MIEDO EN GAZA. Amira Hass

0
69

Rebelión

Mi anfitrión en el campamento de refugiados de Gaza parece encantado cuando, con una sonrisa maliciosa dibujada en su rostro, levanta el auricular para pedir a algunos colegas que ?vengan a su casa??. Los destinatarios de esta llamada son dos miembros de la rama militar de Fatah responsable del lanzamiento contra Israel de cohetes Kassam de fabricación artesanal (hace tres años). ?l mismo es un alto representante político de Hamas y arde en deseos de ver la reacción que tendrán al ver a una invitada judía en su casa. Dos hombres jóvenes, enjutos y de aspecto serio entran en la casa. Han venido para discutir con mi anfitrión su respuesta a la muerte de un importante miembro de Hamas, asesinado en su coche por un misil israelí.

?¿Qué sentido tiene lanzar cohetes [contra Israel]??, les pregunto, ?cuando Israel está castigando a la Franja de Gaza con incursiones militares masivas???. Responden sin vacilar: ?Queremos que también los israelíes sientan miedo. No sólo los palestinos??.
Carece de sentido discutir con ellos acerca de la conveniencia política y moral de utilizar la venganza como táctica. No pude convencerles de que al atacar a objetivos civiles no hacen otra cosa que reforzar el apoyo de los israelíes a la ocupación. Sin embargo, comprendo lo que dicen acerca del miedo. Doce años viviendo entre palestinos me han permitido ver el espectro completo de las tonalidades del miedo, los matices más sutiles del terror experimentados por toda una nación cuya vida está dictada por una potencia extranjera. ¿Acaso el diccionario no define ?terror? como ?un estado de intenso temor???
Un helicóptero artillado israelí escupe fuego contra cientos de manifestantes desarmados, muchos de ellos niños, frente a un puesto del ejército israelí en la Franja de Gaza al inicio del alzamiento del 2000. La gente resulta alcanzada. Hay muertos y heridos. ¿Los alcanzó el fuego del helicóptero o tal vez fueron las ametralladoras ocultas a tres kilómetros de distancia?
Un tanque israelí bloquea la carretera entre Nablús y una aldea cercana. Pero la gente tiene que regresar a casa. Tratan de pasar y el tanque juega con su miedo: hace girar su cañón, lo alza, lo vuelve a bajar, avanza hacia ellos.
Soldados israelíes apuntan con sus rifles a una familia hacinada en una habitación. Los adultos confortan a sus niños, que no paran de llorar. Durante días enteros. Son casas que el ejército israelí ha ocupado en Jenin y Ramallah, en Belén y en Rafah. Afuera reina el toque de queda. El único recordatorio de su presencia son los esporádicos ráfagas que se disparan desde el interior de las casas hacia el exterior.
La ventana. El porche. No te acerques. No salgas. Recuerdas a la señora de la casa de al lado, ¿verdad? Muerta por una sola y precisa bala cuando salió a la puerta para gritar a su hijo y a su marido ?que estaban regando el árbol en el exterior? que entraran a casa. Y no olvides al niño que vivía más arriba de la carretera, aquel al que mataron en el octavo piso.
El aterrador jeep blanco de la Administración Civil cuyos pasajeros armados se pasean de un sitio a otro pegando nuevas órdenes de confiscación de tierras. Para beneficio de los israelíes.
Y luego está el miedo de que un bulldozer te derribe la casa. El miedo de que a tu marido lo expulsen de Gaza (los israelíes prohíben a los palestinos de Gaza vivir en Cisjordania, de modo que tu marido puede ser un extranjero ilegal en su propio hogar). El miedo de que promulguen una nueva ley, otra orden militar, otra regulación, el miedo de saber que Israel ?la potencia ocupante? va a seguir dedicándose a quebrar tu vida y la de todos los que están a tu alrededor. Y, por último, el miedo a la cólera que se va acumulando y creciendo en el interior de cada uno, sin posibilidad de salir al exterior.

The Independent
Traducido para Rebelión por LB.

Texto original:
http://comment.independent.co.uk/commentators/article1814842.ece