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Mi reacción ante la muerte de Bin Laden -- Noam Chomsky

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«Deberíamos preguntarnos cual sería nuestra reacción si comandos iraquíes aterrizaran en el rancho de George W. Bush, le asesinaran y tiraran su cadáver al Atlántico.»

Está cada vez más claro que la operación fue un asesinato planeado, que ha violado múltiples normas elementales de las leyes internacionales. Parece que no hubo el menor intento de atrapar a la víctima sin daños, como presumiblemente hubieran podido hacer los 80 soldados que no encontraron apenas oposición, excepto, según dicen, por parte de la esposa, que arremetió contra ellos.

En las sociedades que tienen algún respeto por la ley, los sospechosos son detenidos y llevados a un juicio justo. Hago hincapié en «sospechosos». En abril de 2002, el jefe del FBI sólo podía decir que «creía» que la trama había sido incubada en Afganistán, aunque puesta en práctica en los Emiratos Arabes y Alemania. Lo que sólo era una sospecha en abril del 2002, es obvio que no podía saberse con seguridad 8 meses antes, cuando Wahsington rechazó las ofertas hechas por los talibanes (como eran de serias no lo sabemos, porque fueron rechazadas instántaneamente) de extraditar a Bin Laden si se les presentaban pruebas; cosa que, supimos pronto, Washington no tenía. O sea que Obama estaba simple y llanamente mintiendo cuando dijo, en su declaración de la Casa Blanca que «pronto supimos que los ataque del 11-S fueron perpetrados por al Qaeda.”

No ha salido nada serio desde entonces. Se habla mucho de la «confesión» de Bin Laden, pero eso es casi como mi confesión de haber ganado la Maratón de Boston. Fanfarronea de lo que considera un gran logro.

Hay también mucha discusión en los medios sobre la rabia de Washington porque Pakistan no entregó a Bin Laden, cuando parece casi seguro que elementos del ejército y las fuerzas de seguridad estaban al tanto de su presencia en Abbottabad. Se habla menos de la rabia paquistaní porque los EEUU invadieran su territorio para perpetrar un asesinato político. El sentimiento antiamericano ya era bastante alto en Pakistan, y estos sucesos sirven para exacerbarlos. La decisión de tirar el cuerpo al mar está ya, predeciblemente, provocando a la vez rabia y escepticismo en el mundo musulman.

Deberíamos preguntarnos cual sería nuestra reacción si comandos iraquíes aterrizaran en el rancho de George W. Bush, le asesinaran y tiraran su cadáver al Atlántico. No hay controversia en decir que sus crímentes exceden con mucho a los de Bin Laden, y no es un «sospechoso», sino claramente el «decisor» que dio las ordenes para cometer “terribles crímenes internacionales distintos a otros crímenes de guerra solamente en que contienen dentro de sí la maldad acumulada del conjunto (citando al Tribunal de Nuremberg), por los que fueron colgados los criminales nazis: los cientos de miles de muertos, millones de refugiados, la destrucción de la mayoría del país, el amargo conflicto confesional que ahora se ha extendido al resto de la región.

Se podría decir más sobre (el terrorista de la cubana 455, Orlando) Bosch, que acaba de morir en paz en Florida, en relación con la «doctrina Bush» de que las sociedades que albergan terroristas son tan culpables como los propios terroristas y deberían ser tratadas en consecuencia. Parece que nadie se ha dado cuenta de que Bush estaba pidiendo la invasión y destrucción de los EEUU y el asesinato de su criminal presidente.

Sucede igual con el nombre, ‘Operación Gerónimo’. La mentalidad imperialista es tan profunda en la sociedad occidental que nadie percibe que están glorificando a Bin Laden al identificarlo con la resistencia valiente contra los invasores genocidas. Es igual que ponerles a las armas los nombres de las víctimas de nuestros crímenes: Apache, Tomahawk… Sería como si la Luftwaffe hubiera llamado a sus aviones “Judío” y “Gitano.”

Hay mucho más que decir, pero incluso los hechos más obvios y elementales deberían darnos mucho que pensar.

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