que llaman de comunicación, pero realmente son de atontamiento.
¿No hay solución? Tenemos que ser muy conscientes de que dentro del capitalismo no la hay. Pero el capitalismo no es algo insuperable. Es verdad que desde 1840, en que Pierre- Joseph Proudhon pública su obra: ¿Qué es la propiedad? con la que nace el moderno anarquismo, y cuando poco después, en 1848, Karl Marx lanza el Manifiesto Comunista, millones y millones de personas han trabajado y luchado ardientemente para liberar al mundo del dominio del capitalismo, y no lo han conseguido.
¿Tan necio es el ser humano que es incapaz de evitar la deriva suicida del capitalismo?
¿No podemos pensar que los principios en que se basaban esos proyectos para superar el capitalismo no eran los adecuados, pero que hay otros caminos por los que avanzar?
La izquierda, ante unas circunstancias muy diferentes de las que vieron nacer los grandes movimientos hacia el socialismo, no puede seguir repitiendo las mismas venerables fórmulas del socialismo clásico. Y mucho menos hay motivos para levantar bandera blanca.
Sería muy necesario que nos lanzáramos a realizar un serio esfuerzo de reflexión y de imaginación para salir del atolladero en que la humanidad está metida en estas circunstancias.
Presentar un proyecto de sociedad radicalmente distinta de la sociedad capitalista, tomando conciencia de que nos encontramos en un momento clave de la evolución humana.
Un proyecto ilusionante de esa otra humanidad posible, una utopía realizable, capaz de movilizar las potencialidades dormidas de nuestra sociedad.