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VOLVER A JESUCRISTO
Pregunta inicial (VER):
1.- ¿Es en verdad Jesús el centro de nuestras vidas a nivel personal, familia y CEB? En qué se manifiesta esto.
JUZGAR
Es lo primero y más decisivo: poner a Jesucristo en el centro de nuestra fe. Todo lo demás viene después. ¿Qué puede haber más necesario y urgente para los cristianos que despertar en nosotros la pasión por la fidelidad a Jesús? Ya no basta cualquier reforma o renovación. Necesitamos volver al que es la fuente y el origen de la Iglesia: el único que justifica su presencia en el mundo. Arraigar nuestra fe en Jesucristo como la única verdad de la que nos está permitido vivir y caminar de
manera creativa hacia el futuro. Recuperar lo esencial del Evangelio, renacer juntos del Espíritu de Jesús.
Folleto #1.
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I.- ENTRAR POR EL CAMINO ABIERTO POR JES?S
VER
Preguntas:
1.- ¿Nuestra Fe se expresa principalmente confesando el Credo y las verdades de Fe o en el encuentro personal con Jesús?
2.- La mayoría de los Cristianos que conocemos son adeptos de la religión, miembros de la Iglesia Católica o discípulos de Jesús identificados con su proyecto del Reino?
JUZGAR
Los cristianos tenemos imágenes bastante diferentes de Jesús. Si nuestra imagen
de Jesús es pobre y parcial, nuestra fe será pobre y parcial; si está distorsionada,
viviremos la experiencia cristiana de manera distorsionada.
No basta con decir que aceptamos todas las verdades que la Iglesia propone acerca de Cristo. La fe viva y operante solo nace en el corazón de quien vive como discípulo y seguidor de Jesús. No es posible seguir a un Jesús sin carne. No es posible alimentar la fe solo de doctrina. Necesitamos un contacto vivo con su persona: conocer mejor su vida concreta y sintonizar vitalmente con él.
Necesitamos captar bien el núcleo de su mensaje, entender mejor su proyecto
del reino de Dios, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos
de su pasión por Dios y por el ser humano. ¿Qué podemos hacer?
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Los cristianos de las primeras comunidades se sentían se-guidores de Jesús más que miembros de una nueva religión. Según Lucas, las comunidades están formadas por personas que han conocido el «Camino del Señor» (Hch 18,25) y, atraídas por Jesús, han entrado por él. Se sienten «seguidores del Camino» (Hch 9,2). La carta a los Hebreos precisa que es «un camino nuevo y vivo, inaugurado por Jesús para nosotros» (Heb 10,20).
Un camino que hemos de recorrer viviendo una adhesión plena a su persona, «con los ojos fijos en Jesús, el que inicia y consuma la fe» (Heb 12,2). Más tarde, el evangelio de Juan lo resume todo poniendo en labios de Jesús estas palabras: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).
Por desgracia, tal como es vivida hoy por muchos, la fe cristiana no suscita «seguidores» de Jesús, sino solo adeptos a una religión.
No genera «discípulos» que, identificados con su proyecto, se entregan a abrir caminos al reino de Dios, sino miembros de una institución que cumplen mejor o peor sus obligaciones religiosas. Muchos de ellos corren el riesgo de no conocer nunca la experiencia más originaria y apasionante: el encuentro personal con Jesús.
Nunca han tomado la decisión de seguirle.
La renovación de la fe está pidiendo hoy pasar de unas comunidades formadas
mayoritariamente por «adeptos» a unas comunidades de «discípulos» y «seguidores» de Jesús, el Cristo. ¿Cómo entrar por ese camino abierto por Jesús?
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II.- VOLVE A GALILEA
VER
Preguntas:
1.- ¿Qué significa para nosotros el mensaje de Jesús a los Apóstoles que vuelvan a Galilea y ahí lo encontrarán?
2.- ¿Leemos el Evangelio como algo del pasado lo que hizo y vivió Jesús hace mucho tiempo o leemos y meditamos el Evangelio como discípulos, discípulas de Jesús que lo reconocemos vivo hoy en nuestra historia, sanando, defendiendo a los excluidos y siendo hoy día la Buena Noticia para los Pobres y Liberación para los Oprimidos?
JUZGAR
Los relatos evangélicos han sido compuestos para ofrecernos la posibilidad de conocer ese camino abierto por Jesús. Es lo que sugiere el mensaje que reciben las mujeres junto al sepulcro la mañana de Pascua: «Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado. No está aquí». No hay que buscarlo en el mundo de los muertos. ¿Dónde puede ser encontrado por sus seguidores? Hay que volver a Galilea: «El va delante de vosotros. Allí lo veréis» (Me 16,7). Hemos de ir a Galilea, volver
al inicio. Hacer el recorrido que hicieron los primeros discípulos siguiendo
la llamada de Jesús: escuchar de nuevo su mensaje, aprender su estilo de vida al servicio del reino de Dios, compartir su destino de muerte y resurrección.
Recorriendo los relatos evangélicos podemos experimen-tar que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado en su Iglesia adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta que nos llama también hoy a seguirle.
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Por eso, el Vaticano II nos ha recordado que, «entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, pues son el testimonio principal de la vida y la doctrina del Verbo encarnado, nuestro Salvador » (Dei Verbum 18).
Los evangelios no son libros didácticos que exponen doctrina académica sobre Jesús.
No son tampoco biografías redactadas para informarnos con detalle de su trayectoria
histórica. Lo que encontramos en estos escritos es el testimonio del impacto causado
por Jesús en los primeros que se sintieron atraídos por él y respondieron a su
llamada.
Por eso, los evangelios son para nosotros una obra única que no hemos de
equiparar con el resto de los libros bíblicos. Solo en los evangelios encontramos
la «memoria de Jesús», tal como era recordado, creído y amado por sus
primeros seguidores y seguidoras. Estos escritos, nacidos de su experiencia
directa con Jesús, constituyen el camino más natural para ponernos en contacto
con Jesús resucitado y con su fuerza para engendrar también hoy nuevos
discípulos y seguidores.
Al recorrer los relatos evangélicos escuchamos las palabras de Jesús, no como
el testamento de un venerado maestro que pertenece para siempre al pasado,
sino como palabras de alguien que está vivo en medio de nosotros, comunicándonos
«espíritu y vida» (Jn 6,63). Por otra parte, recordamos la actuación de Jesús no como la historia pasada de alguien que vivió hace muchos siglos, sino de alguien que ahora mismo está con nosotros curando nuestras vidas, defendiendo la dignidad de los pobres y marginados, acogiendo a pecadores e indeseables, abrazando a los pequeños, frágiles e indefensos, y llamándonos a todos a ser compasivos como el Padre del
cielo.
Los relatos evangélicos, leídos, escuchados, meditados, compartidos y guardados en nuestros corazones y en nuestras comunidades, nos permiten actualizar la experiencia primera de aquellos que se fueron encontrando con Jesús por los caminos de Galilea. Esta experiencia nos hace vivir un proceso de nacimiento a una fe nueva, no por vía de «adoctrinamiento» o de «aprendizaje teórico», sino por medio de un contacto
vital y transformador con Jesús, narrado en los evangelios. Lo que acogemos en nuestro corazón no es la instrucción de un catequista o la predicación de un presbítero, sino la Buena Noticia de Dios encarnada en Jesús. Ese Evangelio, que, según Pablo de Tarso, es «una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1,16).
III.- EL EVANGELIO COMO NUEVO COMIENZO
VER
Preguntas:
1.- ¿Leemos el Evangelio y lo meditamos y lo anunciamos como un llamado a la Conversión, no sólo de pecados, sino del modo de ver la vida y de tener las actitudes de Jesús y conforme a Jesús?
2.- ¿Nuestras Comunidades son ante todo un lugar humilde y frágil donde se acoge, se cuida y se anuncia la Buena Noticia de Jesús?
3.- Nuestro contacto con el Evangelio es el centro de nuestra identidad cristiana que nos impulsa a vivir nuestra Fe como discípulas, discípulos seguidores de Jesús apasionados por ?l y por su Reino?
JUZGAR
El Concilio Vaticano II nos ha recordado que, a lo largo de los siglos, el Evangelio es en todas las épocas el que hace vivir a la Iglesia. Estas son sus palabras: «El Evangelio es, en todo tiempo, el principio de toda vida para la Iglesia» (Lumen gen-tium 20). La fe no puede nacer ni ser transmitida sin la presencia viva del Evangelio.
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Hemos de creer más en su fuerza regeneradora. Nada puede revitalizar hoy la fe de los cristianos tanto como la experiencia directa e inmediata del Evangelio.
Hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde
se acoge el Evangelio de Jesús. Un lugar humilde y frágil en estos momentos,
pero un lugar donde se cuida, antes que nada, la acogida del Evangelio.
Hemos de instaurar tiempos y espacios para recorrer juntos los relatos evangélicos.
Reunir a los creyentes, a los menos creyentes, a los poco creyentes e incluso a los increyentes en torno al Evangelio de Jesús. Darle al Evangelio la oportunidad de que despliegue su frescura y su fuerza salvadora penetrando en nuestras vidas con sus problemas, crisis, miedos y esperanzas. Crear las condiciones para que el Evangelio
irrumpa en nuestras comunidades.
Hemos de captar bien que los evangelios son relatos de conversión. No solo narran el camino abierto por Jesús, sino que lo hacen para engendrar fe en Jesucristo. Son relatos que invitan a entrar en un proceso de cambio, de mutación de identidad, de seguimiento del reino de Dios. En esa actitud de conversión los hemos de leer, meditar y compartir en las comunidades cristianas
El contacto con el Evangelio puede ser así el comienzo de una nueva identidad
cristiana. Jesús, narrado en los evangelios, nos enseña a vivir la fe, no
por obligación, sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como
un deber, sino como discípulos y seguidores seducidos por él. Al contacto
con su Evangelio, aprendemos su estilo de vivir y descubrimos formas más
humanas y evangélicas de pensar, vivir, celebrar y contagiar nuestra fe. Con
los ojos fijos en Jesús podemos caminar en los años venideros hacia un nivel
nuevo de existencia cristiana más inspirada en él y mejor motivada para servir a su proyecto del reino de Dios.
ACTUAR:
1.- De lo que hemos visto y meditado en éste tema ¿qué conclusiones sacamos para nuestra vida personal y familiar y para el caminar de nuestras CEB?
2.? Aunque leemos diversos libros de la Biblia y rezamos los Salmos, etc. ¿cómo hacer para que el Evangelio de Jesús sea el centro de nuestra Fe conforme nos pide el Concilio Vaticano II?
Entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios son el testimonio principal de la Vida de Jesús nuestro Salvador. El Evangelio es en todo tiempo el principio de toda la vida para la Iglesia. Vaticano II.
3.- ¿Cómo hacer para que nuestras lecturas del Evangelio y nuestras celebraciones, sean ante todo un llamamiento a encontrarnos con Jesús y su proyecto del Reino, a conocerlo más internamente y a vivirlo y anunciarlo con pasión?
Extractos adaptados del escrito de Pagola: Los Ojos Fijos en Jesús
Material para la Asamblea 2014
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales