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Desde hace una década, cada 14 de junio se conmemora en el país el “Día del Barrendero”. Es en homenaje a Mauricio Kléber Silva. Era cura obrero nacido en Uruguay en 1925 Y ordenado sacerdote salesiano en Córdoba, en 1951. Provenía de una familia muy humilde. Su padre había sido ladrillero.
En su partida de nacimiento en Montevideo quedó grabado un sello con una inscripción: “exonerado de estampilla por haber justificado pobreza”.
Se dedicó a la opción por los más humildes. Trabajó en La Rioja con el obispo Angelelli. Luego, en Rosario, organizó a los cirujas en los basurales de la zona.
Durante la década del 70 se convirtió, además, en barrendero municipal, integrado en la “Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio”, una congregación católica inspirada en la vida del religioso francés de Foucauld, en la que todos viven de sus propios trabajos. Con su nuevo oficio tuvo actividad gremial de base; llegó a participar en alguna lista de la JTP (Juventud Trabajadora Peronista), en los comicios de 1972.
A pesar de su inclaudicable compromiso social, no formó parte del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo ni de ninguna organización política.
A la dictadura no se le escapó la “peligrosa” vocación por los pobres del cura Silva. En la mañana del 14 de junio de 1977 tres hombres armados bajaron de un Ford Falcon y se lo llevaron a la fuerza de la vía pública, en La Paternal, mientras barría las calles porteñas.
Al día siguiente la Municipalidad lo dejó cesante. Se sabe que estuvo detenido en Campo de Mayo y en el CCD “Club Atlético”; luego su rastro se pierde. Silva continúa desaparecido. Su hermano
de sangre denunció su desaparición en los EEUU. La presión no tuvo efecto. La Iglesia, por su parte, no hizo ninguna gestión; guardó silencio. La congregación religiosa, junto al CELS, se presentó en 2007 como querellante en la causa del Primer Cuerpo del Ejército.
El barrendero de mi barrio tal vez no conozca esta historia, ni que hoy es su día. Si
levanta la vista, en algún breve descanso, es posible que quiera escuchar quién fue
aquel cura barrendero que organizó a los suyos, sin jamás barrer bajo la alfombra
las miserias de quienes con sus botas puestas pisotearon la dignidad humana.