Las «meditaciones bíblicas» son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.
2006
septiembre
Mateo 20, 20-28
Cada cultura tiene un modo de honrar a algunos de sus miembros, de distinguirlos de los demás a través de títulos, vestimentas, puestos o ventajas materiales. En Occidente como en Oriente, hay humanos que buscan adquirir más honores o influencia en un determinado grupo. El problema es que algunos lo hacen por todos los medios posibles. La lucha por el poder y las diferentes formas de intrigas ? manifiestas o escondidas ? existen en todas las sociedades humanas. Incluso los apóstoles no estuvieron del todo indemnes.
La enseñanza de Jesús a este respecto es clara e incluso radical. No dice simplemente que se debe gobernar de otro modo y más humanamente. Va más lejos: si alguien quiere ser jefe, deberá ser un servidor, ¡incluso un esclavo! Y durante toda su vida dará el mejor ejemplo de ello. Ante la visión corriente de un jefe que debe dominar, Jesús opone una visión de servicio. El «reino» anunciado por Jesús es muy diferente a las esperas o a los sueños humanos. Sin duda no era fácil para los discípulos comprenderlo, y menos aún aceptarlo.
Seguir a Cristo significa a veces ir a contracorriente. Cuando Jesús pregunta a sus discípulos: «¿Podéis beber el cáliz que beberé?» se está refiriendo a su pasión, al cáliz que hubiera querido ver alejarse de él pero que al final acepta. Quien quiere seguir a Cristo no puede evitar beber ese cáliz. Será quizás el blanco de las contradicciones, como lo fue para Cristo. Conocerá a veces la incomprensión, el rechazo, la soledad y la humillación. «Beberéis mi cáliz», dice Jesús. Con el fin de prepararles a ello, Jesús asegura a los discípulos que el Espíritu Santo, consolador y apoyo, bajará sobre ellos y permanecerá en ellos.
¿Qué es lo que nos puede ayudar a asumir nuestras responsabilidades en la Iglesia o en la sociedad como un servicio gozoso para los demás?
¿Qué tentaciones de poder o de honor nos amenazan? ¿Cómo vencerlas? ¿Cómo podemos dar ejemplo de utilizar de otro modo el poder?
Cuando encontramos con la incomprensión, el rechazo o el fracaso, ¿de qué modo la vida y la muerte de Jesús nos pueden ayudar a avanzar sin desanimarnos?