Enviado a la página web de Redes Cristianas
Mérito Policial para Nuestra Señora Santísima del Amor
El señor ministro de Interior, D. Jorge Fernández Díaz, concedió, el día 3 de Febrero de 2014, la medalla de oro del «mérito policial» a Nuestra Señora Santísima del Amor. La asociación «Europa Laica» presentó recurso contra la decisión del Gobierno a la Audiencia Nacional, y ésta, en el tribunal de cinco jueces de su Sección Quinta de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, ha pronunciado sentencia, de tres contra dos, favorable al Gobierno. Llama la atención, aunque no nos extrañe mucho, que hasta en esta decisión, que los recurrentes tachan de «irracional y arbitraria».
Y los dos magistrados discrepantes avalan el argumento de los demandantes, con la siguiente afirmación: «Para conceder una medalla de oro, se requieren actos excepcionales como fallecer en acto de servicio, padecer mutilaciones, o algún servicio de trascendental importancia que redunde en prestigio de la Corporación». Y llama la atención el argumento de los jueces de la mayoría, ante el argumento lógico de que una medalla de oro policial no se puede dar a algo-alguien que no tiene sustancia propia, que no es persona ni física ni jurídica, una medalla al mérito.
El argumento es que la auténtica destinataria de la distinción es la cofradía del mismo nombre, exactamente la «Cofradía de Jesús el Rico y María Santísima del Amor de Málaga», y que ésta sí que es una persona jurídica. Y éste ha sido el brillante argumento de los abogados de Estado que han asesorado a los jueces. (¡¡¿¿??!!). ¿Qué decir a esto? Que en otros asuntos más terrenales y polémicos, esos abogados expriman un poco más la cabeza, y no se queden en un argumentario tan infantil como devoto.
Pero lo que a mí me llama poderosamente la atención es que los obispos, o por lo menos el de Málaga, no sean los que hayan presentado la demanda ante quien corresponda. Que un devoto ministro de Interior piense que com ese detalle está exaltando a la Virgen, dándole culto, y fomentando la devoción a la Virgen, pase. Pero que los señores obispos no capten lo desviado de ese tipo de devoción, de cómo se acaba confundiendo a la doncella de Nazaret con una imagen, y a ésta con una agrupación de fieles, más o menos folklórica, eso sí que es de preocupar. Y lo de folklórico no es, para nada, un desdoro. No en mi boca ni en mi pluma, ya que considero el folklore una de las manifestaciones más espontáneas, creativas y representativas de la historia de los pueblos. Y entre los folklores, los de contenido o relación religiosa son los más antiguos, y, generalmente, los más expresivos. El problema es que con estas y otras actuaciones la devoción mariana se vaya quedando sólo en el folklore. ?ste nos parece muy bien, pero es muy poco, y se queda corto, en el culto y la devoción a la Virgen de Nazaret.
Pero me temo que con tanto mimetismo de a ver quién junta más flores, o monta la vigilia más concurrida y más larga, o, ya puestos, -y a ello se pusieron hace muchos, demasiados años-, vamos a conseguir un manto mucho más caro y lujoso, o una corona toda enjoyada no con oro de Ofir, sino con piedras preciosísimas y carísimas. Tengo una amiga, catequista, asidua en la clase de Biblia, magnífica profesora, y profunda creyente, que suele decir: «Imagino que María, la de verdad, la «primera creyente y la primera redimida de Rahner», debe de estar avergonzada y cansada, si es que le llegan estos alborotos». Puede tener un tanto de ironía volteriana, pero pienso que no se equivoca demasiado, a la vista de acontecimientos como los que he comentado en este artículo.