Enviado a la página web de Redes Cristianas
Fuente: Amerindia
Recuperar el cristianismo igualitario de María Magdalena y recrear comunidades cristianas libres de discriminaciones de género, religión, cultura, identidad sexual y clase social
Llevar a cabo dicha recuperación y re-creación en sintonía y colaboración con los movimientos feministas
La Resurrección de Jesús nos convoca a una lucha por la sororidad-fraternidad eco-humana y por la ciudadanía y cuidada-nía entre los seres humanos y la naturaleza con capacidad para superar las discriminaciones e
injusticias de género y de todo tipo que destruyen el tejido eco-social.
Con motivo de tan importante efeméride voy a hacer una reflexión sobre la figura de María Magdalena, la otra Magdalena desconocida, olvidada, maltratada, a
qu n f no omo ?p on r l u l ?, p r r u-
perar el movimiento igualitario que ella co-lideró conJesús de Nazaret y re-crear comunidades cristianas libres de toda discriminación en plena sintonía con los movimientos feministas.
Durante las últimas décadas se está produciendo un fuerte movimiento de recuperación de la figura de María Magdalena por parte de especialistas de la biblia cristiana, que leen los textos en perspectiva de género, de
historiadores e historiadoras, que llevan a cabo una re-
construcción antipatriarcal de los primeros siglos del
cristianismo, y de la teología feminista, que hace una
lúcida y certera hermenéutica de la sospecha de los
textos patriarcales.
Papel fundamental han desempeñado en esta recupe-
ración los evangelios de carácter gnóstico, entre los
que cabe citar el Evangelio de Tomás, el Evangelio de
Felipe, el Evangelio de María y Pistis Sophia.
El movimiento igualitario de Jesús de Nazaret
Las actuales investigaciones sociológicas, de historia
social, antropología cultural y hermenéutica feminista
sobre los orígenes del cristianismo sitúan el grupo de
seguidores y seguidoras de Jesús en el horizonte de los
movimientos de renovación del judaísmo del siglo I, jun-
to con los esenios, terapeutas, penitenciales y otros.
Lo ubican asimismo dentro de los movimientos que lucharon contra la explotación patriarcal en las distintas culturas: griega, romana, asiática y judía. En la historia de Israe/Palestina hubo intensas luchas protagonizadas por mujeres que ocuparon un lugar político y cultural
muy importante.
Las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas que se reunían para comidas comunes, eventos de
oración y encuentros de reflexión religiosa con el sueño
de la liberación de las mujeres en Israel/Palestina.
Fue precisamente esa corriente que pretendía emanciparse del dominio patriarcal la que posibilitó el nacimiento del movimiento de Jesús como discipulado igualitario de hombres y mujeres, en el que estas ocuparon
un lugar central y no puramente periférico.
La presencia y el protagonismo de las mujeres en dicho
movimiento, reconoce la teóloga Elisabeth Schüssler
Fiorenza, fue de la mayor importancia para la praxis de
la solidaridad desde abajo. Su actividad fue determinan-
te para que el movimiento de Jesús continuara después
de la ejecución del fundador y se extendiera fuera del
entorno judío.
Las diferentes tradiciones evangélicas coinciden en se-
ñalar que estas mujeres fueron protagonistas en mo-
mentos fundamentales del movimiento puesto en mar-
cha por Jesús de Nazaret: al comienzo en Galilea, en
su seguimiento como itinerantes, junto a la cruz en el
Gólgota y en la resurrección como primeras testigos.
La mayoría de las veces se citan tres nombres de muje-
res dentro de un grupo femenino numeroso (Lucas 8,2-
3, por ejemplo, cita a María Magdalena, Juana y Susa-
na). Es la misma tendencia seguida en el caso de los
varones (Pedro, Santiago y Juan). Con ello se pretende
mostrar el lugar destacado que unas y otros ocupan en
la comunidad.
La mujer que aparece casi siempre citada en primer lu-
gar en el grupo de las amigas y discípulas de Jesús es
María Magdalena, que toma el nombre de su lugar de
origen, Magdala, pequeña ciudad pesquera de la costa
oriental del lago de Galilea, entre Cafarnaún y Tibería-
des.
Ella es discípula de primera hora, pertenece al grupo
más cercano a Jesús, ocupa un lugar preeminente en
él, hace el mismo camino que el Maestro hasta Jerusa-
lén, comparte su proyecto de liberación y su destino.
Las mujeres que siguen a Jesús suelen ser citadas en
los evangelios en referencia a un varón; María Magda-
lena, no: una prueba más de su independencia de toda
estructura patriarcal.
La fidelidad o infidelidad a una causa y a una persona
s mu str n ? u n o v n n m l a s?, n l or
de la persecución y del sufrimiento. Cuando Jesús es
condenado a muerte, los discípulos varones huyen por
temor a ser identificados como miembros de su movi-
miento y correr la misma suerte que él.
Solo las muje- res que le habían seguido desde Galilea le acompañan
en el camino hacia el Gólgota y están a su lado en la
cruz. Dentro del grupo de mujeres, como acabo d indi-
car, los evangelios citan a María Magdalena en primer
lugar. Ella funge como discípula fiel no de un Mesías
triunfante, sino de un crucificado por subvertir tanto el
orden establecido religioso como el político de carácter
imperial y patriarcal.
Testigo de la resurrección
Los distintos relatos evangélicos coinciden en presentar
a las mujeres como testigos de la resurrección y a Ma-
ría Magdalena como la primera entre ellas. Es precisa-
mente ella quien comunica la noticia a los discípulos,
quienes reaccionan con incredulidad.
Ella cumplió las tres condiciones para ser admitida en el
grupo apostólico: haber seguido a Jesús desde Galilea,
haber visto a Jesús resucitado y haber sido enviada por
él a anunciar la resurrección. El reconocimiento de Ma-
ría Magdalena como primera testigo del Resucitado ex-
plica su protagonismo en el cristianismo primitivo, al
mismo nivel que Pedro, e incluso mayor en algunas
iglesias.
Sin embargo, en las cartas paulinas y otros escritos de
la Biblia cristiana, el testimonio de las mujeres ya no
aparece, y María Magdalena es sustituida por Pedro.
Ello se debe a que la Iglesia estaba empezando a so-
meterse al dominio masculino, que muy pronto comen-
zó a suprimir el importante lugar ocupado por las muje-
res en el movimiento de Jesús.
El silenciamiento, por parte de Pablo y de otras tradi-
ciones de la Biblia cristiana, de la aparición de Jesús a
María Magdalena y a otras mujeres llevó derechamente
a la exclusión de estas de los ámbitos de responsabili-
dad comunitaria.
Pero, a pesar de ese silenciamiento, las mujeres consti-
tuyen la referencia indispensable de la transmisión del
mensaje evangélico; más aún, son el eslabón esencial
para el nacimiento de la comunidad cristiana. Sin el tes-
timonio de las mujeres, hoy quizá no habría Iglesia cris-
tiana.
Interlocutora preferente de Jesús
En los diálogos de revelación de los Evangelios de ten-
dencia gnóstica, María Magdalena aparece como inter-
locutora preferente de Cristo resucitado y hermana de
Jesús, discípula predilecta y compañera del Salvador.
Esa posición privilegiada provoca celos en algunos
apóstoles, especialmente en Pedro, quien, según el
apócrifo Pisis Sophia, reacciona en estos términos:
«Maestro, no podemos soportar a María Magdalena
porque nos quita todas las ocasiones de hablar; en todo
momento está preguntando y no nos de-
ja intervenir».
Apóstola de apóstoles es el título que
da a María Magdalena Hipólito de Roma, quien no con-
sidera a las mujeres mentirosas, sino portadoras de la
verdad, y las llama apóstolas de Cristo. En la misma
línea se expresa Jerónimo, quien reconoce a María
Magdalena el privilegio de haber visto a Cristo resucita-
do «incluso antes que los apóstoles».
Sin embargo, con el proceso de patriarcalización, cleri-
zalización y jerarquización del cristianismo, María de
Magdala fue relegada al olvido; más aún, es represen-
tada como la penitente y la sirvienta de Jesús en agra-
decimiento por haber expulsado de ella los malos espí-
ritus. Mejor suerte tuvo María de Nazaret, madre de Je-
sús, que fue declarada Madre de Dios, elevada a los
altares y tratada casi con honores divinos.
Veinte siglos después, se vuelve a hacer justicia a Ma-
ría Magdalena. Lo que hace Falta es vencer las resis-
tencias del pensamiento androcéntrico y de la organi-
zación patriarcal de la mayoría de las iglesias cristia-
nas, y recuperar en la práctica la tradición del movi-
miento de Jesús como discipulado de iguales en el se-
guimiento de Jesús y el proseguimiento de su causa de
liberación de todas las esclavitudes.
El movimiento feminista ha reconocido a María Magda-
l n omo ?p on r l u l ?. Es or y qu
las iglesias cristianas hagan el mismo reconocimiento
en su seno y devuelvan a las mujeres el protagonismo
que tuvieron en el movimiento de Jesús y en el cristia-
nismo primitivo y que deben recuperar hoy.
Despatriarcalizar a Dios y a Jesús de Nazaret
Afirma la prestigiosa intelectual feminista Mary Daly
(1928-2010) en su libro Más allá de Dios Padre. Hacia
un f losofí l l r n l muj r (1973): ?S D os
s v r n, l v r n s D os?. En l m sm r n
apunta Kate Millet, referente del feminismo radical, en
su o r p on r Polít s xu l (1970): ?El p tr r o
t n D os su l o?.
Hoy se sigue (re)presentando a Dios como varón, que
solo se deja representar por varones y convierte a estos
n ?m s ul n s s r s?, n ontr l r l to l
creación del Génesis que habla del hombre y de la mu-
jer creados a imagen de Dios. Se continúa patriarcali-
zando a Jesús de Nazaret, convirtiendo un hecho bioló-
gico en principio teológico que excluye a las mujeres de
toda representación jesuánica.
La patriarcalización de Dios y de Jesús se traduce en
organizaciones cristianas jerárquico-patriarcales, que,
en un círculo vicioso, legitiman, apoyan y refuerzan el
patriarcado político, familiar, moral, educativo, etc. Pa-
triarcado religioso y patriarcado político ejercen una do-
ble legitimación.
Tenemos una tarea urgente: despatriarcalizar a Dios, a
Jesús de Nazaret y a las organizaciones cristianas. Es
condición necesaria para recuperar el cristianismo igua-
litario de María Magdalena y re-crear comunidades cris-
tianas libres de discriminaciones de género, religión,
cultura, identidad sexual, clase social, etc.
Dicha tarea hay que llevarla a cabo en sintonía y cola-
boración con los movimientos feministas, que deben
apoyar la causa de la igualdad y la justicia en las igle-
sias y las religiones, al tiempo que las comunidades
cristianas y religiosas igualitarias deben hacer causa
común con los movimientos de emancipación de las
mujeres.
Deconstruir las masculinidades hegemónicas y sagradas
Ah, y sin olvidar que dicha causa requiere luchar contra
las masculinidades hegemónicas en la sociedad y con-
tra las masculinidades sagradas en las religiones, lo
que exige la implicación de los varones feministas en la
deconstrucción de las masculinidades tóxicas, que pre-
dominan en las mentes y las prácticas de los hombres y
dominan todas las esferas de la vida pública, y la cons-
trucción de nuevos modelos de masculinidad: masculi-
nidades otras, alternativas, que eliminen, y no repro-
duzcan, los roles aprendidos desde la infancia en torno
a lo femenino y lo masculino.
(amerindiaenlared.org) 01/04/2024