Con la instalación a finales de los sesenta del siglo XX de numerosas plantas ensambladoras, conocidas como maquiladoras, se dio la contratación masiva de la población femenina. Con ello se mostró ?una fuerte asociación entre los procesos de transnacionalización productiva y la participación remunerada de las mujeres??.
Así lo señala María Eugenia de la O en el texto El trabajo de las mujeres en la industria maquiladora de México: balance de cuatro años de estudio, publicado en la revista Debate Feminista (abril, 2007).
Las maquiladoras surgieron en 1965 como parte de un proyecto alternativo de industrialización para las ciudades de la frontera con Estados Unidos y se establecieron bajo la modalidad de zona libre –que cubría toda la península de Baja California y el noroccidente de Sonora– y franjas fronterizas, un espacio delimitado de 20 kilómetros hacia el sur de Estados Unidos.
La característica de estas fábricas era el uso intensivo de la fuerza de trabajo en actividades de ensamble y el empleo particularmente a mujeres jóvenes.
Fue a finales de los años 80 cuando estas fábricas de maquila o ?maquilas?? comenzaron a utilizar tecnología de punta y procesos automatizados, lo que permitió contratar a trabajadoras y trabajadores ?en condiciones flexibles y en un contexto de alta desregulación laboral??, señala María Eugenia de la O.
Y aunque en un inicio se contrató principalmente a mujeres, cuando las maquilas comenzaron a extenderse por varias zonas del país se presentó una ?desfeminización del empleo?? pues, según datos del Instituto Nacional de Geografía e Informática, en 2006, de un millón 776 mil 155 trabajadores contratados en esta industria 424 mil 660 eran varones y 499 mil 061 mujeres.
Lo anterior, explica la autora, es comparable con el año de 1975 cuando se contrataban 28 hombres por cada 100 mujeres a 86 varones por cada 100 mujeres en 2004.
NUEVO SIGLO, SIN EMPLEO
Fue entre el año 2000 y 2003 cuando 122 mil mujeres, es decir el 21.2 por ciento, perdieron sus puestos de trabajo en esta industria, mientras que hubo una pérdida de 82 mil plazas de hombres, lo que representa el 17.6 por ciento del empleo obrero de la maquila.
Esta pérdida del empleo para las mujeres significa que si bien se ha transformado el empleo en las maquilas, de acuerdo con la autora, los cambios más desfavorable han recaído sobre la población femenina.
Surgió en las empresas con crisis económicas una mayor especialización productiva, lo que abrió el mercado de trabajo de las maquilas a los varones, situación que afectó a las mujeres ?al reorientarlas a segmentos laborales de menor remuneración?? quedando ellas en nichos de menor oportunidad como la confección, explica María Eugenia de la O.
Para los años 90, con el surgimiento de la discusión sobre la globalización, el trabajo femenino prevalecía dentro de una ideología que lo consideró como ?secundario y no calificado??.
Y la entrada de las mujeres en el sector maquila posibilitó la promoción y no la proletarización de los hombres, apunta la autora.
En ese sentido, los estudios realizados en 40 años sobre la participación de la población femenina en las maquilas demuestran que si la mujer se incorpora a algún sector laboral ?sin la cancelación de la diferencia sexual, su participación se reduce al manejo de estereotipos sobre su trabajo??, continúa la autora.
Por lo que, en los primeros años del nacimiento de la industria maquiladora los empresarios se referían a las mujeres ?como abundantes, jóvenes y baratas?? y ahora como ?escasas, viejas y caras??.
Es así como Cirila Quintero Ramírez, en su texto La situación laboral y sindical de las mujeres en la maquiladora de México, incluido también en Debate Feminista, reitera que aún cuando la maquila se creó como una fuente de empleo importante para las mujeres, éste ha sido para ellas un mercado precario e inestable.
En ese contexto, apunta la autora, la población femenina en este sector ha sido utilizada para establecer condiciones salariales y prestaciones laborales mínimas ?basadas en su calidad de mujeres??, no obstante, la maquila continúa siendo hasta ahora uno de los pocos empleos formales que permanecen en el norte del país.
Asimismo, indica que la política laboral de las empresas dedicadas a este ramo se ha caracterizado por la discriminación a las mujeres al pedir requisitos que la ponen en desventaja con respecto al hombre.
Sindicalismo, tradicional o subordinado
Además, han sido segregadas, colocándolas en posiciones menos calificadas y muy mal pagadas, como consecuencia de esta política laboral, la cual, a decir de Quintero Ramírez, está asociada a la presencia o ausencia sindical.
Según la autora, al interior de esta industria prevalecen dos tipos de sindicalismo: el tradicional, al noreste mexicano, desde Matamoros hasta Piedras Negras, y el subordinado, desde Ciudad Juárez hasta Tijuana.
El sindicalismo tradicional se ha mantenido preocupado por aspectos de las y los trabajadores tales como el salario, estabilidad y prestaciones e incluso ?ha enfatizado en el cumplimiento de los derechos reproductivos de las mujeres aunque logra un escaso avance en otros derechos como mayor participación en cargos de toma de decisiones??, señala la autora.
Sin embargo, el sindicalismo subordinado, no sólo no exige el aumento salarial de las y los trabajadores, sino que además se olvida de sus condiciones laborales y elimina en muchos casos los derechos de las mujeres, tales como las prestaciones por maternidad que no se mencionan en los contratos de éstas.
Es así como, finaliza la autora, la situación actual de la maquila está eliminando ?los escasos avances laborales que se habían conseguido para las mujeres en cuatro décadas de estancia maquiladora en México??.