Documento de la Pastoral Laboral Nacional conmemorativo de la gesta histórica de 1810, Septiembre 15, 2010
Suprema Emperatriz de cielo y tierra
a quien todo mortal da vasallaje
acabe, Guadalupe, esta cruel guerra
venga, venga la paz, de lo alto baje
el odio y desunión todo, destierra,
destierra el despotismo y el ultraje
reine la independencia y libertad
al engaño suceda la verdad[1]
El número de sacerdotes insurgentes que acudieron a las armas fue de 128 (1.7% de 7, 341). 91 del clero secular (2.1% de 4,229) y 37 del clero regular (1% de 3,112). 32 sacerdotes adoptaron el bando realista (0.4% de los mismos 7,341)[2]. Si hubo sacerdotes insurgentes es porque sus comunidades eclesiales fueron insurgentes. Muchos años antes de 1810 había empezado en Michoacán y en otras partes de la colonia un movimiento renovador de la teología y filosofía escolásticas. En 1763, el jesuita Clavijero que había iniciado su período docente en Valladolid, incorporó la filosofía moderna y las ciencias a la escolástica tradicional.
El también jesuita Francisco Xavier Alegre, defendió la tesis de que el consentimiento del pueblo es requisito esencial para que un gobierno resulte legítimo. Afirmó que la autoridad civil no viene inmediatamente de Dios a los gobernantes sino mediante la comunidad. Pese a las contradicciones, trataron con algunos religiosos filipenses, de fomentar el sentido crítico en los seminaristas y el uso de los autores contemporáneos en los seminarios.
Don Miguel Hidalgo, con el tiempo, fue Rector en uno de estos seminarios. Sus colegas maestros, como sus alumnos (entre ellos Morelos, en 1790), dieron continuidad a la renovación académica. De las aulas pasaron al trabajo pastoral. Como curas, vicarios, presbíteros, diáconos o clérigos, comenzaron a conocer la situación de ruina y calamidad que mantenía en el hambre a las mujeres y hombres del Anáhuac, lo que concibieron como tiranía y despotismo graves. Para cambiar la economía popular y la sociedad desde sus pueblos, fomentaron la educación y la industria popular, se dieron al cultivo de uvas, cría de gusanos de seda, curtiduría de pieles, fabricación de loza y ladrillo, compartiendo con el pueblo estos trabajos y soportando cuanta helada y crisis agrícola les sucedió.
El cambio de mentalidad de los clérigos, principalmente de la diócesis de Michoacán estaba en marcha, adentrándose en la organización social y económica. Además, fueron mostrando un gran malestar ante el Estado y su creciente ingerencia en las cuestiones eclesiásticas. Las embarcaciones encargadas de transportar el enriquecimiento de la metrópoli pasaron de 222 entre 1728 y 1739 a 1,142 entre 1784 y 1795 (así era transportada, por ejemplo, casi toda la producción de plata de la Nueva España, que representaba el 66% del total de la que circulaba en el mundo).
Las consecuencias sociales fueron sintetizadas por el Barón de Humboldt: ?México es el país de la desigualdad??. Las haciendas se avalanzaron sobre las tierras indígenas y se las arrebataron poco a poco e inexorablemente. Los naturales y las castas pasaron a trabajar como peones de minas, haciendas o urbes. Indígenas y componentes de las castas vivían en la miseria, eran presa del hambre y de las epidemias. Tanto las comunidades creyentes como sus curas, vicarios, presbíteros, diáconos o clérigos, aprendieron a juzgar la situación social a la luz de su fe y discernieron sobre cómo llevar a cabo una acción congruente con el resultado de ese juicio. De este modo, las comunidades y curas insurgentes de 1810, se constituyeron en el antecedente latinoamericano de la Teología de la Liberación.
La Teología católica, además, ha mantenido a lo largo de los siglos el derecho que asiste a los pueblos oprimidos de rebelarse y oponerse contra sus tiranos. De modo que los curas y las comunidades insurgentes conocían su derecho natural a repeler con las armas, como último recurso posible, la tiranía y el abuso de autoridad. Así que unos creyentes empuñaron las armas a favor del movimiento liberador y otros en contra. La polémica y controversia fue terrible y honda. Por ejemplo el clero de Puebla se adhirió a la causa del rey mediante un acta del 27 de octubre de 1810 (???debemos ser las más firmes columnas que sostengan el trono del Monarca????) y el Cabildo de Oaxaca se adhirió a la insurgencia en 1812 (?según los Santos fines, por que ha resuelto armarse????)[3].
Los insurgentes encontraron al Dios de la Historia presente en la insurgencia como actor decisivo en el movimiento, tanto como a la Virgen de Guadalupe. Esa teología impactó la Constitución de 1814 y los Sentimientos de la Nación, pues su fe religiosa movía sus convicciones y animaba el tipo de sociedad esperada (?trabajar en el destino que cada cual fuere útil??), el fin de la esclavitud y el ideal de justicia (?moderen la opulencia y la indigencia??).
Para nosotros, creyentes católicos del siglo XXI, especialmente para los que vivimos del ?sudor de la frente??, trabajadores y trabajadoras del México de hoy, hay mucho que agradecer y aprender de los insurgentes y de lo que posibilitó su compromiso: la renovación teológica y religiosa, la cercanía de los curas al lado de los dolores y esperanzas del pueblo, el trabajo pastoral integral y la organización social y económica de los empobrecidos.
EQUIPO NACIONAL DE PASTORAL LABORAL
PASTORAL LABORAL NACIONAL (Tampico, Tamps; México, DF; Tuxpan, Ver.; Monterrey, NL; Nueva Rosita, Barroterán, Monclova, Torreón y Parras, Coah., y Hermosillo, Sonora).
[1] ?Versos impetratorios que circulaban entre las filas de los independentistas??. Calendario Manual para el año del Señor de 1815 , Apatzingán, diciembre de 1814 (D. 181, p. 516). Citado en El pensamiento insurgente de Morelos. Agustín Churruca Peláez, sj. Editorial Porrúa, México, 1983, pp. 118-119.
[2] Id. P. 135
[3] Hernández y Dávalos, tomo IV, Doc. 209, p. 789. Citado por Churruca Peláez, id. P. 139.